La Virgen de la Victoria

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EL AUTOR es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

POR EMILIO AQUINO JIMENEZ

A unos dieciocho kilómetros al Este de la ciudad de Santo Domingo se encuentran ubicado un pequeño poblado denominado la Virgen, el cual queda en la ruta  que conduce a la Penitenciaría Nacional de La Victoria, justo 3.4 Kilómetros antes de llegar a la famosa cárcel. Éste lugar es testigo silencioso de las penurias que sufren miles de familias dominicanas a las cuales les une la desgracia de tener un familiar, amigo o conocido encerrado en la Cárcel de La Victoria.

La Virgen de ese poblado, no es la misma “Virgen de la Provincia La Altagracia”. Pues fue notoria la algarabía el pasado 21 de enero reciente, cuando la celebración del día de la protectora del pueblo dominicano logró borrar del escenario el trágico acontecimiento que enlutó a varias familias por las muertes acaecidas durante una reyerta  en la Cárcel de la Victoria.

Mientras La Virgen de la Altagracia estaba siendo bañada con agua bendita desde una flotilla de Helicópteros de la Fuerza Área Dominicana, la Virgen de la Victoria se había dado un baño de sangre de los corderos de La Cárcel que lleva el mismo nombre, sin que ninguna de las autoridades que fueron rociadas con agua desde “el cielo” con Helicópteros pagados con los impuestos del Estado, hicieran algún pronunciamiento sobre la forma en que aparecieron armas de fuego dentro del recinto carcelario.

Tal como expresara Fiódor Dostoyevski “Si quieres conocer una sociedad visita sus cárceles”. Pero ¿qué razones habrían llevado al autor Ruso a expresar esa idea? Es una realidad que en las cárceles se encuentran seres humanos, los cuales pertenecen a la misma sociedad de aquellos que estamos en aparente “libertad”. Sin embargo, es demasiado fácil olvidar esa premisa, pues basta con que transcurra algún tiempo, para olvidarnos del amigo, familiar o vecino que por alguna razón está siendo perseguido por el derecho penal.

Al olvidar esa realidad, pasamos a un estado aparente de sociedad que tiene todo en su justo lugar: los médicos en los hospitales, los curas en las iglesias y los delincuentes en las cárceles. Nos tranquiliza saber que los curas no están en los burdeles, ni los médicos en los consultorios privados. Y así, vivimos una hipocresía social que nos lleva a pensar que todos los privados de libertad en las cárceles son desechos sociales que apartamos para estar más tranquilos.

Pero nada más alejado de la realidad, pues las cárceles están llenas de seres humanos que no han delinquido y otros que sus delitos no merecían el castigo que significa estar encerrados en un lugar conviviendo en condiciones infrahumanas. Dado que la condición humana es inmanente, no nos ha sido dada por nadie, sino, que al nacer la traemos en nuestro ser, entonces, debe permanecer con nosotros sin importar las condiciones en las que nos encontremos.

Si alguna Victoria ha de tener el desarrollo del Derecho Penitenciario como ciencia penal relevante para una sociedad, es lograr que los seres humanos que estén encarcelados, culpables o no de haber cometido delito, sean tratados como seres humanos, respetando su dignidad antes, durante y posterior al proceso que lo ha llevado a un centro de privación de libertad.

La Virgen de la Altagracia, debe obrar por igual en Higüey y en la Victoria, la misma agua bendita que descendió sobre los fieles de la Basílica de Higüey, debe ser rociada a los infieles de la Cárcel de la Victoria. Sea que la “Virgen” llegue en Helicópteros o en Burros como anduvo Jesucristo, debe proteger a todos por igual.

Si divide las bendiciones para unos desde el cielo en Helicópteros y para otros desde el infierno en la Cárcel de la Victoria, habrá que separar las bendiciones para después de la muerte. Y cuidado si los que están ardiendo en la Cárcel de la Victoria, serán los que les toque descansar en el mundo ultraterreno que ha de venir después de la muerte, en recompensa por haber vivido su infierno en la tierra.

 emilioaj.3072@gmail.com 

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