Al final del túnel, un  proyecto de  destrucción

 

Un viejo proverbio reza que el camino del infierno se halla empedrado de buenas intenciones.  Sirvan de ilustración aquellas proezas emprendidas por unos supuestos  partidarios de la solidaridad, cuyas  operaciones destruyen las vidas de otros. No será, desde luego, la primera  vez que, en nombre del bien y de la justicia, se cometen los mayores crímenes y se llevan a cabo las peores maldades.  En nuestra particular circunstancia, las tragedias de los inmigrantes haitianos, que abandonan  su territorio, coincide con la destrucción de la soberanía y  porvenir de las poblaciones dominicanas, que no tienen ninguna responsabilidad en esa catástrofe. La caridad y desde luego la solidaridad operan como un negocio.  Se ha creado un conjunto de ONG (145 según el documento del Centro Bonó), que son el brazo del intervencionismo internacional,  con los objetivos siguientes:

  • sembrar estereotipos internacionales en contra de la República Dominicana. De tal modo, que, andando el tiempo, tengamos una fama tan siniestra como la que en su día tuvo la Sudáfrica del apartheid, anterior a los cambios introducidos por Nelson Mandela.
  • Privar al Estado dominicano de los mecanismos de decisión, mediante el empleo de cabilderos de la ONG, tales como  Participación Ciudadana y las distintas agrupaciones reunidas en el Centro Bonó, que han penetrado con sus agentes las instituciones del Estado y se hallan manifiestamente representadas en el Consejo Económico y Social (CES).
  • Fabricar un conflicto imaginario, en el cual, la defensa de la soberanía nacional se presenta como un acto criminal que debe ser combatido en nombre de los derechos humanos de poblaciones extranjeras.
  • La deformación de la imagen de la República Dominicana ha llegado a tales extremos , que se presenta nuestro país como una nación agresora; que los derechos de los dominicanos al trabajo, a la educación, a la salud y a la seguridad nacional amenazada por el brutal desplazamiento de poblaciones se presenta como un acto de confrontación. Defenderse es agredir.

¿Cómo se han organizado el conjunto de fuerzas que operan con esta agenda de distorsión  de la imagen internacional de la República Dominicana?

  1. La clase política haitiana se halla completamente desmoralizada. Ha tomado como tabla de salvación traspasarle  sus problemas a la República Dominicana, seducida por una ocupación en la que se le  entreguen todas las escuelas, los hospitales, los empleos y el territorio al cual había entrado  a saco el padre de la  Independencia haitiana,  Jean Jacques Dessalines en 1805, sin poderla arrasar . Territorio  que estuvo bajo el dominio haitiano de 1822 a 1844. Con esta operación recibirían   un país cuyo  producto bruto interno es 13 veces mayor que el que representa Haití.

Por tales razones, ha sido ideal de estos grupos resolver su crisis nacional a expensas del país vecino.  Con medidas de chantaje económico (vedas, restricciones, desplantes)  y colocando  el desmantelamiento de la soberanía nacional de los dominicano  como parte de la agenda de las asociaciones de Estados y de organismos internacionales. Tal ha sido el propósito de las distintas influencias  de  la asociación de Estados del Caribe (CARICOM); de las declaraciones de la Secretaría de Estados Americanos (OEA), concretamente las nacidas  de la privanza de Almagro quien proclamó que no era posible que existieran dos Estados en una isla; y las maniobras del Secretario de las Naciones Unidas, Ban Ki Moom, quien solicitó la nacionalidad  dominicana para 1 millón de haitianos al Presidente Medina. Tras el fracaso estruendoso de la omnipotente  Comunidad Internacional y de unas cinco mil ONG que devoraron más de 6 mil millones de dólares, equivalente a todo el valor del producto bruto interno de ese país, quedaba un panorama desolador y cundió la desmoralización. Se fabricaron miles de viviendas provisionales que quedaron arrasadas por la estación de lluvias y tormentas tropicales; se crearon cientos de comisiones y de proyectos abstractos que se volvieron aguas de borrajas; se emprendieron compras masivas de alimentos y de donaciones de ropa, que terminaron destruyendo el mercado interno de producción de ropas  en los  barrios de Santo Domingo, la industria de la fabricación de ropas locales; las latas de alimentos eran vendidas en los mercados fronterizos y cambiadas por el arroz de puntilla;  los campos de refugiados fueron mudados de lugar, y el Palacio Presidencial y los edificios parecen ruinas permanentes, a seis años de la tragedia..

  1. Las ONG que se ocupan de la población haitiana que se ha desplazado al país han iniciado un vasto programa de destrucción de la imagen de la República Dominicana. Además, de las campañas de cabildeos que han desarrollado ante el Centro Kennedy, ante el Black Caucus, la cadena FOX, ante las alcaldías de Nueva York y de Montreal, se han desarrollado grandes actividades de propaganda a través de películas y  documentales promovidos por grandes cadenas de televisión. En el 2011, el padre Christopher Hartley Sartorius logró la realización de un documental en contra de la República Dominicana, The Price of Sugar, dirigido por el reconocido director Bill Haney y narrado en la voz del inigualable Paul Newman.  El film presentaba ante el mundo la misión del padre Hartley en San José de Los Llanos.  Los que desconocen el país tendrán la sensación de que la República Dominicana es un gigantesco cañaveral, propiedad de la familia Vicini, donde se explota inmisericodemente al pobre pueblo haitiano.  Los guionistas nos presentan una historia maniquea. Los dominicanos, encarnados en los guarda campestres, las autoridades y el Grupo económico escogido como modelo y los haitianos pobres, enfermos y en esclavitud  son las dos caras de la moneda. Las autoridades dominicanas aparecen  como responsables de la esclavitud, del hambre y de las condiciones miserables que tenían los haitianos en el país.  El documental  despliega su ataque a la  familia Vicini, que era, el trasfondo del chantaje, y a la que trató de boicotear en el mercado azucarero de Londres. En contraste con la población dominicana se hallan los haitianos,  el pueblo  al que hay que redimir del horror de la pobreza. Sin conocer el fondo de sus intenciones de este personaje, importantes periodistas dominicanos, le dieron el espaldarazo internacional que necesitaba para introducir a este misionero, hambriento de nombradía internacional, como el paladín de una cruzada por los derechos humanos.  Su padre era propietario de una compañía de mermeladas, y era parte de la aristocracia británica  y su madre Pilar Sartorius se halla entroncada con la familia real de España. Con semejantes credenciales, la ambición del cura misionero no podría ser menor a la que, en su día, llevó a cabo la Madre Teresa de Calcuta, a la fama mundial. El teatro de operaciones del Padre Hartley era San José de los Llanos. Inmediatamente, se asoció al padre Pierre Ruquoy, cuyo objetivo misional era llevar como Moisés a los haitianos a la tierra prometida.  A los ojos de estos religiosos, los únicos seres humanos dignos de compasión son los haitianos.  Su pobreza los convertía en criaturas dotadas de una santidad. Eran el talisman de la misión de los religiosos. Durante años actuó de manera abierta desafiando a las autoridades, culpando a los dominicanos del desastre haitiano, documentando todas las campañas antidominicanas, actuando, bajo palio de una ONG, como mecanismo para influir en las decisiones del Estado, logró traer un conjunto de representantes del Congreso estadounidense, los que plantearon las preocupaciones de su movimiento como parte de una exigencia internacional al Estado .Mantuvo engañadas a las propias autoridades dominicanas,  que obraba en contra de los grupos nacionalistas que combatían las maniobras de Hartley Sartorius. En efecto, en el 2005, el Gobierno dominicano construyó un conjunto de viviendas en el batey Gautier, y le entregó las llaves al padre Hartley Sartorius, calculando que de este modo, le ponía punto final a la fogosa campaña que había desencadenado en contra de las autoridades el misionero español.

Todas las casas construidas con el Presupuesto Nacional le fueron entregadas exclusivamente  a los haitianos, así aparece en el documental, y los dominicanos, al sentir el desprecio de la Iglesia en la que habían creído, se indignaron y exigieron la salida de Hartley. Todas las peripecias de Hartley en el país son contadas en el libro que recoge sus declaraciones  Esclavos en el paraíso  escrito por el periodista Jesús García y  en el 2013, la periodista Joanna Socías y la abogada dominicana Noemí Méndez, encargada de la ONG del padre Hartley en el país,  publicó las entrevistas y los testimonios de los haitianos en San José de los Llanos en otro libro  En el  púlpito de la miseria.

En Londres,  el 31 de marzo, fue presentada la premiere del documental Vidas en tránsito patrocinado por MUDHA y  Minority Rights Group. La presentación  fue acompañada de las descalificaciones de Gonzalo Vargas Llosa, dijo que al final de su misión en ACNUR se había convertido en una institución  detestada para mucha gente. Por su parte, la directora del documental Sofía Olins, admitió que le había mentido a la mayoría de los entrevistados. Les había dicho a todos que había tomado un enfoque equilibrado, y no deformado por sus preferencias.  Se trata de las emboscadas que  suelen tender los miembros de MUDHA a sus entrevistas para  desnaturalizar sus opiniones, adobándolas de ataques cuidadosamente seleccionados. Caricaturizándolos . Por su parte, durante esa velada la señora Jenny Morón, coordinadora del MUDHA, acompañada de Rosa Iris Biendomi y Laura Quintana,  proclamó  ante el solemne auditorio que, en la República Dominicana “ para sacar cédula hay que hacerse un desrizado”. Estas explicaciones son parte de los argumentos  ramplones con los que se descalifica a un país. El documental seguirá su recorrido por las ciudades europeas. El 5 de abril se  presentó en la sala Azcona de la Cineteca de Madrid; poco después llegará a  Barcelona y ahí a otras ciudades. ¿Hacia dónde nos lleva el concierto de maniobras de todos estos grupos? ¿Podrían influir en la toma de decisiones de una Comunidad Internacional  que ha reclamado mediante intervenciones  para las desgracias haitianas sean resueltas en el territorio dominicano. ¿ Deben los dominicanos renunciar a su soberanía por razones humanitarias?. Todas esas operaciones han sido financiadas por la USAID, por OXFAM, la Unión Europea, a través de las ONG, cuyo objetivo es la descalificación del Estado dominicano.  Una vez desacreditada sus instituciones jurídicas,  deformada la imagen del Estado y deslegitimado  el pueblo dominicano, expuesto ante el mundo como un masa racista e indolente y, siempre culpable, de los males del pueblo haitiano. El precio que se pagará por haberse mostrado indiferentes ante un proceso de victimización y deformación de la sociedad dominicana, que pretende  dispensar a los haitianos de la responsabilidad de sus propios problemas. Todos estos grupos han negado la existencia de la privación de  documentación de la población haitiana en Haití, y ahora se han propuesto privar a los hijos de haitianos de la nacionalidad de sus padres, atribuirle su población a otro Estado. La Corte Interamericana  de los derechos humanos (CIDH)   mientras no creen nada de lo que dicen los dominicanos, se creen en todo lo que dicen los haitianos, aunque sus mentiras sean tan grandilocuentes como la que dijo en el juicio del Caso Tide Méndez, Wilnet Jean, el impostor que se hizo pasar por dominicano, poseedor de una cédula de identidad, con el nombre William Medina Ferreras.  Con las montañas de pruebas presentadas de la falsificación de los testimonios y de la propia víctima, que era, en realidad, un impostor, fuimos condenado por la Corte Interamericana, en agosto de 2015.

.  ¿ Por qué sería justo y noble defender los derechos humanos de los haitianos, negándole esos mismos derechos a los dominicanos en su propio territorio? Si se apoya la descalificación  a la que se han dedicado todos estos grupos,   no habrá luz al final del túnel, caminaremos entre tinieblas.

 

 

 

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