Razones de una dimisión
Cinco años después de fundado, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) sufrió su más grande división con la renuncia de centenares de dirigentes, incluidos su secretario general, numerosos miembros del Comité Político y del Comité Central, que dimitieron porque “una fracción de derecha” asumió el control de la organización. Yo, que era activista del PLD, redactor de Vanguardia del Pueblo y miembro del Comité Intermedio Rafael Tomas Fernández Domínguez, figuré en la lista de renunciantes, y después de dimitir, el profesor Juan Bosch me permitió ingresar a su oficina política para entregarle las llaves de un vehículo que él mismo me había asignado. Hoy, 38 años después de ese desprendimiento que encabezó el doctor Antonio Abreu, el PLD se erige como la principal fuerza política de la nación y su gobierno cuenta con el 89 por ciento de aceptación en la población, clara señal de que esa institución política mantiene vigencia y utilidad histórica. ¿El PLD de hoy es el mismo que fundó don Juan y los miembros de la Comisión Permanente hace 41 años? Claro que no. Ni siquiera era igual el PLD que abandonamos en 1978, cuando yo tenía 23 años, cinco más que cuando ingrese a la organización como miembro fundador. Que yo recuerde, cuando renunciamos en 1978, después de obtener 18 mil votos en las elecciones presidenciales de ese año, la estructura del PLD en el Distrito Nacional estaba conformada por diez u once comités intermedios, cada uno con menos de diez comités de base, que a su vez operaban círculos de estudios y comité patriótico y Popular. En ese tiempo, para nosotros las elecciones eran mataderos electorales, el Pentagonismo, es decir el militarismo dominaba la política imperial de Estados Unidos, por lo que el Partido se preparaba para encabezar una revolución de liberación nacional. Como no es posible bañarse dos veces en las aguas de un mismo rio, las circunstancias políticas, económicas y sociales cambiaron o se transformaron a lo largo de décadas, tanto en el país como en el plano internacional, razón por la cual, el PLD es hoy otra organización, con el mismo objetivo, pero con táctica y estrategia diferente. La mayoría de nosotros renunció del PLD por frustración o cansancio, porque la marcha de los cinco mil kilómetros parecía interminable, porque en condición de pequeños burgueses, aun con buena formación política, deseábamos emprender proyectos personales o porque creímos que en otros partidos se avanzaba más rápido. La historia parece repetirse con Minou Tavarez Mirabal, valiosa dirigente, heredera de un linaje patriótico, que la convierte en militante singular, cuya partida el PLD debería lamentar.

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