Patricia, cine, sensibilidad y dominicanidad

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POR PEDRO JULIO RAMIREZ

SANTO DOMINGO.- Belleza y vitalidad. De estos dos méritos señalados por el citado crítico, la belleza me remite a un texto de Juan Bosch: “El artista, con su arte, crea belleza, la belleza produce bien del alma, el bien del alma conduce a la bondad y la bondad, señores, es lo que debe perseguir el hombre sobre la tierra.”

Testimonios de personas que han visto “Patricia, el regreso del sueño” dan cuenta del regocijo que le produce el disfrute de la belleza de su país, presente en esta película como telón de fondo de la historia que narra. Si a la mayoría de espectadores le produce “bien del alma” y orgullo patrio, entonces una buena parte de los propósitos de este filme están logrados.

Sergio Martínez, crítico de cine chileno presente en Montreal, se refirió a Patricia en estos términos: “Me parece que enfoca muy bien el problema de la inmigración. La parte emocional y al mismo tiempo la parte social. Está muy bien lograda la película,  con alegría y al mismo tiempo con emoción.”

Alegría y emoción. Si un espectador crítico de tierra lejana apreció estas dos cualidades, queda implícito que la película tiene buen guión, coherente y convincente. Porque para provocar estas dos emociones se debe tener una buena estructura dramática, personajes orgánicos y actores profesionales que interpreten con credibilidad sus personajes. Y todo eso lo tiene esta película.

Al salir de la sala de cine, luego de ver Patricia, mi amigo Manuel me hace estas reflexiones: “Esta película tiene varios niveles de lectura e interpretación. En un primer nivel está la historia de amor que sostienen los personajes principales y que es el hilo conductor de la película. Una historia sencilla y sin pretensiones que puede ser apreciada por cualquier tipo de publico.  En segundo nivel está el contexto audiovisual dentro del cual transcurre la historia. Que para mi es tan y quizás más importante que la historia central, ya que está lleno de imágenes poli semánticas alusivas a la dominicanidad, con todo lo que ello implica.”

Aunque andaba con prisa, me detuve a seguir escuchando a Manuel, quien tiene un doctorado en Literatura Latinoamericana, por la Universidad de Paris/8 y cuyo comentario me llamo poderosamente la atención.

“Un tercer nivel, prosiguió comentando, son los diálogos. Tras una aparente sencillez, dentro de ellos discurren, casi imperceptiblemente, textos, máximas y reflexiones de grandes escritores y conocidos pensadores. Aunque en la parte final de la película aparezcan una o dos escenas con diálogos que nos recuerden el melodrama televisivo, eso no ensombrece el atractivo y la calidad de todos los diálogos que anteceden a estos.”

Los comentarios de Manuel me animaron a escribir estas notas sobre las emociones que produce esta película, el placer visual que genera y las claves imperceptibles que, al parecer, utilizaron para provocar estos sentimientos.

Teóricos soviéticos del cine establecieron, en el siglo veinte, el principio de que  “…en el cine, el texto es un pretexto.” Así está asumido el cine en “Patricia, el regreso del sueño”. La historia que escuchamos a través de los parlamentos de los personajes, digerible  en un primer nivel de apreciación, no es más que un pretexto para colocar la imagen en movimiento como protagonista. Imágenes portadoras y provocadoras de emociones. Todas con una carga de significados diversos en torno a la dominicanidad y las expresiones sensibles de ésta, a través de las diferentes manifestaciones artísticas apreciables en el film.

En este segundo nivel de apreciación se pone de manifiesto en todo su esplendor el concepto cine. Asumido este como “…el arte de la expresión sensible con imágenes en movimiento.”

No me agrada el cine donde los personajes no paran de hablar de principio a fin de la película, sin espacio expresivo para la imagen, la protagonista del séptimo arte.

En “Patricia, el regreso del sueño” la imagen juega un papel estelar, no decorativo, sino significativo, protagonizando varios de los mejores momentos de esta película.

Manuel ubicó los diálogos en un tercer nivel de apreciación, notó la presencia de notables escritores y grandes pensadores detrás de unos parlamentos aparentemente sencillos, pero no recordó nombres, ni textos a pesar del esfuerzo que hizo.

Luego de repensar en los diálogos que escuché en Patricia, le puedo mencionar algunos de los autores que identifiqué. Adecuados a las necesidades estructurales de la historia y en algunos casos dominicanizados, en esta película fluyen casi imperceptibles, textos de Seneca, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Jean Paul Sartre, Miguel de Cervantes y Julio Cesar, entre otros. Todos con reflexiones que fortalecen la viabilidad y credibilidad de la historia que cuenta esta película dominicana.

El espectador avezado podrá apreciar, detrás de una aparente sencillez, la profundidad de unos diálogos sustanciosos que enriquecen la experiencia estética de esta película.

Es comprensible que los que se quedan en el primer nivel de apreciación, no puedan apreciar en toda su magnitud la calidad de esta película, sobre todo los que se sientan en el cine, no a disfrutar la película, sino a tratar de buscarle presuntos fallos y aspectos objetables sobre los cuales tratar de sustentar una inviable descalificación de esta propuesta cinematográfica.

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