Pinta de ladrón
Endosar a una persona el agravio de tener pinta de ladrón es muy delicado si no se conoce con certeza esa acusación por vía del vox pópuli o de la cosa juzgada, lo que deja a quien lo endilga un bache insalvable que concluye por lo menos con «un dolor de cabeza». No obstante, el pan nuestro de cada día son las acusaciones a través de la voz del pueblo que vive en carne propia esa realidad que parece tener carácter epidémico. Abundan las personas que han tenido vivencias robos o asaltos, hechos en los que con frecuencia pierden la vida inocentes. Como resultado de esta problemática es posible que abunden quienes presenten ribetes de paranoia al considerar que todo desconocido que le pase cerca es un ladrón. Ropa y fisonomía pueden engañar al pensarse en la facha de un ladrón. Su envoltura es muy variada y puede exhibir desde una hermosa sonrisa hasta un ceño de temor. En fin, puede ser una persona vestida de harapos, como un pobre diablo o de saco y corbata; ser hijos de «machepa» a quienes siempre se les pega todo o hijos de Papi y Mami. En esa fruición de coger lo ajeno sin importar las consecuencias no hay edad. Recuerdo aquel avieso señor, con hijas y nietos muy aparentes físicamente, que cubierto por la oscura noche se introdujo al apartamento de su vecina de enfrente, a la que siempre saludaba como acostumbra un «buen vecino». Ese infame señor se descubrió por si solo al pasearse en el sector y frente a su vecina con un «pesado» reloj de pulsera perteneciente al hijo de la señora residente en la vivienda robada, además de alzarse con otras chucherías. Las autoridades correspondientes «le echaron guante», lo que no le hizo enmendarse y los vecinos del sector vieron «el cielo abierto» cuando la fuerza pública lo echó de donde vivía alquilado porque no pagaba. Quienes tienen ese vicio de robar o asaltar pueden ser menores o mayores de edad, masculino o femenino, su tez puede ser de cualquier color, andar de harapos o con el «último guay de la moda,» así como a pie, sobre dos ruedas o en cuatro ruedas. En fin, no hay un molde específico. Solo queda el compromiso de cada ciudadano de reforzar la educación personal y de sus hijos, ser precavidos, («andar chivos») y seguir luchando por una mejor República Dominicana para lograr atenuar la pinta de ladrón de quienes con son sus acciones empañan el buen vivir de este país con tanta gente maravillosa.