Saber de baseball, pero no de Grandes Ligas

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EL AUTOR es economista y empresario. Reside en Santo Domingo.

 

El político y pensador romano Cicerón argumentó que un Estado bien constituido debía equilibrar un componente democrático, para evitar las tiranías, y otro aristocrático, para garantizar la excelencia, esencial para el buen gobierno. Más de 20 siglos después, y luego de la derrota de Francia por Hitler, De Gaulle creó la Escuela Nacional de Administración (ENA), para formar los altos funcionarios del Estado, de sus grandes empresas, y buena parte de los líderes políticos.

El exigente sistema de selección limita el cupo a 80 estudiantes por año, entre los más aventajados de Francia. Y es que la excelencia profesional y moral es indispensable para preservar las instituciones democráticas, y para el avance de la sociedad.

Los dominicanos interpretamos la democracia como una nivelación social a una cota medio-baja. En realidad, la sociedad dominicana no reconoce suficientemente la excelencia, por lo que, en muchos ámbitos se recela por elitista, el intento por obtenerla. Siendo así, en muchas actividades y profesiones, no aplicamos un sistema de selección, y cuando lo hacemos, los estándares, si se cumplen, son complacientemente bajos. Por ejemplo, cuando evaluamos nuestras universidades, instituciones indispensables para elevar el nivel cultural y tecnológico del país, las comparamos con las universidades latinoamericanas, cuyo ranking internacional es muy bajo, pues apenas 11 clasifican entre las primeras 500, de acuerdo al índice de Shanghai.

Y es que la excelencia profesional y moral no están entre nuestros objetivos. Tomemos las interminables demandas del CMD para aumentar los ingresos de los médicos. ¿Por qué no contra-ofertar pagar en base a una escala salarial internacional a aquellos médicos que pasen determinados exámenes internacionales de medicina, que certifiquen su capacitación?

Aun más, el polémico contrato de la Barrick para explotar nuestro oro, pudo haber sido un instrumento transformador, si hubiéramos hecho un acuerdo para dedicar todos los ingresos a edificar un campus de una universidad canadiense, para estudiantes dominicanos meritorios, carentes de recursos.

La universidad de Toronto tiene la posición 25 en el ranking mundial. (Yale y la escuela de medicina de Duke están establecidas en Singapur). La propuesta de cambiar tierra, aunque sea con oro, por cerebros, transformaría nuestro país. Si existen dudas, miremos a la empobrecida Venezuela, rica en petróleo, y corta en cerebros dirigentes.

No obstante, hay muchas instancias donde los dominicanos tenemos un desenvolvimiento excelente a nivel internacional. Uno de ellos es la Major League Baseball. Otro ejemplo es el excelente desempeño internacional de muchas empresas de zona franca, en el parque Itabo. Aún otro, son los resultados obtenidos por estudiantes dominicanos en el Liceo Francés, que es una escuela pública en Francia, que les ha permitido acceder a Harvard, Princeton, Columbia, MIT, etc. Es decir, la aplicación de rigurosos sistemas de selección puede llevar a los dominicanos a la excelencia. ¿Por qué no hacerlo?

JPM

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