OPINION: El plan binacional

 

¿Cuáles son los planes que se hallan tras las operaciones que se han llevado a cabo cuidadosamente en contra del ejercicio de la soberanía  del  Estado dominicano? ¿Cuál es el objetivo de ese conciliábulo de fuerzas—Jesuitas, ONG, Organismos multilaterales (ONU, OEA), plataformas que le transfieren los problemas  haitianos a la República Dominicana?

La diplomacia haitiana se ha empeñado en cabildear el intervencionismo internacional en los asuntos internos de la República Dominicana: lo han hecho ante el CARICOM, ante la Unión Europea y han logrado establecer un plan de operaciones con la Fundación Kennedy, con la fundación Clinton, con vistas a doblegar a las autoridades dominicanas para detener y desacreditar las deportaciones de los ilegales.

La tesis central que orienta estos grupos de reflexión es que la soberanía de la nación dominicana genera conflictos. Que todos los esfuerzos que se han hecho por mantener a Haití como un Estado independiente han fracasado. Que la  inestabilidad de Haití ha significado el mantenimiento de una costosísima fuerza de intervención internacional durante más de 10 años, sin resultados apreciables. De esas convicciones, que se olvidan de los intereses dominicanos, nacen  los esfuerzos que  deberían llevar a una federación entre los dos Estados que comparten la isla de Santo Domingo,  tutelada por la República Dominicana. Ese proyecto antinacional ha sido asumido por grupos poderosos del país.

El  proyecto de fusión económica

En la Florida, lejos del mundanal ruido, se reunieron a puertas cerradas el Presidente Danilo Medina y el Presidente Michel Martelly.  Ambos les entregaron el florón a los empresarios. Dieron las garantías de los Estados, a la iniciativa de una integración económica y social entre los países que comparten la isla de Santo Domingo. De este modo, nace el Consejo Binacional Quisqueya, que,  en el flanco dominicano reúne a un grupo de notabilísimos  empresarios, capitaneados por Juan Vicini Lluberes y en la orilla  haitiana se halla otro grupo de hombres de negocios liderados por Marc Antoine Acra.  Todo el esfuerzo del proyecto se concentra en la frontera domínico haitiana. De lado dominicano, las cinco provincias fronterizas representan unos 10.450 km2 ;  con una bajísima densidad poblacional, de unos 290.000 habitantes.. En contraste,  del lado haitiano: la frontera   cercana a Cabo Haitiano, Hincha, Puerto Príncipe y Anse a Pitre,  nos presenta ciudades muy densamente pobladas, cuyos movimientos de poblaciones supera los tres millones y medio de personas. Sobre esta realidad de  especialísimo riesgo se ha elaborado un proyecto que comprende cuatro zonas de intervención:

  • 1) una zona manufacturera basada en las exportaciones de textiles, aprovechando la Ley Hope-Help como vía de acceso al mercado textil estadounidense para el consorcio CODEVI,   y las facilidades del Puerto de Manzanillo.
  • 2) un proyecto agro industrial, centrado en la zona de Elías Piña Belladere, en las inmediaciones del Artibonito y el Macasías
  • 3) Desarrollar en la zona de los grandes lagos (Azuei y Enriquillo) un gran proyecto de generación eléctrica por bombeo;
  • 4) la zona de Pedernales Anse a Pitre, se destinaría al desarrollo de industrias culturales, convenciones, festivales internacionales  y al turismo.

El proyecto comprende una inversión cuantiosísima de 5000 millones de dólares. Se llevaría a cabo en un cortísimo lapso de tiempo de 15 años (2015-2030). Una primera incógnita ¿Quién pondrá toda esa montaña de dinero sobre la mesa? El enigma queda despejado: el Proyecto ya fue presentado en el Banco Mundial y, muy particularmente, en la Corporación de Fomento Internacional. Desde luego que habrá que poner una garantía a todos esos préstamos.  Ni el Estado haitiano, que se haya intervenido bajo un mandato internacional, ni el territorio de ese país totalmente en bancarrota  y, además, carente  de catastro tienen los avales para ser sujeto del crédito internacional. Dicho esto, todas las miradas se centrarían en la República Dominicana. Será sobre los hombros de nuestro pueblo, donde se levantará esta quimera. ¿Cual  de los organismo multilaterales—Banco Mundial,  FMI, BID—pondrá sus recursos en Haití, si no es fundado en la idea que  la República Dominicana debe poner su crédito internacional, un  patrimonio que sólo pertenece al pueblo dominicano,  en garantía de ese sueño enloquecido? Cuando vengan los acreedores,  cuando se eche sobre los hombros de nuestra querida patria, un desafío que la comunidad internacional no ha podido resolver, entonces todos esos empresarios pondrán los pies en polvorosa. Porque no van a poner en riesgo sus fortunas,  y será el pueblo dominicano el que tenga que responder, y echarse encima las fatales consecuencias de una mala decisión. Examinemos punto por punto los resultados posibles de este proyecto.

  1. Del desplazamiento a la suplantación

Si del lado haitiano de la frontera pululan más de tres millones de personas, de las cuales el 70% vive actualmente con menos de dos dólares, y se ofrecen enormes oportunidades que hagan soñar a toda esa gente,  resulta más que probable que  se produzca la mudanza definitiva del pueblo haitiano a ese territorio que representa el 21% de la República Dominicana.  La primera consecuencia ante un proyecto  de ese tipo, con una frontera sin murallas, es un efecto llamada sin precedentes que anularía definitivamente la frontera dominicana.

  1. La destrucción del medio ambiente

Es muy difícil cambiar los hábitos de una sociedad. Los haitianos consumen más de 6 millones de metros cúbicos de madera por año. Para poder contener el desmonte de los parques nacionales, de las cuencas de las presas y de  los ríos, estaremos obligados a construir un muro fronterizo que selle definitivamente la frontera, que  la reduzca a los cuatro pasos oficiales. En la actualidad, el bosque dominicano arde en las cocinas haitianas. Nuestros guarda campestres se enfrentan muchas veces a la muerte para contrarrestar las tumbas de carbón, los incendios y los desmonte  que  hacen  las bandas que proveen las necesidades de Haití, donde el 85% de todos los hogares emplea el carbón vegetal .En esas condiciones, un masivo desplazamiento demográfico a esas demarcaciones,  liquidaría definitivamente el porvenir de nuestro país.

  1. La desaparición de las conquistas sociales

Los autores  del proyecto ignoran, al parecer, que entre Haití y República Dominicana ya existe un grave problema migratorio. Que se traduce en una desnacionalización de los empleos de la agricultura, de  la construcción  y de los servicios. Los problemas generados por las diferencias de salario  y de niveles de vida constituyen una amenaza al empleo en el país. Sin una política de empleo de los dominicanos todas las políticas sociales quedarían anuladas; reducidas al asistencialismo. En definitiva: ¿Para quién debemos construir el bienestar de esta nación,  para crear empleos en Haití y destruirlos en República Dominicana?

  1. La importación de la catástrofe sanitaria haitiana

La presencia de un vecino inviable, corroído por la malaria, la filariosis, el SIDA,  el cólera y otras enfermedades transmitidas por vectores: el agua, los animales, los insectos, el medio ambiente. La  ausencia  de infraestructuras sanitarias para afrontar los gigantescos problemas de su población podrían desmantelar– en caso de que toda esa población se proyecte hacia nuestro territorio– todos los progresos que hemos alcanzados en los últimos cincuenta años. Digamos de paso que, en actualidad el Estado dominicano,  está gastando más del 35% de su presupuesto de salud  en esas poblaciones. Enmarañar el destino de nuestro país en una circunstancia tan compleja, sería renunciar al bienestar y a la felicidad de nuestro pueblo.

  1. El debilitamiento de la representación internacional  del Estado dominicano.

No se puede ignorar que existe  una campaña internacional para derribar la frontera jurídica dominicana, apoyada por ONG radicadas en el país y en el extranjero, y aupadas por la Cancillería haitiana, cuyo objetivo cardinal es desacreditar al Estado, para, obligarlo anular la soberanía dominicana. Los haitianos no cumplen con ningún acuerdo internacional. Ni siquiera lo hacen con sus instituciones. Creer que esta iniciativa sellará la paz entre las dos naciones, que pondrá punto final a las campañas de descrédito contra los dominicanos y creará las condiciones de gobernabilidad en Haití  es una ingenuidad que luego pagaremos a muy alto precio.

  1. Importar los problemas de un Estado fallido

¿ A qué tipo de Estado se ha asociado la suerte del país,  en una operación que anula todas las conquistas sociales de nuestra población?  Se proponen fusionarnos con un Estado con altísimas tasas de desempleo (60%);  que, de tiempo en tiempo,  se expone a hambrunas espantosas; ausencia de legitimidad en las instituciones políticas; al estancamiento general; a la destrucción de todas las ilusiones y proyectos. Los diferentes Gobiernos haitianos nunca al promovido el interés general.  No interviene en el desarrollo de la agricultura, de la educación, ni  en la erradicación de sus enfermedades,  ni siquiera en la seguridad. Ese país vive bajo mandato internacional de la MINUSTAH. Ese país desarrolla el subdesarrollo. Decrece económicamente. La población crece más que los recursos. El  85% de la población viven por debajo del umbral de pobreza. El país carece de infraestructuras.  Tiene las más elevadas tasas de  mortalidad infantil y de malnutrición de todo el continente.  Sin ayuda extranjera, ese  país no funcionaría. La capacidad de intervención del Gobierno haitiano es  casi nula. El Estado haitiano es una ficción. No es sujeto de crédito internacional. Importar sus problemas, bajo la sombrilla de una integración a nuestro país, es comprometer todas las conquistas sociales del pueblo dominicano.

  1. Los experimentos de fusión o federación han fracasado estrepitosamente

La idea de entroncar en un experimento económico y social  a los dos países, con economías distintas, con enfoques distintos y con culturas  y lenguas distintas y con un pasado divergente, en una unidad, disolvería  nuestro país en las complejidades de un Estado federal, sin que ninguno de los dos esté dispuesto a renunciar a su deseo de gobernarse. Sobre este punto Juan Bosch escribía lo siguiente: “ el día que los dominicanos hagan la conquista de Haití—si ello fuere posible alguna vez—lo que harían sería comprar a precio alto los problemas de Haití  para sumarlos a los problemas dominicanos.” (O.C. v. XI  pág. 209. CPEP)

Los ideólogos de este plan tratan de ocultar sus maniobras bajo la mascarilla  de una integración económica y social de las dos fronteras, presentándole la idea al país de que las naciones están desapareciendo. La realidad del último siglo revela todo lo contrario. En 1945, en la fundación de las Naciones Unidas se inscribieron una cincuentena de Estados, hoy el derecho internacional reconoce unos 200 Estados. En los últimos veinte años,  se deshizo  federación  de Yugoslavia, dándole nacimiento a siete nuevos Estados. Se desintegró la Unión Soviética  en una veintena de nuevas repúblicas. Se deshizo la federación  de Checoslovaquia, en dos repúblicas y lo propio acaecía en Sudán. El Estado nación representa la libertad de los pueblo. En un Estado federal el pueblo dominicano perdería su independencia.  Todos los sueños y todas las quimeras que se hicieron sobre la unidad de los pueblos en federaciones han sido despedazados por la realidad de naciones distintas, con historias divergentes.

8 .La materia prima de exportación, el comodity haitiano es la tragedia; las catástrofes humanitarias. (Ricardo Seitenfus). Poder llamar la atención del mundo sobre las espantosas condiciones de vida  de su población, para generar fondos de solidaridad.  Utilizar  los horrores: los terremotos,  los ciclones devastadores, las hambrunas, las epidemias, como  coartada para  exigir intervenciones humanitarias ha sido el propósito de la diplomacia haitiana. Nada ganaremos sumándole a los grandes problemas dominicanos, la tragedia de ese país.

  1. Una vecindad que trae inestabilidad

Haití se ha beneficiado enormemente del crecimiento de su vecino, al punto que éste le exporta en remesas  de sus inmigrante en República Dominicana  950 millones de dólares, y se coloca como el principal sustentador, luego de los EE UU, de la economía haitiana. En contraste, la frontera con Haití  representa para los dominicanos un factor de inestabilidad e incertidumbre:

  • ingresos de ilegales (trabajadores, enfermos, tráfico de niños, trata de personas, terroristas, convictos etc.)
  • contrabando de mercancías;
  • tráfico de armas;
  • epidemias de animales y personas;
  • tráfico de drogas ( según la DEA el 15% de la cocaína que llega a EE UU pasa por el territorio haitiano)
  • cuatrerismo y robos de animales;
  • tráfico de carbón (desmonte de los bosques dominicanos)

El porvenir de una mala decisión como ésta  puede alterar definitivamente el rumbo del país. En verdad, nuestra sociedad no está luchando para combatir el desempleo, ni para evitar que se destruye el sistema sanitario, ni para alcanzar mayor calidad en la educación ni para lograr la seguridad y la felicidad del pueblo dominicano. Se está luchando para derrumbar todas las conquistas sociales y suplantarla por una pesadilla . El proyecto binacional destruye los dos grandes principios en  los que se fundan la paz de las naciones. 1. La intangibilidad de las fronteras; el mayor legado de los fundadores del Estado dominicano; y el principio de autodeterminación del pueblo dominicano. Cuando esas dos realidades se desvanezcan por la ambición de sus empresarios , por la falta de patriotismo de sus políticos,  de su prensa y la ausencia de contrapesos en la sociedad, habrá desaparecido el Estado nación fundado en 1844.  La  riqueza de unos pocos no puede levantarse sobre la destrucción de la independencia de nuestro país y el abandono y el malestar de su pueblo.

 

 

 

 

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