Caballeros de industria, modalidad delictiva

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EL AUTOR es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

En los procesos más dilatados, se entiende por delitos de enriquecimiento aquellos hechos punibles mediante los cuales el agente consigue, valiéndose de determinadas artimañas, cualquier beneficio de orden económico, esto es., un aumento de su patrimonio, ya sea en dinero, sea en valores materiales equivalentes.

Los criminólogos modernos distinguen dos grandes categorías dentro de esa modalidad delictiva: de una parte, delitos que guardan relación con el ejercicio profesional del autor, generalmente perteneciente a una clases social alta- y que se agrupan bajo el rubro de criminalidad-profesional y que en Estados Unidos denominan criminalidad de White collar (de cuello blanco).

Figuran hechos punibles más triviales, sin conexión con el estatus profesional del agente, como son la mayor parte de las estafas simples, los hurtos y los robos con violencia o intimidación.  Estos delitos de enriquecimiento, van aparejados con la condición profesional o con la clase social del autor, al tratarse de una figura delictiva que ha venido adquiriendo una progresiva importancia en los anales casuísticos de la criminología moderna.

En ese orden de ideas, se ha señalado que la vida moderna, con su compleja urdimbre de interrelaciones socioeconómicas, ha procurado al estafador y a la estafa tan diversas posibilidades como apenas se encuentran en ningún otro delito. Con el cambio de situaciones y circunstancias, nacen asiduamente nuevas formas de estafa y se forman nuevos especímenes de estafadores.

Desde un punto de vista de la tipicidad delictiva, la estafa se diferencia del hurto porque los valores patrimoniales de la víctima no se obtienen por el hecho material de la simple sustracción, sino por medio de un engaño que exige con frecuencia formidable inteligencia de parte del estafador.

El gran maestro criminalista don Luis Jiménez de Asúa, puntualizó, al referirse a la estafa de nuevo cuño lo siguiente:

“Es precisamente, en ese contenido de engaño, de mentira y malicia en que descansa la gravedad y peligrosidad de ese delito, cuyo objetivo sólo se logra en base a minar la buena fe de la víctima”.

En cambio, el estafador exitoso, básicamente el que ha puesto en su quehacer una excepcional dosis de astucia e inteligencia y ha podido  salir airoso e indemne de su peligrosa empresa, suele ganarse la administración de la colectividad e incluso puede alcanzar la categoría de héroe popular.

Tal es el caso de los llamados “caballeros de industria” de los cuales el profesor Wolf Middendorf, en su obra Sociología del Delito, ofrece la siguiente caracterización:

“Los caballeros de industria son la “elite” de los estafadores. No cometen delitos aislados ocasionales, sino que la estafa, en general, es para ellos el fin de su vida. Tienen una movilidad extraordinaria, son excelentes actores con un poder de convicción nacidos de la autogestión; poseen los mejores modales, ingenian en asuntos económicos y tienen un aspecto externo de acuerdo con esto, muy repetidamente atractivo. No sólo fascinan a personas aisladas, sino a veces, a colectividades y clases sociales enteras”.

El profesor Von Hentig, en su ilustre obra monográfica The Criminal and his Victim, New Haven, 1948-anota que el estafador está emparentado espiritualmente con su víctima, pues pulsa en el espíritu de esta, cuerdas afines a las del suyo propio, las que hace vibrar por una suerte de resonancia simpática, para usar una expresión de la teoría musical.

Frecuentemente el éxito del estafador ha dependido de un hábil lucro de los impulsos deshonestos latentes en la psique de su víctima. “Todos hemos sido estafados  alguna vez”- afirma el autor citado, para aclarar a seguidas: “Si fuera cierto que solamente puede ser estafado aquel que esté dispuesto a realizar el mismo una acción deshonesta, esto significa que existe una disposición colectiva para la estafa”.

Estafas típicas

Y para ilustrar la tesis del maestro Von Hentig, iniciaremos una suerte de breve analogía de estafas típicas de nuestro pícaro siglo XXI con el caso del “maestro estafador” Josef Weil de Estados Unidos-arquetipo del caballero de industria-quien burló a miles de ciudadanos de Chicago mediante una banca para apuestas de carreras de caballos, sin necesidad de poner en juego ninguna burda artimaña para atraer a sus víctimas.

Le bastó para ello, según propia explicación, operar con la codicia de sus clientes, con su ansia de conseguir something for nothing; vale decir: alcanzar un pingüe beneficio sin arriesgar nada.  Weil relató los recuerdos de su “carrera” al periodista W.T.Brannon, quien compuso con ellos un libro –A Master Swindler´s Owen Story, 1947-altamente revelador de ciertos aspectos de la vida norteamericana.

En esas “memorias” Weil relata el humilde comienzo de su agitada carrera, insistiendo siempre en que el buen suceso de la misma se debió a que nunca se apartó de una premisa fundamental: la falta de honradez de sus víctimas.

Por ejemplo haciéndose pasar por buhonero, en la etapa “rural  de su carrera, Weil acostumbraba a enseñar a una granjero unos lentes que parecían ser de otra de ley, haciéndoles creer que los había encontrado hacía un momento, que debía haberlos perdido algún vecino y por los que éste debía haberlos perdido algún vecino y por lo que éste pagaría seguramente una recompensa de tres o cuatro dólares.

Todos los granjeros se apresuraban a dar al buhonero los tres dólares, asegurándose que ellos mismos buscarían al que había perdido los lentes, pero con la idea en el fondo de quedárselos y hacer un buen negocio. Posteriormente, muchos granjeros pudieron comprobar que los espejuelos de marras, en el almacén del lugar ¡no valían más allá de 25 centavos!.

Para poner remate a esta nota,  y como un corolario la “FILOSOFÍA” DE Weil, maestro de estafadores, transcribimos una cita de una de las grandes figuras de la Criminología de los Estados Unidos, Edwin H. Sutherland:  Todo intento de estafa estaría condenado al fracaso si no existieran en la propia víctima intenciones deshonestas”.

jpm-am

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