¿Progreso o Supervivencia? El costo oculto del desarrollo

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

El cambio climático es una realidad innegable que, por el momento, no parece tener solución sin implicar una disminución en el crecimiento económico de los países. Esto se debe, en gran medida, a la explotación de los recursos naturales sin límites y a la producción y consumo de energía de fuentes fósiles o no renovables que contaminan el aire, el agua y el medio ambiente.

Términos como crecimiento, progreso o desarrollo se utilizan, con frecuencia, para referirse al bienestar o la prosperidad aplicándolos a modo de sinónimos cuando, realmente, no son tales: mientras, el desarrollo sostenible apela a una concepción de la prosperidad y bienestar que incluye dimensiones cuantitativas en lo social, ambiental y lo económico.

Los desequilibrios globales del planeta, manifiestos al final del siglo XX e inicios del siglo XXI (cambio climático, aumento de la pobreza, agotamientos de recursos, escasez alimentaria) llaman la atención sobre la insostenibilidad del crecimiento medido exclusivamente según indicadores cuantitativos. De ahí, el balance que debe haber entre crecimiento y desarrollo o desarrollo sostenible.

La Iglesia católica se ha pronunciado con motivo de la celebración de la Semana Santa y en la lectura de las Siete Palabras que pronunció Jesús en la cruz y ha expresado su protesta por la explotación de los recursos naturales del país sin políticas públicas apropiadas, pues solo se toma en cuenta la opinión de las grandes corporaciones y estructuras de poder y dejando de lado las opiniones de las comunidades, en esos grandes proyectos.

La Iglesia católica ha criticado durante su intervención la lógica económica que prioriza la rentabilidad por encima del bienestar ambiental, señalando que las políticas públicas actuales han sido cómplices del daño ecológico y hace un llamado a la acción estatal.
Se citan los ejemplos de los casos locales como los conflictos mineros en Cuance, San Juan de la Maguana y en Cotuí, donde, según se informó, el estado ha favorecido intereses empresariales por encima de la protección de los recursos naturales (ríos y montañas) y de las comunidades.

No se trata de hacer minería donde salga más barata, se trata de que lo primero sea que se haga, donde sea ambientalmente sostenible. El estado debe sentarse primero con las comunidades, no con las empresas. Lo primero es asegurar la vida de la gente y asegurar el medio ambiente.

Se han ignorado los límites ecológicos de biocapacidad en el planeta Tierra, y no ha sido tenida en cuenta la complejidad de las interacciones entre sus sistemas vivos.
Se aspira a un desarrollo sostenible (según el Informe Brundtland de 1987), que sea capaz de «satisfacer las necesidades presentes de la humanidad sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las suyas». Para que el mundo sea sostenible es preciso cumplir con tres condiciones esenciales: 1.aprovechar los recursos renovables acorde con su renovación, 2.no consumir los recursos no renovables a mayor velocidad de lo que precisa y 3.producir contaminación y residuos sólidos a tasa que la tierra pueda asimilar.

Se sabe que la explotación de las minas de oro arrojan mucha contaminación, causan deforestación y desplazamiento de los lugares a sus pobladores, cambiándose su hábitat; las industrias producen desechos que contaminan, la agropecuaria y los desechos sólidos como la basura y los plásticos contaminan así como los automóviles contaminan el aire. Para todo esto debe haber regulación a través del establecimiento de políticas públicas efectivas y equitativas.

El ministerio de medio ambiente y recursos naturales deberá disponer de medidas preventivas para evitar el uso de los recursos de manera excesiva como son la explotación de bosques, minas, canteras, la contaminación del mar y los ríos así como la realización de los  estudios de factibilidad para el otorgamiento de concesiones y licencias.

Hoy más que nunca hay que tomar consciencia de la importancia de diferenciar entre crecimiento y desarrollo pues los costos encubiertos para lograr el desarrollo implican un uso irracional de los recursos naturales (sin límites) que compromete los recursos que le toca disfrutar a las nuevas generaciones. El camino correcto es trabajar de cara al desarrollo sostenible e inclusivo.

of-am

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