Cuidado con la embriaguez triunfal
Todo tipo de embriaguez es dañina al cuerpo físico, pero también al tejido espiritual y racional de cualquier ser humano grande o pequeño, insignificante o poderoso, porque se trata de un pase a lo pasmoso, a lo irreflexivo, insano y rosando lo insensato e inhumano.
Resulta, desde mi óptica, que los hombres y mujeres embriagados por cualquier naturaleza actúan casi siempre como manada de cerdos descarriada, sin horizonte fijo y sin punto de aterrizaje. Es, pues, que mantener un ritmo imparable de embriaguez política, fruto de sucesivos éxitos electorales, podría desviar y atrofiar de mala manera el sentido común y la positividad accionaria de los involucrados, y para ello sólo hay que ubicarse en los años 2004 y 2020.
No obstante, en la presente coyuntura, me da tranquilidad la presencia en la jefatura del Estado del presidente Luis Abinader, un líder sensato, Inteligente y aterrizado, que no se contagia con el pesaroso son de la embriaguez triunfal, sino que camina y actúa con destellos de firmeza, eficiencia y humildad, a sabiendas de que esas tres premisas constituyen la mejor virtud de un buen y consagrado jefe de Estado.
Pienso yo que el país entero ha visto y ha sido testigo del buen estilo de gobierno, pero sobre todo de la forma llana y sencilla de proceder del presidente Abinader, aún después de los contundentes triunfos electorales de su Partido Revolucionario Moderno (PRM) en tan solo cuatro años. Él no ha perdido el juicio por el éxito logrado, y por consiguiente el tufo y el veneno de la embriaguez política no le ha tocado ni su mente ni un pelo de su cabeza.
Y todo ello es bueno, es sano y reconfortante para su partido, pero en mayor proporción para todo el país, porque un presidente con ínfulas excesivas de triunfo y de poder, puede conducirnos al despeñadero, al abismo. Ojalá que todo su equipo de gobierno asimile su comportamiento, lo imiten en su proceder, para que no pierdan el rumbo de sus responsabilidades y compromisos partidarios y con esta Patria de todos los dominicanos.
Insisto en ello, porque me dolería hasta lo más profundo de mi conciencia humana ver a un presidente Abinader engañado, burlado sin piedad por amigos y compañeros de partido, que, alejados de la sensatez, de la madurez y el buen comportamiento, actúen como borrachos perennes, como manadas de zánganos para dañarle la fiesta y su fructífera obra de gobierno, la de ahora y la de los próximos 4 años. Le agrego a eso, las aspiraciones desenfrenadas, legítimas o no de algunos dirigentes que se creen predestinados para la Presidencia de la República.
Pienso que ahí está el detalle, y es donde el presidente debe mirar con agudeza de águila para cortar a tiempo, al primer asomo, las salas y las patas de los desesperados. Además, afuera, tiene Abinader dirigentes y líderes muy buenos, experimentados, pero sobre todo prudentes y comprometidos con su éxito gubernamental y con una mejor suerte para el país. Asimismo, el presidente conoce muy bien a los funcionarios que ya quemaron toda su gasolina, quienes carecen de buenas iniciativas, de vocación de servicio público, y suficiente energía para continuar en la administración pública.
Confío que él actuará con sabiduría y conveniencia de Estado para salir de los cansados y timoratos, y colocar en el servicio activo a algunos buenos y consagrados perremeistas que cargaron bien pesado y sobrepasaron, con creces, las encomiendas electorales asignadas. Con los buenos que están adentro, la mayoría gubernamental, y los que entrarían, a partir del 16 de agosto, su éxito se consolidará en los próximos cuatro años. Adelante presidente, no hay vuelta atrás.
jpm-am