República Dominicana está sola

 

El contraataque haitiano

Durante la Segunda Guerra Mundial los pilotos alemanes se rotaban alternativamente  para machacar  a un territorio. En cada ejercicio se desplegaban ataques anfibios, de la Armada y de la Infantería, de los comandos quinta columnas,  del enemigo interior,  y de los espías. De pronto, el territorio quedaba convertido en un infierno. El fuego llovía desde el cielo;  surgía desde el mar con  fuerza volcánica  y la infantería de blindados se desplazaba con sorprendente velocidad. Es guerra de movimientos. Guerra sin tregua de armas combinadas. Guerra total.  La maniobra se desarrolla con tal rapidez que el enemigo quedaba completamente desencajado.  Esas operaciones eran llamadas Blitzkrieg o guerra relámpago.

Algo semejante han padecido los dominicanos en las últimas semanas. El inicio del ataque lo hizo el Primer Ministro haitiano, Evans Paul,  quien acusó al país ante las Naciones Unidas, tildándolo de provocar una crisis humanitaria y pidiendo la intervención del Secretario General,  Ban Ki Moom. Inmediatamente, el 19 de junio Martelly se desplazó en viaje privado a Nueva York para darle instrucciones a sus cabilderos.  Hubo buena cosecha. Llueven los ataques. Se destapa Bill Di Blasio, el alcalde de Nueva York; Denis Coderre, Alcalde  de Montreal y  el alcalde Walsh,  de Boston,  todos claman para que se boicotee el turismo a República Dominicana.  Martelly lanza un ultimátum a los dominicanos: no recibirá a los repatriados de su país. Es decir, que los haitianos no tendrán derecho a volver a su país. ¿ Privar a los haitianos del derecho a vivir en su país, no es sembrar una crisis humanitaria?  El 25 de junio, el Primer Ministro,  Evans Paul,  apodera al Alto Comisionado de las Naciones  Unidas (ACNUR)  y a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)  de una petición formal para que intervenga en la crisis humanitaria y pare a los dominicanos. El 26 de junio vuelve al ataque;  machaca al país   en una entrevista en  Radio Francia Internacional;  la irradiación del ataque  llega a Europa, África  y Asia.

Posteriormente, le tocó el turno al gordo Bocchit Edmond, embajador haitiano ante la OEA. Fue un ataque de tal brutalidad, que el Canciller Navarro,  mareado por la hipocresía haitiana, no lo creía. Pronto  se dará cuenta de  que son capaces de cosas peores.  Mientras se hallaba en Washington, Navarro  se entera  de que Martelly le ha pedido una cita  al Papa durante su próxima visita a Quito (Ecuador). Martelly quería arrancarle al Papa una declaración contra la República Dominicana que tuviera repercusiones mundiales. Para defender a su país,  el Canciller Navarro tuvo que trasladarse inmediatamente a Roma, para darle explicaciones a la Cancillería del Estado vaticano, y evitar que el Santo Padre, manipulado por un bailarín, insulte a los dominicanos.  El canciller  no  había pisado suelo dominicano, cuando la Cancillería recibe el informe  de  Human Rights;   se produjo la rueda de prensa de José Miguel Vivanco, director de la ONG,  sus declaraciones mentirosas y difamatorias salieron en todos los noticieros del mundo.  El 9 de julio fue convocado el Consejo de Países de la OEA para escuchar la embestida del Canciller haitiano, Lerner Renauld, precedida de una salva de insultos zafios de los embajadores del CARICOM,  el ataque fue enfrentado por el embajador dominicano Pedro Vergés, quien desmontó pieza por pieza el embeleco de  todas sus mentiras.

Tres días después,  una Misión de la OEA se presenta en el país para comprobar 1. Si, en verdad, hay crisis humanitaria; 2. Si ya se han producido deportaciones masivas; 3. Si se han violado los derechos humanos. El Secretario General de OEA, Luis Almagro, refiriéndose a nuestro país, declaró lo siguiente: “Es una isla, y cuando es una isla no hay dos países, hay un solo país, aunque sea una isla grande como Australia”.  Hablaba el señor Almagro como si representara un supra poder,  como si su cargo estuviera muy por encima de los Estados. Un atropello del principio de no intervención y de la Carta de la OEA. Tras haber insultado a nuestro país,  Almagro quiso  echarle la culpa a los periodistas. Menudo irresponsable . El 20 de julio, durante la reunión del GRULAC (Grupo América latina y del Caribe), el embajador haitiano ante las Naciones Unidas, Denis Regis,  sin que se hayan producido aún las repatriaciones,  acusa al país de provocar una catástrofe humanitaria. El 21 de julio se inician las movilizaciones en Puerto Príncipe, apoyada por las ONG,  el Primer Ministro, Evans Paul, declara  ante los  manifestantes antidominicanos que no le pedirá disculpas a los verdugos, y las ONG ,  por su parte, han divulgado al mundo un comunicado en el que dice lo siguiente: . Los negros, especialmente aquellos que el antihaitianismo ha escogido como víctimas son  apaleado, masacrados, mutilados, colgados, tiroteados , separados  brutalmente de sus familias,  desconectados de sus raíces, despojados de sus bienes y expulsados hacia Haití  (Le nouvelliste, 21/7/15).  Estamos ante un pueblo de auténticos mitómanos. Envenenados por el resentimiento,  infestados por la mentira y el odio. Mentes esquizoide que se inventan persecuciones y matanzas.

Si este estado de acoso, de angustia,  de depredación moral no es la guerra, ¿qué es, entonces, la guerra? En esta sorda batalla, la República Dominicana está sola.  Ni sus empresarios  ni sus  periodistas ni sus intelectuales ni sus políticos ni sus gremios y asociaciones  la han acompañado, salvo  contadísimas excepciones. Y no digamos fuera de nuestras fronteras, donde llueven chuzos de fuegos, y todo el veneno que han sembrado los haitianos. Y  lo peor de todo,  es que  todavía hay gente que cree que nuestros intereses vitales serán defendidos por la decencia ajena. En un mundo  donde no se respeta la verdad, ni la seguridad, ni el legado de nuestras sociedades ni los derechos de los pueblos.

¿Cuál es el objetivo de la guerra diplomática que Haití lleva a cabo contra la República Dominicana?

  • Se trata, en primer lugar,  de deteriorar la imagen internacional del país. Nuestra superioridad material quedará eclipsada por la inferioridad moral producida por un proceso de deslegitimación del  Estado dominicano, mediante una acumulación de informes plagados de mentiras. Informes del Departamento de Estado, de Human Rights, del Centro Bonó, de Participación Ciudadana etcétera, etcétera.
  • Los haitianos han configurado un sistema de alianzas en contra de la República Dominicana. Han dañado definitivamente nuestras relaciones con los países del CARICOM; cuentan  con el apoyo de decenas de ONG que se han transformado en peones de la política exterior de Estados que influyen para que se les traspasen los problemas haitianos a los dominicanos. El Estado haitiano quiere empujar al dominicano a tomar decisiones contra sus propias instituciones.                   En los tres discursos que definen el derrotero de su política exterior : el de Michel Martelly ,en Barbados; el de Lerner Renould, ante la OEA y el Denis Regis ante la ONU, se ha sembrado la idea de que en la República Dominicana hay dos poblaciones derechohabientes. La de los dominicanos pura y simplemente;  y la de los haitianos  a los que, según su particular visión del mundo,  le corresponde  la nacionalidad dominicana. Todo el objetivo haitiano se basa en la exigencia del sacrificio de nuestro territorio, y la posibilidad de que la salida del conflicto que ellos han creado, pueda producir una colonización definitiva del territorio dominicano.
  • Se ha generado una mentalidad antidominicana, de odio a nuestro país, que quiere que sintamos vergüenza de ejercer la soberanía ¿cómo es posible que la defensa que se hace de nuestro país sea  hacer gala de que  no estamos aplicando nuestras leyes? Que los haitianos invadan los hospitales, las escuelas y se apropien de los empleos y nosotros nos jactamos de decir que ante esa barbarie para cualquier  país,  miramos para otro lado.
  • Hay otros hechos supervinientes que pueden entrar en nuestro entorno, y afectar brutalmente a nuestro país. Son  un hecho contundente que las Naciones Unidas han llegado al límite de la cooperación en lo que se refiere a Haití.  Todos los proyectos internacionales que han implantado en ese país han fracasado rotundamente.  El  Gobierno de CIRCH, presidido por el Presidente Bill Clinton y el Ministro haitiano,  Jean Max Bellerive se volvió aguas de borrajas. No tuvo resultados apreciables. Las Naciones Unidas no son la caja chica del Gobierno haitiano, y ya no es posible mantener los costos de la misión. Los países intervinientes tienen sus propios problemas,  y no les interesa cargar con Haití ni convertir una circunstancia temporal  en un problema permanente.  Los dominicanos podrían ser víctimas de dos maniobras diabólicas. Una,  destinada a esconder  el rotundo fracaso de Naciones Unidas, tras doce años de presencia en ese país y la otra, dirigida a evitar que los escándalos de los Clinton en Haití  entren como un desagradable buscapié en la próxima campaña electoral y erosionen brutalmente la imagen de Hillary Clinton, candidata  del Partido Demócrata.  Al parecer, a ambos les convendría una crisis de gran envergadura  entre Haití y la República Dominicana.  Porque podría servir de tapadera de los escándalos y  de las trapacerías   dejadas por los Clinton en Haití,  y de paso desvanecer ante el mundo el papel mediocre desempeñado por  la misión de Naciones Unidas en ese país. Son cálculos maquiavélicos. Pero no sería la primera vez,  que para ganar una elección  un   grupo de poder estadounidense desorganice un país. O, peor aún, lo haga desaparecer.

El objetivo haitiano ha sido desmantelar al Estado dominicano. Se ha echado al vuelo la idea de que la solución de los males que padece Haití tiene su origen en la resistencia de los dominicanos a aceptar a los haitianos como porción componente de su nación.  El resentimiento que manifiestan sus grandes intelectuales, que parten del principio de que los dominicanos son culpables de albergar sentimientos hostiles frente a los haitianos, que para demostrar  que no se tienen esos resentimientos hay que dedicarse a destruir la soberanía dominicana. Menudo chantaje.

Debemos perderle el miedo a las ideas. ¿Hacia dónde nos llevan todas estas maniobras, todo ese movimiento social y político dirigido contra nuestra propia existencia?

  • Una soberanía compartida con los haitianos sería el final del Estado que ha dado sentido a nuestra historia. Sería perder el sentido inicial de nuestra vida como nación, echar por tierra la hazaña de los hombres que concibieron la Independencia nacional de 1844.  Si se cae en la emboscada del Estado binacional, capitaneada por los que promueven el  Plan Quisqueya, del Grupo Vicini Acra y de otros grupos empresariales,  terminaríamos  traspasándole derechos políticos a los haitianos, y perdiendo definitivamente nuestra autodeterminación como nación independiente.
  • La fórmula del Estado federal tampoco es una solución. Porque no hay soberanía ni autodeterminación de la nación en un Estado federal.
  • Algunos suponen que impondrán sus experiencias de laboratorio social.  Que los dominicanos  se dejarán arrebatar el país sin batirse. Que renunciarán a los hospitales. Que se privarán permanentemente  de los empleos; que abandonarán sus ciudades a esta marejada humana que no tiene consideraciones de ningún tipo.  Que derribarán su bandera y que,  finalmente,  perderán el poder político. Son esos los cálculos políticos. Son  enfoques desconectados de la realidad. Los dominicanos no se dejarán arrebatar su país.
  • La unificación de la isla hecha a la mala traería la fragmentación del territorio nacional.. La sociedad comenzaría a balcanizarse. Cuando se rompe un Estado, nace el caos. Emerje el deseo de pertenencia. La necesidad de identidad. Dominicanos y haitianos representamos dos proyectos de sociedad completamente distintos.

Vale más un muro que hacer la guerra.   Un muro  que  nos defienda de una fusión que aniquilaría la felicidad de ambos pueblos. . Un muro que simbolice el ejercicio de la soberanía y la independencia  de cada una de las naciones que se reparten el señorío de la isla de Santo Domingo.  Que  garantice  la viabilidad medioambiental de nuestro país.  Haití no puede arrastrarnos al ataúd de sus calamidades.  Porque digan lo que digan los haitianos, y los traidores que los promueven, los dominicanos somos parte de la humanidad. Y no estamos dispuestos a desaparecer por razones humanitarias.

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