Las palabras de Martí derraman serenidad y restalla como látigo

Hoy no vengo a recordarles “el Himno del desterrado” de José María Heredia. Vengo a recordarles, pues, a que seguimos caminando con la cruz no presupuestada de los desterrados. 60 años de ignominia y deshonra en la tierra que honró el nacimiento del Apóstol, José Julián Martí Pérez. También él está desterrado. En su tumba allá en el índice de la República, Santiago de Cuba, no puede ni gritar desde el Puerto de Carabobo, sin aun sacudirse el polvo del camino, ¡dónde está la estatua de Bolívar! Los mal nacidos de Venezuela han hecho de la tierra de Bolívar un botín y barril sin fondo que llenan las maletas las polillas los supuestos “socialistas del Siglo XXI.”

Antonio Calatayud estará en le tribuna hablando del Apóstol. De aquel Martí, de más o menos preclara inteligencia, arrojado defensor de la Patria, digno amador de la Libertad, poeta y escritor, que conocí muy pobremente en las aulas primarias dominicanas cuando apenas cursaba el tercer grado; no es el Martí cumbre y continental de las inolvidables horas del Seminario Martiano. Mi padre a quien llevo en mi corazón con mucha honra me enseñó a honrar a Martí, a Maceo y a Gómez. El viejo mío me decía que esa era la trilogía de consuelo de la Patria Cubana. Que esa trilogía había que levantarla constantemente hasta que traspasara los rayos del sol con las alas doradas del sacrificio cubano. ¡Qué belleza tan incólume!

El pueblo de Cuba le debe mucho a Ubieta, autor de “La Revolución por dentro” y a Jorge Mañach por darnos a conocer al grande de Martí, en su libro, “Martí: El Apóstol.” El Martí de mi infancia, era uno entre los tantos de la historia republicana; algo más luminosa que los otros, pero sin el pedestal que sus propias y cimeras páginas le han levantado en el corazón de los que le estudiamos. Podemos declarar francamente, que no conoce a Martí, quien no ha transitado las rutas maravillosas de su poesía; entrado, con el corazón en fiesta mayor, en los caminos tiernos, casi paternales de “La Edad de Oro.” Sentido, hasta lo más recóndito del sentimiento humano, el dolor de un pueblo oprimido, retratado en las páginas de “El Presidio Político en Cuba”. Deleitado y enriquecido su intelecto, en la polifacética personalidad de sus artículos diversos y abundante correspondencia literaria. Nutrido su criterio político en los vibrantes discursos, en las Bases del Partido Revolucionario Cubano; en el Manifiesto de Montecristi. Todos ellos, tan honrados, limpios, sinceros y lejos de la mezquina codicia de la política actual.

Para conocer a Martí, hay que ir, espiritualmente de su mano, a través de sus letras. Profundizar su mensaje, que es como un reguero de luz inalterable e insospechada. Valiosos son sus conceptos humanistas y pedagógicos. Su visión del Hombre, al que mide, talla; despoja de lo superfluo. Indica sus errores y posibilidades. Despierta a las realidades de la existencia en un llamado enérgico y suave al mismo tiempo. Insta, reanima. Profetiza el futuro, y también le deja un pensamiento alto para entonces.

Cristiano sin alardes ni extremas sensiblerías, enseña a “a amarnos los unos a los otros”. Induce al respeto, a la tolerancia, a la comprensión. Define la Libertad y obliga, de ese modo tan suyo, a defenderla.

Nos lleva en sus lecturas, desde la estética de un cuadro al estilo más exquisito del verso, y desde esto, a los principios básicos para la educación del Hombre, como guía y señal de su tiempo. Indica con preciosa sabiduría, el vacío que, en casos, suele quedar entre la instrucción y la educación. Dice  del rosal y la estrella; de la serpiente y el colibrí. La espada necesaria está en su izquierda, pero su corazón diáfano e íntegro, va en la derecha que le tiende al tirano, en gesto de caballero.

Cada palabra suya derrama serenidad o restalla como látigo, según el momento que la geste. Pero todas son gigantescas e imperecederas. Sus páginas, ya no sólo sobrepasan en su verticalidad, las cumbres americanas, sino que alcanzan las más altas del pensamiento universal, como en una ocasión afirmara en Nueva York la poetisa, Gabriela Mistral.

Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo una rosa blanca.

©Daniel Efraín Raimundo.
Santo Domingo de Guzmán, capital Primada de América. Cuna de América. En el natalicio de José Martí, dedicado a todos los cubanos desterrados del mundo y a los que viven desterrados intramuros.

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
0 Comments
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios