Las presiones sobre un juez

Al juez se le define en el Diccionario de la Real Academia Española  como la “persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar”.  A la luz de los criterios actuales esa definición debe considerarse incompleta. Se hace necesario aclarar que la persona es investida con la potestad de juez después de completar los estudios establecidos para aprender la profesión de juzgar. En nuestro país, en la Escuela Nacional de la Judicatura.

 

Se sobreentiende que al juzgar y decidir un caso, el juez lo hace sobre la base del análisis de las pruebas presentadas por las partes. Esto implica, que juzgar  dejó de ser una acción subjetiva en la que impera la íntima convicción, para convertirse en una labor objetiva en la que son las pruebas las que inclinan la balanza de la ley en uno u otro sentido.

 

Esto, que en teoría es muy razonable y lícito, no es lo que sucede en la realidad. Los abogados para obtener ganancia de causa deben convencer al juez con el peso de sus argumentos. Y este convencimiento, es un ejercicio subjetivo de introspección. Muy poco se toma en cuenta en él la balanza de la justicia. El ejercicio concluye con la fundamentación y justificación de la decisión judicial en la sentencia.

 

La tarea de juzgar se puede aprender y perfeccionar a tal grado, que un juez experimentado está perfectamente capacitado para fallar un caso en un sentido u otro, totalmente opuesto, pudiendo fundamentar y justificar  su sentencia con argumentos jurídicos sólidos y convincentes. La causa por la que normalmente da la razón a quien la tiene es su falta de vinculación con las partes y su desinterés personal por el litigio que las enfrenta.

 

Vista así nuestra realidad, debemos admitir que la decisión de un juez puede ser el resultado de influencias externas. ¿Cuáles pueden ser estas influencias? Si nos limitamos a las más frecuentes debemos señalar entre ellas las peticiones de los familiares y allegados, las recomendaciones y órdenes de sus superiores y la presión social.

 

En un país pequeño como el nuestro, es imposible que algún familiar o allegado de un juez no tenga algún tipo de nexo con una de las personas envueltas en un proceso judicial, y a sabiendas de que es un ilícito y no debe hacerse, siempre aparece uno o más osados que se acercan al juez para pedirle que, en lo posible, ayude a uno de los involucrados en un proceso, que es su amigo o amiga, socio o relacionado.

 

Los superiores jerárquicos de un juez, quiéranlo o no, siempre se ven involucrados en los casos importantes puestos a cargo de dicho juez. Sea porque el juez pida su opinión, considerando que su mayor conocimiento y experiencia puede servirle de orientación, o, porque la iniciativa parta del superior, queriendo ofertar de manera sana su experiencia o, decididamente, procurando influenciar la decisión por intereses judiciales, personales o políticos.

 

La presión de la sociedad en determinados casos pesa mucho a la hora de un juez tomar una decisión. Muchas veces la sociedad espera y exige un determinado fallo, y el juez, cual Pilatos, temiendo ser víctima de represalias laborales o sociales, se limita a lavarse las manos y decir: “Si eso quieren, eso les doy”. No se toma en cuenta en esos procesos de qué lado está la razón; la motivación es, simplemente, cuidar la posición.

 

Algunos pensadores han entendido, que razones de más tenían los israelitas de los tiempos bíblicos para escoger por jueces personas ancianas y profetas, que vivían aislados y no ambicionaban fama o dinero,  y habían sufrido la muerte de la mayoría de sus familiares y allegados y, por consiguiente, no eran influenciables por ofertas de ascensos, de riquezas o peticiones de personas cercanas.

 

En nuestro país, esto último contrasta con la limitación práctica, aunque no formal, que impide aspirar a ser jueces a los abogados que rebasan determinada edad. La idea parece ser que los egresados de la Escuela Nacional de la Judicatura sean lo suficientemente jóvenes para que después de aprobar los estudios y dar inicio a la carrera judicial, puedan desempeñar las funciones de jueces durante 30 años o más, antes de alcanzar la edad establecida para la jubilación.

 

La carrera judicial se ha vuelto atractiva en nuestro medio para la mayoría de los abogados jóvenes, muchos de los cuales destacan por su inteligencia y brillantez. En la actualidad resultan muy competidas las plazas que abre cada año la Escuela Nacional de la Judicatura. El mayor problema parece consistir en que un juez joven suele tener muchas relaciones sociales, políticas y familiares y su situación real dista mucho de la de los ancianos jueces israelitas.

 

Deberá transcurrir algún tiempo para que en nuestro país la judicatura sea una institución sólida, netamente académica, apolítica y totalmente independiente. Cuando lo logremos, sin que importe la edad de un juez, sus decisiones serán consideradas justas, independientes y confiables.

 

 

 

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Skeptic
Skeptic
8 Años hace

bien interesante e ilustrativo de lo que sucede con nuestra judicatura,pena nina, practicamente explica por donde le entra el agua al coco en lo que tiene que ver con algunas decisiones famosas de nuestras altas y bajas cortes.