Los dinosaurios cubanos y su culto a la carga

 
 
   Desde que se hicieron públicas las negociaciones  secretas  que se llevaban a cabo entre el gobierno  del presidente Barack Hussein Obama de los Estados Unidos y los dos sátrapas asesinos,  Fidel Alejandro y Raúl Modesto Castro de Cuba, sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas  y comerciales entre ambas naciones,  fueron muchas  las espectativas que se  han generado en muchas partes del mundo ante ese hecho político, el cual llevaba inamovible más de medio siglo.
 
   Esas «negociaciones»  entre el mayor depredador político de la patria de James Madison Conway, Barack Hussein Obama  y los dictadores cubanos, ha forjado y proyectado a una Cuba irreconocible, supuestamente  abierta para todo tipo de inversión para  los siempre ávidos comerciantes  y empresarios inversionistas,  que sueñan con devorar ese mercado virgen desde hace más de 10 lustros.
 
  Existe una euforia tal, que ya se vislumbra una fusión perfecta de intercambios de ideas, aspectos culturales, deportivos, religiosos, inversiones inmobiliarias  y  políticas, etc. Viene  a  ser, bajo esa óptica,  como una especie de la «Jerusalen prometida»  o de la novia que espera a su futuro esposo  vestida de blanco frente al altar. 
 
Obviamente, vale destacar – y es lo que yo percibo –  que se ignora en esta coyuntura, que se está frente a dos  zorros bien curtidos y astutos, cuyo régimen despótico  sabe muy bien como manejar  la  propaganda mediática a  su favor, colmada de media verdades  y de muchas mentiras.
 
   Ante esta nueva disyuntiva socio-política que le ha tirado como «salvadidas» el presidente Barack Hussein Obama, en su papel de  social-populista norteamericano a  la tiranía castrista, es dable preguntarse: cuáles  serán los desafíos a que se prestan  los cubanos que han vivido este infierno durante medio siglo, incluyendo hasta los que forman parte de ese régimen ignominioso? 
 
Podrá ser asimilable ese cambio tan drástico en su estructura  socio-política?  Me temo que no, y no es solo porque sea muy apresurado asimilarlo, sino más bien, porque el mismo régimen opresivo se encargará de no hacerlo viable.
 
La ley del embudo cubano
 
   Por lo visto, los nuevos empresarios e inversionistas  que  se frotan ya  las manos  con el deshielo promovido por Obama hacia Cuba, en su ceguera y precaria visión de pensar  éste, que con eso terminará la dictadura castrista y que el pueblo cubano será el gran beneficiado,  al parecer,  hay muchos que se hacen los tontos (por no emplear otra palabra que empieza con «p») y creen que negociar con los Castros  es  seguro, loable y positivo,  algo que yo lo considero un   tremendo error.  Veamos  el porqué de mi parecer.
 
   El pasado mes de marzo del 2014, fue aprobada la Ley No.118 sobre las inversiones extranjeras en Cuba por la Asamblea  Nacional y publicada en el único diario permitido ( los mismos que reclaman libertad de prensa en otros países) «Granma». El objetivo de esta Ley, es atraer  las  inversiones del «dinero capitalista»  a la isla,  pero  bajo las condiciones castrista. 
 
   En la citada ley se aprecia que se permite la inversión en la isla de un 100%  del capital extranjero,  pero eso siempre ha sido falacia, pues  en la  realidad cubana, el papel de accionistas mayoritario se reduce a minoritario y en sociedad con los militares castristas como mayoritario ( sin éstos haber aportado ni un peso).
 
De igual manera se estipula, que los activos de los inversionistas extranjeros pueden ser declarados de utilidad pública.  En un régimen totalitario y en donde la voz de los emperadores Castros es la que vale,  es ley y constitución, nos preguntamos:  a dónde puede ir un extranjero inversionista a reclamar si nunca ha existido la  independencia de poderes?
 
   Pero si lo anterior es inaceptable en materia de inversiones  y riegos, el tópico sobre el personal de trabajo es realmente cantinflesco. Resulta que el régimen castrista en base a la Ley indicada, no permite a los inversionistas contratar a los empleados directamente, sino a  través de agencias del Estado castrista y éstas a su  vez, suministrará el personal solicitado y facturará a las empresas por el salario de los trabajadores, cuyo cobro se hará en divisas»convertibles» para el Estado cubano, quien a su vez pagará a los empleados en la moneda nacional cubana, que al igual que el «bolívar fuerte» venezolano, no sirven para nada.
 
Los Castros y su «culto a la carga»
 
   El  «culto a la carga» no es una conceptualización banal; mucho menos pertenece al surrealismo literario, ni  tampoco forma parte del escenario imaginario del pueblo ficticio de «Macondo», descrito magistralmente por el «Gabo» de Colombia, Gabriel  José de la Concordia García Márquez. Fue una  realidad palpable y explicada de manera suis géneris  por el eminente hombre de ciencia estadounidense Richard Phillips Feynman. 
 
   Feynman establecía que el llamado «culto a la carga», era la manera o la pretensión de crear  o fomentar resultados  positivos o exitosos  copiando sucesos o circunstancias  asociadas  a  esos resultados,  cuando las causas o esas mismas circunstancias  no tenían relación alguna con las causas de esos resultados  o  no eran suficientes   para lograrlos.  La mejor explicación de ello, fue lo sucedido en  la Melanesia del Pacífico.
 
   Discurría la Segunda Guerra Mundial y los habitantes melanesios, que en el transcurrir de su pobre existencia no habían hecho muchos contactos con personas de otros lares, pudieron observar como caían del cielo mucha comida, agua, armas, municiones y  enlatados  para las tropas norteamericanas, lo cual era lanzado desde los aviones en paracaídas a las tropas acantonadas en la  base para abastecerlas.
 
Eso dejó impresionado a los nativos, pues miraban como las cosas caían del cielo y no veián a los norteamericanos «fabricar» las cargas que descendían.  Eso les proveyó la creencia metafísica de los bienes y pensaron que la abundancia que llegaba del cielo, los norteamericanos le llamaban «carga».
 
   Al finalizar la contienda mundial, las bases fueron abandonadas y las «cargas del cielo» ya no descendían como antes. Fue así que los nativos de la Melanesia  ocuparon las mismas e imitaron a los norteamericanos haciendo torres  y  auriculares de bambú, encendieron antorchas para «iluminar» la pista. Obvia  decir que la «carga» nunca llegó.
 
Eso mismo pasará con los cubanos  y la esperanza  del sufrido pueblo, de ver si la avalancha de la  carga que tan hábilmentes buscan los  hermanos asesinos por parte del empresariado norteamericano les cae del cielo para eliminar la miseria que padecen.
 
   Y ese pensar del pueblo cubano es una falsa esperanza que promueve la dictadura, como un cruel espejismo y una mera utopía como la que vivieron los Melanesios. El castrismo no cambiará su estilo esclavista ya que eso forma parte de su metodología socio-política. Se forma un estado totalitario de manera que controle  en su totalidad a sus gobernados; se crea la escasez y se elimina la producción privada de bienes y servicios.  De esa forma  se fomenta la dependencia y con ello se crea la sumisión por necesidad y cansancio. El mejor ejemplo actual de ello es lo que sucede en la República Venezolana de la Colas.
 
  Por esa razón fue que el extinto líder  panafricanista Thomas Isidore Noel Sankara,  a pesar de ser un admirador del  «Che»  y de Fidel, sentenció una gran verdad política con toda razón cuando dijo: «Quien te alimenta te controla».
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