Periodismo y los tentáculos del poder

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El AUTOR es abogado. Reside en Santo Domingo

El siglo XXI llegó con transformaciones radicales en los medios de comunicación y en los modos de hacer periodismo.

Este giro trajo consigo que la mayoría de los medios de comunicación, para salvar su negocio, que no era hacer buen periodismo, sino hacer dinero, introdujeran varios cambios: así se divorciaron de los periodistas de calidad, esos que le exige y cuestiona a los poderes de turno.

No hay sorpresa: los medios siempre han sido negocio económico y político. Pero ahora han perdido el decoro, muchos de ellos, y se les ve la costura evidente de cómo la información que producen es una mercancía política y económica.

Así, llegamos a medios complacientes con el poder de los anunciantes y de los gobiernos.

El resultado final de todas estas prácticas es que se produce una disyuntiva traumática entre negocio o periodismo.

Y los buenos periodistas se ven obligados a dedicarse a otras actividades, ya sea escribiendo libros o dictando clases en las universidades o creando redes para sobrevivir con calidad y dignidad.

Los gobernantes se han dedicado a emplear la comunicación cada vez con mayor intensidad porque su negocio es la seducción para que la gente los quiera.

Así, los gobiernos se han convertido en actores mediáticos: se prefiere actuar, decir, comunicar antes que hacer y resolver los problemas de la población.

No les interesa la democracia o la libertad de expresión, o la calidad periodística, les importa es imponer su relato como hegemónico, su versión única de la historia y la política. Por eso gobiernan como celebrities, para emocionar más que para transformar.

Para ellos, los medios seguirán siendo instrumentos y actores políticos, pero una sociedad requiere y exige de buenas historias sobre su realidad, y esas historias solo las pueden proveer los buenos periodistas.

Desafortunadamente, siempre ha habido y siempre habrá amenazas y marginación para esos buenos periodistas que pretenden pedir cuentas al poder.

Hay gente poderosa que no quiere que se cuenten determinadas historias. Y los periodistas que hacen preguntas e insisten en desvelarlas se meten en problemas.

Sin ponernos demasiado pretenciosos, podríamos decir que la misión de un periodista es básicamente investigar, reunir información precisa, y trabajar con independencia.

Vivimos en una época con un formidable nivel de libertad de expresión, pero no disponemos de las estructuras que nos proporcionen información de calidad. No tenemos garantizado el tipo de información que queremos en una democracia.

Debemos pensar cuál es la arquitectura que necesitamos para dotar de apoyo al periodismo, y para que haya medios de interés público que puedan mantenerse al margen de los tentáculos de los poderes políticos y económicos.

Necesitamos profesionales que se dediquen al periodismo que incomoda a los gobiernos. El buen periodismo trata sobre el interés humano, sobre las vidas de la gente, sobre cómo les afectan las cosas que pasan.

En resumen: tenemos un déficit democrático que es preciso solucionar. La solución requiere crear una estructura nueva que permita que el periodismo se financie de una manera independiente.

De ese modo, emplearemos a los jóvenes que se han entrenado para ser buenos informadores y solucionaremos una necesidad democrática. Pienso que es un problema muy fácil de arreglar. Más aún, me pregunto por qué no se está haciendo ya?

jpm-am

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