Visión presidencial con reelecciones tipo Chile
En estos treinta y cinco años de recorrido democrático, América Latina pasó de ser una región de fuerte vocación anti reeleccionista, a una clara vocación pro reelección.
La actual fiebre reeleccionista (muy pocos están dispuestos a dejar el poder y muchos de los que se fueron, desean regresar), en mi opinión, es una mala noticia para una región como la nuestra, caracterizada por la debilidad institucional, la creciente personalización de la política, la crisis de los partidos y el híper presidencialismo con culto a la figura que tiene el dinero y el poder.
En estas tres décadas y media de vida democrática en la región hemos podido observar a presidentes que manipularon y reformaron las constituciones a su favor y otros que, en cambio, respetaron la institucionalidad vigente.
Los del primer grupo —Menem, Cardoso, Fujimori, Mejía, Chávez, Morales, Rafael Correa, Uribe y Ortega— cambiaron las reglas del juego una vez en el poder para impulsar reformas constitucionales que les permitieran la reelección consecutiva o incluso indefinida (Chávez y Ortega). En cambio, los del segundo grupo — Bachelet, Lagos, Lula y Vásquez, entre otros—, no obstante los altos índices de popularidad con que concluyeron sus mandatos, no trataron de forzar la institucionalidad y respetaron la letra de la Constitución.
En resumen: El fortalecimiento y la consolidación de nuestras aún frágiles democracias no pasan por líderes carismáticos y providenciales. Ya lo dijo el ex presidente Lula: “Cuando un líder político empieza a pensar que es indispensable y que no puede ser sustituido, comienza a nacer una pequeña dictadura.”
En mi opinión, el camino a seguir es otro: mediante la participación madura y activa de los ciudadanos; con instituciones legítimas, transparentes y eficaces; con la existencia de un sistema de frenos y contrapesos entre los poderes, con liderazgos democráticos y una sólida cultura cívica.
Como bien ha señalado el historiador mexicano Enrique Krauze: “El siglo XIX latinoamericano fue el del caudillismo militarista.
El siglo XX sufrió el redentorismo iluminado. Ambos siglos padecieron a los hombres “necesarios”.
Tal vez en el siglo XXI despunte un amanecer distinto, un amanecer plenamente democrático donde no haya hombres ‘necesarios’, donde los únicos necesarios seamos los ciudadanos actuando libremente en el marco de las leyes y las instituciones”.
Permitir la reelección pero no consecutiva. Así sucedió con la actual presidenta Michelle Bachelet, quien dejó su cargo hace cinco años y volvió a la competencia por el palacio de La Moneda hasta el año pasado. El hecho de que un gobierno pueda reelegirse inmediatamente le da el poder del Estado a su servicio.
Eso no sucedería si el que quiere volver a gobernar ya no está en el poder”.
Tampoco cree que haya ambiente para ampliar los periodos de gobierno más de cuatro años. “Hay que pensar en los malos gobernantes. Cuando se eligen y resultan un fracaso, tienen que aguantarlos mucho tiempo y se pagan costos muy altos”, añade. E. Gajardo y sostiene que el modelo de su país es ‘hiperpresidencialista’ y una reelección consecutiva le desbordaría el poder.
“El presidente en Chile es colegislador. Pone los ritmos al Congreso. Tiene plena autoridad”.
“Cada país puede hacer sus evaluaciones, pero las reelecciones indefinidas no me gustan.
La hegemonía en países del Alba, donde el equilibrio de poderes se ha venido perdiendo por excesivo presidencialismo, impide que existan democracias efectivas y equilibradas. Eso lleva a una distorsión de democracia y alternancia de poder, que es esencial en la democracia”.
Caso de Nicaragua: “En el poder, hasta que la muerte me separe del cargo”.
Nicaragua, junto con Venezuela, tienen adaptado su sistema presidencial para que el gobernante de turno se pueda reelegir las veces que quiera y de forma consecutiva.
Daniel Ortega fue el promotor de esta posibilidad y actualmente está cursando su segundo periodo de gobierno, con interés de continuar en él.
El destacado constitucionalista nicaragüense, Gabriel Álvarez, aclaró que las recientes maniobras legislativas que abrieron la puerta para la permanencia ilimitada en el poder de un gobernante fue en realidad una consecuencia de la constitución de 1987.
Para ese momento se permitía a los gobernantes aspirar las veces que quisieran al poder, pero fue a mediados de los 90 que se limitó la reelección a un solo periodo consecutivo.
“Daniel Ortega ha sido el primer y único gobernante de Nicaragua que se ha reelegido.
Creo que la reelección ha sido nefasta para los procesos democráticos.
Han propiciado regímenes dictatoriales, caudillismo, y a partir de ahí un círculo vicioso de confrontación, de violencia, pobreza”, aseguró.
En Nicaragua se suele denunciar coacción de parte del oficialismo en procesos electorales, que utiliza la maquinaria estatal para imponerse.
“Ha habido denuncias de utilización de edificios públicos, de vehículos y de bienes del Estado en las campañas electorales.
Esas denuncias han sido desestimadas por la fiscalía electoral, igual a la JCE en Quisqueya, que ha sido cuestionada por su sesgo a favor del partido gubernamental”
La oposición al gobernante partido Sandinista exige una reforma para acabar con la reelección. Sin embargo, el oficialismo domina con una mayoría absoluta el Legislativo, además de tener influencia en la rama judicial y controlar amplios sectores ejecutivos regionales.
Ese terreno abona a que Ortega pueda seguir al mando, al menos el resto de esta década. ¿Habrá cambios en región?.