¿Qué hace a una sociedad caótica?

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EL AUTOR es artista plástico dominicano residente en West Palm Beach.

He notado que algunos de mis escritos han provocado comentarios de lectores motivados a entrar en “debates”. No soy muy dado a eso y opto, siempre, por no responder. Lo que si me llama la atención es que los comentarios se enfocan más en ver si yo “me equivoco en algo” dejando a un lado la esencia del escrito.  

Es como si hubiera un afán por “demostrar” que saben más que uno. Y estoy seguro que todos, de alguna manera, tienen que saber muchas cosas que yo no sé, bueno, la verdad es que yo se muy poco y lo que “aparento que se” lo obtengo indagando meticulosamente en el internet.  

A esos amigos lectores si debo decirles, que antes de yo publicar un nombre, un hecho, una frase, un día o un año o cualquier cosa, es producto de horas de lecturas que me van llevando hasta “el meollo” del asunto.  

Lo hago con el afán de educar y de llevar “la verdad” hasta el lugar más cercano posible. La objetividad debe ser prioridad fundamental en lo escrito. Mis opiniones, también han de llevar “cierta” gama de razón acompañada de una picardía que brota natural.  

No especulo, busco, indago hasta alcanzar el “origen” de las cosas. Los descubrimientos son reveladores pues en muchos casos vemos cosas dadas por ciertas erróneamente por décadas y hasta siglos. 

Cambiar la mentalidad de un pueblo es un asunto titánico.  

Decirle a una persona que está equivocada, que sus creencias son fantasías, que su verdad siempre fue una mentira, que su comportamiento es inadecuado ¡miren! Eso es muy difícil…  

Imagínense a todo un pueblo…  

Lo mejor de este asunto es que, por lo regular, los pueblos tienen más cosas buenas que malas pero una sola de esas cosas malas sería capaz de “eclipsar” al conjunto nación en su totalidad.  

Una de “esas” cosas malas de la que adolece mi pueblo, es decir, la Republica Dominicana, es el olvido. La indiferencia con la que asumimos a “esos” que nos han hecho un daño y que “andan por ahí” …como si nada.  

Nos olvidamos de los crímenes de los Trujillistas, de los que se apropiaron de las industrias del estado cuando cayó ese régimen tiránico, despreciable, abrumador…y todavía por ahí andan miles alabando eso…pero e vel da!  

Nos olvidamos que tuvimos unas elecciones libres y limpias en el 62 y que el futuro de todos se vio “pospuesto” cuando los gringos, si, esos mismos con los que vivo, quitaron al elegido e impusieron un gobierno títere, Joaquín Balaguer, que velara por sus intereses forzando a miles a emigrar.  

Nos olvidamos del pensamiento de Abel Hasbun, de Fernández Domínguez, de Orlando Martínez, de Henríquez Ureña y hasta del mismísimo Duarte por no decir de todos nuestros grandes muertos o asesinados.  

Nos olvidamos de que muchos políticos, llegados después de esos desmanes, se hicieron millonarios de forma “milagrosa”. Del PRD y del PLD. Y que los que están ahora PRM, están compuestos de muchos de aquellos que estuvieron…  

Aunque las cosas con el actual presidente, Luis Abinader, parecen ir por buen camino, no debemos “olvidar” que estamos compuestos por una sociedad acostumbrada al caos, al silencio y al olvido.  

Tenemos pendiente recuperar ¡todo lo robado! desde Trujillo hasta el presente. Recuperar la memoria histórica y enjuiciar ¡hasta a los muertos! Demandar al gobierno norteamericano por invadirnos e interferir con nuestro destino.  

El aparente crecimiento económico del que gozamos, no debe ser ceguera de que, podríamos estar cien veces mejor si no hubiésemos tenido tantos ladrones, criollos y foráneos, metiendo la mano en contra del bienestar de todos.  

Las drogas, la música plebe de vocabulario soez y depravado, los corruptos funcionarios, entre otras cosas, se han ido insertando en la “naturalidad” cotidiana de la sociedad. Pronto, los sesentones pasarán al olvido dando rienda suelta a esta nueva generación de orgias en donde los jóvenes buenos serán devorados por los malos.  

Una sociedad de caos, silencios y olvidos. No augura nada bueno, ni siquiera teniendo como escenario el paraíso. Al final, las playas solitarias, bañadas en silencios y olvidos… bien lejos del caos. ¡salud! máximo caminero 

JPM

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