Por un tren que cruce el país

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La primera revolución burguesa de la humanidad fue la Revolución Inglesa del siglo XVII o llamada también Revolución Gloriosa. Este cambio societal que se originó luego de la guerra civil inglesa entre 1642 y 1651, y que culminó con la gran revolución de 1688, que lanzó por los aires hecho pedazo, el dominio de los señores feudales. Después que la clase burguesa derrotó el feudalismo, el Estado inglés fomentó la inversión, el comercio y la innovación. La naciente sociedad inglesa inició un descomunal programa de infraestructuras, entre las que se cuentan carreteras, canales y vías férreas, permitiendo este conjunto de obras la llegada de la Revolución Industrial, movimiento científico creativo que encauzó por senderos de progreso y desarrollo a ese gran país. Lo anteriormente expuesto es para que veamos que ninguna sociedad se desarrolla sin grandes obras de infraestructuras. En el caso nuestro, el transporte, es una asignatura pendiente del Estado Dominicano que todavía está camino a resolverse. Hasta que la nación no sea dotada de una gran infraestructura vial, como lo es un tren a escala nacional, la dinámica de crecimiento sería más lenta, y el desarrollo del país se colocaría más lejos. No podemos permanecer prácticamente desconectados en términos de transporte a grandes distancias, ya que esa situación origina una anfractuosidad en el desarrollo de muchas zonas del territorio dominicano. Es por eso que creemos que ha llegado la hora de que el Estado Dominicano asuma la construcción de un tren, tanto de carga como de pasajeros, que en su movimiento de mercancías y personas, contribuya a reducir costos y tiempo en la vida social y económica del país. De parte de nuestros hombres y mujeres de empresa no parece ser una tabarra la constante queja de lo oneroso que resulta el transporte de carga en ese sector. Pero igualmente, la falta de un transporte a gran escala, que mueva a diestra y siniestra gente y mercancías, nos sumerge en la sensación de atomismo y de evanescencia. Un tren que toque los dos puntos más distantes de nuestro país resolvería el problema del transporte a las grandes mayorías que van de un apartado lugar a otro, abaratando de esa manera la mano de obra vernácula. Un tren nacional permitiría grandes distancias al menor costo. Hay que destacar que ya tuvimos una primera oportunidad de construir un tren, y eso fue cuando el CEA contaba con rieles que tocaban diferentes puntos del país, pero que la falta de vigilancia y la pobre visión de algunos permitieron que esa infraestructura fuera hurtada y vendida como chatarra. Se pensará que un tren es una obra que para un país como el nuestro sería imposible por sus elevados costos. Sin embargo, esa idea negativa está muy alejada de la realidad. Y es que si el Estado Dominicano llega a un acuerdo con otro estado, la República Dominicana no tendría que poner un solo centavo para la construcción de esa majestuosa pero necesaria obra de infraestructura. Más, disentimos que esa labor de construir un tren de carga y personas se deje en manos de empresarios privados, que al final se darían a la especulación y el agiotismo, pues la nación tiene fresca en su mente el triste resultado del sector eléctrico, que en manos privada únicamente ha servido para hacer multimillonario a un grupito, sin ni siquiera suministren el servicio por el cual reciben cientos de millones de dólares del gobierno. Empero, si el Estado Dominicano suscribe un acuerdo-permuta, en donde le autorice a algún país que produzca grandes volúmenes de mercancías (como Japón, Alemania, Estados Unidos, Corea del Sur, Francia, Inglaterra o China Continental), un espacio para usufructuar por 30 años, para instalar una zona libre, que le permita la venta de sus mercaderías en toda la zona (Sería una de las zonas libres más grandes del mundo, pues podría contar con mercado en Antillas Mayores, Antillas Menores, Centroamérica, Suramérica, Norteamérica), no lo pensaría dos veces, pues un acuerdo como ese le daría grandes ventajas en este mundo de competencia. Con la búsqueda de mercados de estos países, que necesitan darle salida a sus producciones, es difícil rechazar una propuesta como esa. Resulta menos lesivo un acuerdo entre estados, que otorgarle prerrogativas a grupos empresariales que solo buscan ganancias exorbitantes a costa del país. Una zona libre en el país otorgaría miles de empleos directos e indirectos, y también contribuiría a la dinamización del área en términos económicos. Elaboremos pues el proyecto del tren nacional a partir de la negociación de estado a estado. El país necesita enlazarse económica y socialmente, y esta vía sobre rieles nos llevaría directamente a un salto cualitativo de progreso y desarrollo.

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