Stalin, la gallina y el mensaje socialista

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EL AUTOR es escritor. Reside en Nueva York

En múltiples ocasiones en que he tenido el privilegio y el honor de compartir mis modestas opiniones a través de este prestigioso medio digital, he manifestado que, en todo el discurrir en la historia política de la humanidad, no ha existido una doctrina política tan perversa, criminal, mentirosa y destructiva que el socialismo izquierdista.

No solo ha ocasionado miseria en los pueblos donde se ha asentado, no solo ha llevado el odio y la división en donde germina la semilla de sus intrigas, sino que también, ha sido la ideología política que más muertes ha ocasionado  directa e indirectamente a más de 100 millones de seres humanos, a lo largo y ancho del planeta a causa del despotismo, el totalitarismo, el terror,  la represión y los asesinatos que han llevado a cabo en sus gobiernos sus principales dirigentes históricos.

Líderes como Vladimir IIyich Ulyanoc «Lenín»,  Mao Tse Tung,  Saloth Sar mejor conocido como «Pol Pop»,  Kim II Sung,  Mengistu Haile Mariam,  Nicolae Ceausescu,  Josip Broz Tito,  Joseph Vissariónovich Dzhugashvili más conocido como «Stalin»  y  Fidel Alejandro Castro Ruz,  han ejercido el poder sustentado en el miedo, la manipulación y el asesinato sin contemplación de todo aquello que se opusiera a su régimen. Han sido bestias políticas asesinas, cuyos corazones nunca sintieron ni un ápice de compasión por el otro que no pensara como ellos. En ese tenor, me voy a referir a uno en particular el cual, a través de una anécdota histórica cruel e insensible, nos describe a plenitud la maldad que se anida siempre en el sentir de estos dirigentes socialistas y que es el denominador común en todos ellos.

Sinopsis de un genocida: Joseph  Stalin 

Joseph Stalin como buen alumno de su  maestro «Lenín», superó a este en cuanto a crueldad, crímenes y la implantación del terror en la Rusia de la Segunda Guerra Mundial, la cual le tocó dirigir. No podemos afirmar que Stalin trajo el pavor político en Rusia, sino que superó en gran medida el que ya había dejado el padre de la Revolución Bolchevique, Vladimir IIych Ulyanoc «Lenín».

El pueblo ruso de 1930, comenzó a conocer lo que era el terror político cuando Stalin inició lo que la historia política define como «La Gran Purga», donde cientos de miles de hombres del partido, opositores o ciudadanos que mostraron cierto ápice de negación hacia el régimen, fueron detenidos, hechos prisioneros, enviado a campos de concentración y la mayoría ejecutados en paredones, un estilo que imitó a sus anchas Fidel Castro Ruz en Cuba.

Fue la manera en que Stalin consolidó su poder y se libró de la disidencia trotskista y leninista de todos los órganos soviéticos. Su ideal criminal fue tan excesivo, que eliminó a más de mil miembros del propio Partido Comunista e inició una purga en el Ejército Rojo, en donde fueron ejecutados almirantes, mariscales, comandantes y unos 154 generales y comisarios del ejército, dejando casi acéfala la cúpula militar, la cual reemplazó por militares leales, pero sin experiencias, todo ello de cara a la Segunda Guerra Mundial.

En su afán de convertir a  una Rusia agrícola en un país industrializado,  desequilibró la agricultura al disminuir las siembras junto a la colectivización,  conllevó a crear una hambruna  que mató a unos once millones de personas, siendo en su mayoría de origen ucranianos, lo que se conoció como el «Holodomor». Esta matanza insensata fue lo que motivó al historiador británico Robert Conquest a escribir su libro en ese sentido y titularlo: «La cosecha del dolor». Este tipo de genocidio contra el pueblo ruso,  inspiró a otro dictador que alcanzó el triste privilegio de ser el mayor asesino en la historia, matando gente y provocando una hambruna sin parangón: Mao Tse Tung en la República Popular  China.

Otro autor que recogió el genocidio socialista de Rusia, desde Lenín hasta Stalin, fue el renombrado escritor ruso y Premio Nobel de Literatura, Alexander Solzhenitsyn, quien fue prisionero en un campo de concentración y cuyo famoso libro «El archipiélago Gulag» que tuve el privilegio de leer, señaló que este binomio que tanto alaban y siguen los utópicos izquierdistas que se «olvidan» de la historia cuando  les conviene, asesinaron en Rusia a 66 millones de seres humanos. No cabe duda que fueron dos genocidas consumados y llenos de crueldad a lo largo de la historia.

Stalin y la anécdota de la gallina

El dictador comunista Joseph Stalin fue el protagonista de una anécdota que recoge la historia moderna,  más propia de la mente del director de cine británico Alfred Hitchcok  conocido como  «El mago del suspenso» por sus películas de terror y de ansiedad  y no  la del jefe de Estado de la Rusia de entonces.

Estando en una sala en una reunión con funcionarios de su gobierno, Stalin pidió que le trajeran una gallina. Una vez complacido, la agarró por la cabeza con una mano y con la otra comenzó a desplumar al ave. La gallina atormentada por el dolor, intentó escaparse, pero no pudo. Así de esta manera, Stalin logró quitarle todas las plumas y les dijo a sus ayudantes: «Ahora observen lo que va a suceder». Puso a la gallina en el suelo y se alejó un poco de ella y agarró en su mano un puño de trigo mientras sus colaboradores observaban  atónitos como la gallina, asustada, adolorida y sangrando aún, corría detrás de Stalin mientras este le tiraba puños de trigo y daba vueltas en la sala.

La gallina lo perseguía por todos lados. Entonces, Stalin mira a sus ayudantes, quienes están sumamente sorprendidos y les dice: «Así de fácil se gobierna a los estúpidos». Vieron como me persiguió la gallina a pesar del dolor que le causé? Así son la mayoría de los pueblos, persiguen a sus gobernantes y políticos a pesar del dolor que les causan por el simple hecho de recibir un regalo barato o algo de comida para uno o dos días.»

Es muy probable que los amables lectores piensen que, esta anécdota de este asesino comunista narrada más arriba,  no sea mas que un exabrupto o un pensamiento propio de Joseph Stalin, pero no, es algo mucho más que eso, pues representa la real percepción que tiene la ideología marxista-leninista para manejar a los pueblos que caen bajo la égida de su filosofía política.

En varios artículos que he escrito sobre el tema, sostengo que provocar el hambre en los pueblos bajo los gobiernos comunistas, socialistas o izquierdistas, es algo  constante,  porque no es más que una manipulación política para doblegar la voluntad de los gobernados y tenerlos preocupados, no en buscar su liberación, sino en satisfacer las necesidades alimentarias suyas y la de sus seres queridos.  En otras palabras, es distraerlo de la lucha política por la de la supervivencia.

Si nos atenemos a la propia historia moderna, ella así lo confirma pues Mao Tse Tung la provocó en la China Popular causando millones de muertos; la dinastía de los Kim en Corea del Norte, a lo largo de su dictadura eso ha sido pieza clave; y en la Rumanía del dictador Nicolás Ceauscescu, el hambre fue protagonista. Y ya en la propia América Latina, eso ha sido el patrón en la Cuba comunista de los Castro Ruz con su famosa «libreta de abastecimiento» de comida implementada en el 1963,  la cual tuve la oportunidad de tener en mis manos en mi viaje a La Habana y visitar una de las paupérrima «bodegas» en donde se pueden usar.

La Venezuela chavista

El caso más reciente, lo tenemos en la Venezuela chavista, convertida hoy en una colonia cubana, en donde para las familias adquirir una caja de «alimentos» llamadas los «Clap», carentes de nutrientes y que se ha convertido en un pingue negocio para los jerarcas del gobiernos, hay que ser chavista y tener el llamado «Carnet de la patria», pues de otra manera, una familia no come.

En consecuencia, si nos atenemos a esos ejemplos podemos concluir que lo dicho por el criminal Joseph Stalin a sus colaboradores, cuando puso su desgarrador y cruel ejemplo con la gallina al compararlo con los pueblos, tenemos que concluir necesariamente, que la manipulación del hambre en los pueblos sometidos por la férula de los gobiernos comunistas, forma parte de su metodología política. No fue un mero exabrupto de Joseph Stalin, sino la manera de un procedimiento marxista-leninista que él quiso explicarle a sus ayudantes con una demostración insensible.

Con justa razón fue que el poeta  Hesíodo,  considerado el primer filósofo griego, autor de obras notables como «Teogonía» y «El escudo de Heracles» dijo una vez:  «El hambre es la  compañera inseparable del perezoso».

Al parecer, los comunistas lo entendieron muy bien y fomentaron la pereza a través del hambre, porque saben que la misma conlleva a la negligencia, el tedio y el descuido de los seres humanos en cualquier actividad de su diario vivir.

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