Música urbana, protesta, fango y cambios

El debate generado por la música urbana fomenta una interesante discusión sobre la idiosincrasia de una nación con inmensa riqueza cultural y envuelve de paso a todo el sistema social. Abre las puertas a una multiplicidad de opiniones propias de un sistema democrático. Unos afirman que incrementa los flagelos criticados por todos los sectores de la sociedad, otros que es una protesta contra un sistema que los aísla, que los orilla. Sí, es cierto que ese contagioso género no es el culpable de la degradación social y que en el “catálogo” también hay producciones salvables, pero muchas composiciones en el afán de “pegada” caen en lo execrable. Por tanto, no puede ser catalogada como grito de protesta aquella letra que incita a la plasticidad, al culto al “cuerpazo” y a los bienes materiales, al sexo irresponsable y con menores, al consumo de drogas. Antivalores que nadie en sus cabales defendería. No es elitista criticar una canción que diga cosas como “a las menores dale duro”, “lo tengo más grande que un palo e’ lu’”, “tengo más mujeres que cuarto en el bolsillo”, “yo no mango rana”, “si tu no tiene’ cuarto no te da esta chapa (nalga)”, “si tu no tiene un Audi no ere’ de mi coro”. No hay protesta en ese afán de que hombres y mujeres solo acepten como parejas a personas adineradas, a las que puedan ser infieles con otros con los que, encima, disfrutarán su fortuna. ¿Este fomento del materialismo pretende que las muchachas se vean como un artículo en el que hay que invertir y que los muchachos busquen dinero a costa de lo que sea para conquistarlas? Que esos cantantes hayan venido de bien abajo no es justificación para que inciten a dar prioridad a cuestiones superfluas y hasta discriminar a aquellos que no han amasado riquezas. Como si el objetivo primordial de sus vidas fuese predicar a los cuatro vientos que han obtenido más dinero que otros y que por tanto, pueden regodearse en el lujo y eso los hace superiores. Al contrario, los exponentes de ese género, en su inmensa mayoría muchachos y muchachas de sectores marginado, a los que la vida no dio grandes oportunidades de formarse en el campo académico y su infancia estuvo marcada por grandes limitaciones económicas, tienen un gran escenario ahora para hacer con sus creaciones que otros que están en semejante situación entiendan que hay vías de escape sin incurrir en acciones indebidas. No importa el género, si el mensaje que difunde no es adecuado, requiere una revisión y en el caso de del dembow y el reguetón, los mismos exponentes han aceptado que a menudo se exceden, por tanto, esta es una hora buena para repasar lo hecho y mejorar. Bastante claro que está que la música influye en el comportamiento humano, por esto su incidencia puede construir una sociedad más equilibrada o acabar de hundirla en el fango en el que chapalea.

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