No en cuba, no en RD

 

He sido y sigo siendo, un defensor de la revolución cubana y sus fantásticos logros sociales en materia de salud, educación, deportes, etc.,  pese a las adversidades y obstáculos que le ha impuesto Estados Unidos durante más de  60 años, pero sin perder jamás el sentido crítico que debe acompañar a los intelectuales, artistas y periodistas, y sin hacerle “coro” a los contrarrevolucionarios que aprovechan cualquier desliz para sabotear el sistema socialista.

La revolución ha cometido muchos errores, así como ha tenido grandes logros. “No vivo en una sociedad perfecta. Yo pido que no se le dé ese nombre. Si alguna cosa me hace decir eso es porque la hacen mujeres y hombres”, dijo Pablo Milanés con acierto.

En Cuba el gobierno emitió el decreto el 349 que obliga a los artistas a pertenecer a una entidad del Estado y  presentar sus obras antes de ser difundidas, lo cual es inaceptable. El arte, en cualquiera de sus expresiones, no puede estar sujeto a una ley o un decreto, lo cual no significa que no haya un marco regulatorio que proteja la sociedad, como existe en casi todas partes.

Silvio Rodríguez es el autor de una canción que lo describe bastante bien: “Dijo Guevara el humano que ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”. “Debe dar tristeza y frío ser un hombre artificial, cabeza sin albedrío, corazón condicional”. Y concluye: “Mínimamente soy mío, ay, pedacito moral”.

Horacio Guarany escribió en 1973 una canción para una película que dice: “si se calla el cantor, calla la vida, porque la vida misma es todo un canto. Si se calla el cantor muere de espanto, la esperanza, la luz y la alegría”.

El artista tiene que ser silvestre, caminar sin ataduras políticas o ideológicas que le impidan la creación, el ingenio, claro, sin dejar de pensar en los demás, es decir, sin marginarse del entorno en que se desarrolla y nace su obra.

Lo que pretende el gobierno cubano es anacrónico, desfasado, propio de un tiempo de represión y hasta de muerte, felizmente superados en gran parte del mundo después de terminada la Guerra Fría.

La cultura somos todos, no es excluyente, plural, multifacética, recoge todo cuanto produce y ha producido en su devenir histórico la raza humana.

Por suerte el gobierno cubano echó hacia atrás las partes polémicas del decreto 349 escuchando las voces de los intelectuales, artistas, no sólo músicos y cantantes, sino escultores, pintores, etc., que lo rechazan.  El centralismo absoluto nunca contribuyó con el arte, la cultura y la ciencia. Por el contrario, fue y sigue siendo una retranca.

 

EL DESORDEN DOMINICANO

Si bien es cierto que el centralismo y control son propios de regímenes que consideran es la única forma de mantener un sistema político, económico y social asegurado, ante la agresión permanente del enemigo, es esa, no menos cierto es que la falta de leyes y controles, como en la República Dominicana y otros países, genera un desorden que enajena culturalmente al pueblo.

Solo hay que escuchar la radio, ver la televisión o leer la prensa, incluso las “redes sociales”,  para darse cuenta de cómo los medios de comunicación juegan un  papel estelar en la transculturización del pueblo que pierde constantemente los valores propios de su idiosincrasia.

Culturalmente no sabemos qué somos, ni hacia dónde vamos. Somos un velero que el viento lleva a cualquier lugar.  La dominicanidad se ha ido perdiendo ante los ojos indiferentes de  gobiernos, “patriotas” y “nacionalistas”, que nunca se han preocupado por estudiar sociológicamente el impacto que ha tenido la migración hacia Estados Unidos y otros países.

(Sólo hay que ver como nuestras fiestas y costumbres tradicionales se han perdido, como el merengue y otros ritmos autóctonos son sustituidos por otros que nada tienen que ver con nuestra cultura y nuestro folclor)

No estoy de acuerdo con el control absoluto, pero tampoco con el desorden y la falta de una política cultual que proteja nuestras raíces y que no permita que aquello que nos caracteriza y define como pueblo, desaparezca, como está sucediendo.

 

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