Maduro, Hitler y Napoleón

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EL AUTOR es economista. Reside en Suiza.

En las contiendas bélicas, así como en las lides diplomáticas, la parte que va perdiendo no acierta por lo general a darse cuenta de la merma de su capacidad para imponer sus pretensiones. Tiende en efecto a razonar, definir su estrategia y tomar decisiones en base a la correlación de fuerzas existente en un pasado, cuando las circunstancias le eran más propicias, sin tomar en consideración que le quedan cada vez menos cartas que jugar. 

Sirvan dos ejemplos para ilustrar esa situación. Uno de ellos tiene que ver con la actitud de Hitler en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, cuando el poderío militar de la Alemania nazi había sido socavado fatalmente por las potencias aliadas. En esos momentos, Hitler – a quien sus oficiales no se atrevían a revelarle la magnitud exacta de la debacle militar – se puso a dar órdenes de movilizar divisiones y batallones que ya habían sido aniquilados por el fuego enemigo. 

Más lejos en el tiempo, pero no menos ilustrativo, tenemos el caso de Napoleón Bonaparte. Cuando escapa en marzo de 1815 de la isla de Elba – donde las potencias enemigas lo habían confinado después de obligarlo a abdicar en abril de 1814 –, Napoleón logra recuperar el poder y ejercerlo del 20 de marzo al 22 de junio de 1815 durante el llamado periodo de los Cien Días, logrando infligir reveses a las tropas francesas que se batían contra él y a favor de la restitución de la nobleza.

Con esos avances más bien relativos, creyó que podía negociar un entendimiento con las potencias adversas y así mantenerse en el poder, sin comprender que ya no tenía el peso militar y político suficiente para hacer valer sus ambiciones. El destino de Napoleón quedó sellado definitivamente con su derrota en la famosa batalla de Waterloo y su consiguiente exilio-cárcel en la isla de Santa Elena. 

Los delirios de Maduro

El presidente Nicolás Maduro encara hoy una situación que evoca en múltiples aspectos la de Napoleón en los Cien Días. Al igual que Napoleón, Maduro no acaba de entender lo mucho que ha mermado su capacidad para comprar alianzas y complicidades e imponer sus designios a nivel internacional.

Primera analogía: por haberles asestado pérdidas a las tropas francesas que luchaban en su contra, Napoleón creyó erróneamente que estaba en condiciones de llegar a un entendimiento con las otras potencias europeas; de la misma manera, el heredero de Chávez cree que – por haber inhabilitado a los principales líderes de la oposición, encarcelado a cientos de opositores y desatado una represión con un saldo de más de 120 muertos en 2017 – puede conseguir que gobiernos de América y de Europa desistan de ejercer presiones diplomáticas y económicas en pro del respeto a los derechos humanos en Venezuela. Cabe recordar que dicho respeto constituye una exigencia consubstancial a la Carta Democrática Interamericana, adoptada en 2001 en la Organización de Estados Americanos (OEA) y firmada por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez.

Maduro corteja a Trump

Por otra parte, tratando de salvar su régimen, Napoleón escribe en abril de 1815 una carta a cada uno de los monarcas europeos aliados en su contra, en la que enfatiza su repentina disposición a vivir en armonía con ellos en aras de “la felicidad de los pueblos” de Europa. Maduro adopta una actitud parecida cuando, después de haber calificado a Trump de “nuevo Hitler” de la política internacional y añadido que el presidente de EEUU está acabando con su paciencia (pensando quizás que lo haría temblar de miedo), cambia de táctica y, con carita de ángel, le envía al mismo Trump un tweet instándole a iniciar un diálogo en Caracas o en Washington.

A pesar de estar consciente de que la administración estadounidense proyecta ampliar las sanciones contra su régimen (y no levantarlas), Maduro persiste en su tentativa de acercamiento al afirmar que, “si se diera la oportunidad” de cruzarse con el presidente Trump, le daría la mano para saludarlo con respeto y “abrir una compuerta de entendimiento”.

Napoleón sufrió la humillación de no recibir respuesta a su misiva. El tweet de Maduro, por su parte, fue objeto de un rechazo no menos humillante: la administración de EEUU puso como condición previa “el respeto a la Constitución de Venezuela, la celebración de elecciones libres, justas y creíbles, la liberación de prisioneros políticos”, al igual que el fin de “todas las violaciones de derechos humanos”.

Y así como aquellas iniciativas de Napoleón no cuajaron, todo indica que las elecciones presidenciales organizadas por Maduro, programadas inicialmente para el mes de abril y ahora pospuestas para mayo, tampoco alcanzarán su objetivo, a saber: ayudar al régimen venezolano a recuperar un poco de legitimidad internacional y obtener el levantamiento de las sanciones impuestas por EEUU, Canadá y la Unión Europea contra instituciones y personeros de dicho régimen.

La bofetada de la OEA

Prueba del fracaso de Maduro es la bofetada diplomática que acaba de recibir con la adopción por la OEA de una resolución que le exhorta a fijar un calendario electoral justo y ofrecer las garantías necesarias para la celebración de unos comicios libres y transparentes que incluyan “la participación de todos los partidos y actores políticos venezolanos sin proscritos de ninguna clase, observadores internacionales independientes, acceso libre e igualitario a los medios de comunicación, y un Consejo Nacional Electoral cuya composición garantice su independencia y autonomía y que goce de la confianza de todos los actores políticos”.

Con esa resolución, la OEA ha colocado a Maduro ante una disyuntiva fatídica. Si acepta organizar elecciones realmente libres, justas y transparentes, las perdería apabullantemente según todas las encuestas de opinión. Y si no obtempera al pedido de la OEA, el conflicto con los gobiernos de mayor influencia en la región se intensificará y las sanciones impuestas por EEUU, Canadá y la Unión Europea se mantendrán e incluso podrían ampliarse, lo que pondría en una situación insostenible al régimen venezolano.

Bernie Sanders contra Maduro

Existe una prueba más reciente aun del descalabro de la imagen internacional de Maduro. Hela aquí: un grupo de 11 senadores estadounidenses, entre ellos algunos partidarios de un acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, acaban de presentar, en el Senado de su país, un proyecto de resolución que condena “las acciones represivas y antidemocráticas del gobierno venezolano” y pide la celebración de “elecciones libres y justas” en Venezuela. Así, pues, ni siquiera legisladores que abogan por una distención entre Washington y La Habana están dispuestos a sacar la cara por Maduro. 

Y hay más: entre los signatarios de dicho proyecto de resolución se encuentra nada más y nada menos que Bernie Sanders, cuya candidatura a la presidencia de EEUU fue apoyada por Maduro en mayo de 2016 cuando, dándoselas de analista político, afirmó: “si las elecciones fueran libres en EEUU, ganaría Sanders”. Y es ese mismo Bernie Sanders, ícono de los sectores más radicales de la izquierda estadounidense, quien hoy le da la espalda al actual gran timonel (y por añadidura sepulturero) de la “revolución bolivariana”. 

Será interesante ver cómo reaccionarán, a la postura de Bernie Sanders y los otros senadores firmantes del impactante proyecto de resolución, los “revolucionarios” que desde países donde existe libertad de expresión (entre ellos el “imperio”), se las pasan defendiendo lo indefendible y justificando la represión reinante en Venezuela. ¿Acaso dirán ahora que también Bernie Sanders está siendo “manipulado” o, ¿por qué no?, “engrasado” por el “imperio”, y que por ello se presta a la “guerra económica contra Venezuela”?

Sea lo que fuera, así como de las filas del bonapartismo surgieron figuras de primer rango dispuestas a negociar la salida de Napoleón del poder (en particular Talleyrand y Fouché, canciller y jefe de la policía, respectivamente), y así como hasta Bernie Sanders condena los desmanes de Maduro, de la misma manera, pues, de las filas del chavismo podrían surgir figuras de peso dispuestas a preservar lo que queda de ese movimiento, apartándose del presidente-verdugo que hoy rige los destinos de Venezuela.

El castrochavismo contra el muro de la realidad 

El régimen castrochavista adolece de una tara adicional que lo incapacita aun más para hacer un juicio objetivo de la situación. Dicha tara no es otra que la de achacar la debacle de Venezuela, y en particular la catástrofe económica en que se encuentra ese país, a una supuesta “guerra económica orquestada por el imperio y sus lacayos” y no a la funesta y desastrosa gestión socialista que ha fracasado en todas partes.

Dicho régimen y sus amanuenses atribuyen ahora a las sanciones del “imperio” los males que sufre el país, olvidando de esa forma que la catástrofe económica venezolana (hiperinflación, derrumbe de la producción petrolera y no petrolera y desabastecimiento galopante) existe mucho antes de la aplicación de las sanciones en cuestión.

 Tal argumentación juega de hecho en contra del propio régimen venezolano. Pues mientras Maduro y los suyos se afanen en culpar al “imperio” por la tragedia venezolana, les resultará imposible evaluar y cuestionar objetivamente su política económica, echarla por la borda como es necesario, y proceder a realizar las reformas de lugar.

Es justamente por haber rehusado tomar el camino de la lucidez, que el castrochavismo se ha estrellado contra el muro de la realidad.

Los desvaríos militares de Maduro

 Por último, tampoco está ausente el paralelo entre las locuras finales de Hitler y algunos de los recientes desvaríos de Maduro. En efecto, así como Hitler instruía a sus oficiales movilizar divisiones y batallones inexistentes, Maduro ordena realizar ejercicios militares con miras a “afinar la puntería” de los cuerpos castrenses de su país. 

No comprende que, por más puntería que les ordene afinar, las fuerzas armadas venezolanas, en particular los estamentos subalternos, sufren, al igual que sus hermanos civiles, el hambre, la miseria y el caos que hoy se vive en Venezuela. Las mismas por lo tanto no tendrían la voluntad, el interés o el deseo de abrir fuego contra compatriotas ansiosos de recuperar su libertad ni contra contingentes extranjeros que, en una eventual acción internacional destinada a abrir un canal humanitario a pesar de la oposición del régimen, serían acogidos a brazos abiertos, como salvadores, por sus conciudadanos. 

Sólo el espionaje de los cientos o miles de agentes castristas infiltrados en las casernas les ha impedido – por ahora, aunque no por siempre – poner sus armas al servicio del pueblo y de la democracia, y no de la camarilla que se ha apoderado de la patria de Bolívar. 

El espectro de Miraflores 

Habiendo llevado a Venezuela a la ruina económica y a niveles de corrupción y criminalidad asfixiantes, herido gravemente en el plano diplomático, con una impopularidad espeluznante, y con la espada de Damocles de una eventual pesquisa judicial de la Corte Penal Internacional de La Haya, Maduro tiene un futuro peor que incierto. Es por ello que el espectro de terminar en un exilio similar al de Napoleón en Santa Elena, o más grave aun, sentado en el banquillo de los acusados de la corte de La Haya – al estilo de los responsables del nazismo ante el tribunal de Nuremberg –, ese espectro, repito, debe de estar rondando en estos tiempos los pasillos, despachos y aposentos del palacio presidencial de Miraflores.

fabio.fiallo@hotmail.ch

JPM

 

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