Mil chivos sin ley
En la desolada carretera Sur, justo en medio del pequeño puente Lucas Díaz, estaba aquel minibús accidentado, medio a medio a la carretera. Como se había volcado, los pasajeros salían por las ventanas dejando a los muertos atrás. El tránsito era nulo y la fila de vehículos era de dos kilómetros en ambas direcciones. Aquello fue terrible, siete horas tardó Lucas Diaz en ponerse a trabajar otra vez con manchas de sangre y dolor en su entrecortada corbata blanca.
Ya en el cuartel de la Policía, entre llantos, el chofer protagonista de la tragedia contaba lo sucedido. Las pruebas de campo ya establecían que no estaba ebrio ni drogado, que no hubo exceso de velocidad. Entonces que pasó?
«Todo iba normal, pero justo a la entrada del Puente, de unos matorrales salió un penco chivo, no me dio tiempo pensar ni frenar. Por instinto, y de un solo movimiento brusco, giré todo el guía hacia la izquierda, cuando quise ver ya tenia el carro con todo y familia en mi bonete y sentía cómo mi guagua se viraba. Cuando todo paró, sólo vi muertos y humo. Me Salí, y aquí estoy. De paso, le dijo que ni rastros vi del jodio chivo. La gente me dijo que se nos quedó mirando y cuando se aburrió se fue a joder a otros a algún lugar».
La historia relatada es ficticia, sin embargo, nos demuestra cómo un chivo sin ley cambia las vidas de muchas personas en un instante. Por desgracia, hoy nuestro país tiene que lidiar, no con uno, sino con mil chivos sin ley a través de la República, y en diferentes ámbitos. Hoy, el ciudadano se siente desprotegido, pues nuestros chivos sin ley andan haciendo de las suyas sin reparos, a diestra y siniestra.
El Estado debe ser el dueño absoluto de los procesos y acciones de un país y sus ciudadanos, el Estado tiene que ser quien controle y permita la corrupción, el narcotráfico, la inmigración, el sexoturismo, los impuestos, las iglesias, la opinión pública y el espionaje telefónico. El Estado debe saber qué banco va a ser asaltado antes que los mismos asaltantes, debe controlar las empresas privadas, nacionales e internacionales.
Así como los Caballeros Templarios han mantenido el control absoluto del Santo Grial, el Estado dominicano tiene que ser el dueño absoluto de la violencia, tiene que darla, pararla y permitirla a su antojo y necesidad. Debe destruir sin contemplación a quien intente usurpar estas funciones sin su consentimiento.
Durante el trujillato y después en las décadas de los 60's, 70's y parte de los 80's, la parte conservadora de la sociedad, representada en la política por la extrema derecha, sabía y entendía la importancia del dominio de la violencia, pues en la mayoría de las circunstancias sólo con el temor a ella bastaba, y no era necesario usarla.
En esa época, la Policía Nacional era más represiva y abusiva, pero…recuerda alguien de un casco negro muerto a tiros por la espalda a plena luz del día para robarle su arma de reglamento?
Quién vio alguna vez un atraco a plena luz del día? Quién se atrevía a paralizar una avenida como la 27 de Febrero atravezando carros de un sindicato choferil en dicha vía?
El Estado tiene el derecho de decidir cuántas personas nacen en su país, en China es un hijo por pareja, en Cuba, que es dos veces más grande que esta media isla, solo hay 10 millones de cubanos, porque el Estado controla ese proceso, sabe lo que al ciudadano le conviene y decide por él, pues, como dijo un líder novelero una vez, «los lideres dirigen a las masas, no las masas a los lideres».
La derecha roja del muñequito de papel entendía eso y eliminó todo lo que amenazaba la estabilidad del país, desde el Coronel de Abril hasta el Periodista Nacional, se hizo lo que se debía, aunque no fuera necesariamente justo.
Aun así, aunque nos sentíamos reprimidos, asustados, frustrados, también nos sentíamos representados, no nos invadía este sentimiento actual de desampararo, donde somos la mofa de los haitianos que nos han invadido a un nivel sin precedentes, cambiado nuestra cultura y etnia, entran como Pedro por su casa, hacen y deshacen, y cuidado quién diga algo, por que ahí está el nuncio africano que nos mando el Vaticano, haciendo misas en creol y español en mi país. (Johnny Abbes no fue tan malo).
El mundo nos ve tan débiles que la unipotencia mundial nos manda un embajador maricón, con marido incluido, en una sociedad donde esto legalmente no es permitido. Me pregunto yo, como los locos, si dentro de su liberalismo de doble moral se atreverían a mandar a Israel a un embajador de origen palestino?
Caramba!, y a mi que tanto me gusta el chivo, pero me tiene chivo ver a un chivito jarto 'e jovo privando en león, sin darse cuenta que por estar saltando charquitos los domingos sus otros mil hermanitos andan acabando el paisito, pero yo seré como el buey y me seguiré haciendo el pendejo en el país de los chivos sin ley.
jt/am