Un partido de líderes, no de un líder

Caminaba por las calles de mi pueblo San Cristóbal sorteando los motores y el fantasma de Trujillo que impiden avanzar. De pronto observé uno de muchos afiches del candidato presidencial Juan Temístocles –Temo- Montás, con la siguiente frase: “El PLD es un partido de líderes, no de un líder”. Sentí que por fin al interior de esa organización se defienden principios con dignidad para impedir que la democracia perezca. El profesor Juan Bosch subtitula como “Historia e Interpretación” su texto “Composición Social Dominicana”. Una obra importantísima en la formación de los jóvenes que desean ser alfabetizados en política, porque era su criterio que es casi imposible dominar el presente sino se conocen los hechos del pasado. Por mala suerte para él su libro ha sido tirado al zafacón y olvidado como muchos otros. Sin embargo, resplandece un párrafo de la Composición Social en la página 199 que reza: …el primer partido político que conoció el país fue el de los trinitarios. Desde luego, no era un partido organizado, pero tenía una doctrina, aunque nunca fue expuesta de manera ordenada; tenía un líder nacional -Juan Pablo Duarte-, respetado por un grupo de líderes trinitarios”. Para Bosch en su historia interpretada del país, la presencia de un líder respetado no negaba que en el partido de Duarte existiese “un “grupo de líderes”. En consecuencia hay que suponer que el profesor no iba a distorsionar su creencia y visión del liderazgo al momento de formar un partido “organizado y con doctrina” como el PLD. Si hoy alguien dice que es “el único líder de esa entidad partidista, lo hace aviesamente para avasallar a quienes él llama “simples funcionarios”, negando de esa manera el pensamiento de Bosch y el espacio de poder ganado por décadas por muchos de esos “altos dirigentes”. La moraleja es clara: cuando un líder comienza a tener miedo por otras luces que se aprecian en el firmamento es porque se cree que él es el único sol y que nadie más puede proyectar luz. Entonces teme a las noches como a los cambios. Piensa que su sol no volverá a salir. Se inicia en su existir el dilema de ser eternidad o dejar que otros astros alcancen su altura. Por eso no promueve en su sistema solar el movimiento natural de los cuerpos celestes, desaparecen en cada contienda electoral los movimientos de rotación y traslación. La fuerza gravitacional de su poderío hace que todo gire en torno a su inmenso egoísmo. En esas circunstancias, con su tendencia a ser candidato único. Hay un peligroso declive de la democracia, que pudiese morir como el sol de su total control y el universo partidista colapsar igual que una estrella apagada tragada por el mar. Estas sentidas palabras no son simples metáforas, son realidades con colores rojos y hasta últimamente blancos. Para evitar la muerte de la democracia interna de los partidos hay que promover otra forma de liderazgo más abierto, sin imposiciones arbitrarias que rompan la equidistancia de sus lideres, que parecen situados en planos diferentes de igualdad, convirtiéndolos en simples columnas para soportar la fuerza del trabajo que se le asigna. Mientras arriba su “único líder” disfruta y saca provecho del éxito y la fama. Esa relación vertical, es el espejismo que hace pensar al capitán que él es el factor viento que mueve las velas para impulsar la nave o que si los demás reman es por su autoridad. Su actitud intimida en el sentido de que, según el manual del líder, no tendrán derecho los remeros, manejadores de velas o del motor, a tomar el timón aunque sea por un período, porque la división del trabajo es clara: los que nacieron para remar jamás podrán aspirar a sustituir el capitán. Este egocentrismo es contrario a lo manifestado por un autor, “El líder ideal es aquel que tiene confianza, que tiene espíritu de cuerpo y es la persona más sencilla y humilde, porque la satisfacción del líder no está en sus propios logros sino en el logro de su grupo”. Tener espíritu de cuerpo es ver los diversos órganos componentes de una anatomía humana, todos son importantes, pues por extraordinarias que sean las ideas almacenadas en la cabeza estas no se llevan a cabo si los demás miembros del cuerpo no funcionan integrados. En verdad, la nave de un partido que ha arribado exitoso en cuatro oportunidades al poder, tres de ellas con el mismo capitán, debe promover el relevo porque el solo remar cansa los brazos y hace creer al capitán que el triunfo no es del grupo sino de él, “yo soy el líder”. Como queriendo decir, con remeros como líderes no se gana. Es ahí donde está la lógica de su proyecto permanente que abre un solo camino y cierra otras rutas y posibilidades para llegar, porque supuestamente ninguno de los remeros tiene los números para ganar. ¡Caramba capitán!, en su barco sobran remeros capaces y con sobrada experiencia, suelte sin miedo el timón y verás -para su plena satisfacción- como otros capitanes conquistan la mar con increíble éxito.

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