La lucha por el poder

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El Autor es profesor universitario. Reside en Santo Domingo

Por EDWARD VERAS

 

En la historia no ha existido conflicto alguno entre aldeas, naciones o grupos humanos que no posea un fin económico que conlleve de forma directa a la obtención del poder absoluto. En el año 49 antes de la era común, Cayo Julio Cesar, bajo la consigna “alea iacta est”, decide cruzar el Rubicón con el único objetivo de disputarle el poder a su antiguo amigo Pompeyo. La ambición desmedida de Gaius Lulius Caesar (en latín) obligando al senado a convertirlo en dictador, culminó con la acción predicha de los “idus de marzo” reconociendo este entre sus perpetradores a su fiel e íntimo colaborador Marcus Junio Brutus y exclamando: ¿Et tu, Brute?.

 

Por milenios los grandes y duraderos imperios registrados por la humanidad, han sabido realizar un reparto del poder alcanzado, estratificando el liderazgo y sabiendo levantar la bandera de la paz luego de cualquier ardiente batalla. Los griegos mantenían la categoría de reyes a los líderes de tierras ocupadas, convirtiéndolos en aliados estratégicos y la socialización de los logros como razón fundamental de su existencia. El imperio Romano y sus sucesores Imperio Romano de Oriente y el Sacro Imperio Romano Germánico, dotaban de cierta independencia a sus provincias, proclamando a figuras locales como prefectos, regentes de la normal actividad de las mismas.

 

En épocas más recientes, los Estados Unidos de América han sabido jugar a la geopolítica mundial, considerando en ciertos aspectos, la independencia de criterio de sus socios de la OTAN y sus posiciones, respetando las fronteras imperiales con la URSS, China y aliados durante la guerra fría y balanceando adecuadamente las cuotas internas de poder asignados a grupos políticos, económicos y hasta religiosos con intereses dentro y fuera del territorio norteamericano. Una muestra de este equilibrio es la ejecución del magnicidio una mañana de noviembre de 1963 y que el mismo no genere una convulsión social en la nación.

 

Un gran error de Adolf Hitler fue considerar la implementación de una idea única sobre la ocupación de Europa y el norte de África, descabezando los gobiernos locales y manteniendo en estados de sitio a las poblaciones, tras las rendiciones enemigas. Por igual, el maltrato, la desconsideración y la vejación a una camada de sus más altos oficiales y estrategas de los campos de batalla, aceleraron la caída del afamado Tercer Reich cercenando su permanencia a poco menos de 12 años.

 

El perínclito varón de San Cristóbal nos gobernó 31 años. Contrario a lo que cuenta la jerga popular, este mantuvo una excelente relación con norteamericanos y europeos, aceptando incluso a aquellos republicanos que huían luego de la guerra civil española y que representaban una amenaza ideológica a cualquier régimen autoritario ubicado en la geografía mundial. Supo lidiar con la iglesia, el empresariado, mandos militares e intelectuales de la época, respetando la condición de estos como “poderes fácticos” que aún mantienen. Este reparto del poder le permitió al tirano ejercer sus acciones hasta que la geopolítica de la posguerra ya no lo asimiló.

 

Muerto el sátrapa antillano, las contiendas intestinas intrapartidarias se reflejan desde la misma llegada gloriosa de aquel conocido 5 de julio, en vuelos distintos, reflejando diferencias de fondo y forma en el contexto a las nacientes ejecuciones locales del partido que representaban. Cabe la pena mencionar la disputa por la conquista de una codiciada doncella cubano-española.

 

Las incisiones no se hicieron esperar. La formación del MIDA en 1970 fruto de la división del naciente Partido Reformista y la formación del PLD en 1973, fueron las primeras grandes divisiones que registró la partidocracia local. Por su lado, la izquierda experimentaba múltiples fragmentaciones ideológicas, fruto en su mayoría de las confrontaciones internas del socialismo internacional y por igual del comunismo pujante tras la cortina de hierro.

 

Las pugnas internas en el Partido Revolucionario Dominicano se registraron con mucha anterioridad a la toma del poder en 1978. Durante sus 8 años de gobierno, esa lucha de intereses devino en restricciones de entrada de altos dirigentes al Palacio Nacional, la conformación de dos bufetes en la cámara alta y frustradas asambleas internas para conformar estructuras y boletas electorales. Aún se recuerda el “concordaso” como el hecho histórico que hizo retornar a Balaguer al poder en 1986, reflejando las disidencias de Majluta y su tendencia contra el gobierno de Jorge Blanco.

 

Las diferencias continuaron con el surgimiento de agrupaciones como el PRI, el BIS y la ASD a expensas de desprendimientos del buey blanco, prolongándose inclusive hasta tiempos más recientes luego del deceso del líder de masas. La llamada de “votar por el diablo” y la formación del PRSD manteniendo a la fuerza el local histórico, usando los mismos métodos felipianos de 1985. El no menos recordado, tiroteo del 26 de enero de 2013 en la avenida Jimenez Moya, en la memoria ciudadana como “la fiesta de los sillazos”, degeneró en la formación de la Corriente Mayoritaria, trasladando luego la dirigencia y militancia a la antigua ASD, con el nuevo nombre de Partido Revolucionario Moderno PRM, convirtiendo al viejo PRD en una entelequia, bisagra y lisonjero de las migajas del poder.

 

Las divisiones en el PLD han sido por igual una tradición, desde su fundación. La formación de los partidos UD y PPD, revelan la consecuencia de las contradicciones internas de miembros del Comité Político con el líder fundador de la agrupación y sus sonoros malletazos con el calibre 38 sobre la mesa. El surgimiento de la APD y el paso de dirigentes al antiguo Bloque Socialista, develaron surcos a finales de los 80´s y principio de los 90´s. Una nueva modalidad de división, se estrenó con la formación del famoso movimiento FILA y el PAL, como una forma de acceder a las mieles que brinda el poder burlando las restricciones de la cerrada estructura partidaria.

 

En la actualidad se recrudece la lucha por el poder en el partido morado, cada grupo con aliados internos y externos, con sus propias bocinas y presupuestos mediáticos. Se recuerda la “noche del megafonazo”, en la cola de una camioneta con la frase célebre: “me venció el estado”. Hechos recientes demuestran el irrespeto a la disciplina férrea pregonada por años. Las lúcidas corbatas rojas como símbolo de guerra y división, matizaron los discursos a la nación durante los sucesos registrados en el 2015 de imposición y avasallamiento del “liderazgo de los sobrecitos”.

 

La pelea fratricida por el control del poder político que representa cada estamento a cargo del partido de gobierno, nos sorprende entrado diciembre en plena temporada navideña de amor y paz con dos dirigentes intermedios muertos, tras las balaceras registradas el pasado domingo 13, robo y quema de urnas, múltiples heridos, empujones, uso abusivo de recursos públicos, impugnaciones, acusaciones y contraacusaciones de todas las tropelías posibles en un proceso interno para elegir candidatos a alcaldes, diputados y regidores, sin que la población sepa resultados y consecuencias de los hechos.

 

En cada caso, bajo representaciones locales se mostró el actual conflicto Leonel-Danilo atípico por la forma  intestina de desgarro de sus fuerzas más que por la división persé anotada en el pasado. Es como si el Estado-Botín y su presupuesto no fuese lo suficientemente grande para satisfacer todas las apetencias y los compromisos asumidos en la elección del 2004 y reelecciones del 2008 y 2012.  ¿O será que ese gigante siamés ha decidido separar sus órganos y extremidades, convirtiendo el estómago común en dos grandes barriles sin fondo insaciable, con el pecado capital de la gula pesando en su conciencia?

 

En la actual coyuntura la oposición política encarnada en la figura de Luís Abinader Corona, debe colocar el oído en el grito agónico de la sociedad que pide a una voz un cambio en el accionar político partidario como preámbulo del ejercicio del poder, recordando la decisión soberana de un pueblo hambriento de verdaderas políticas públicas de inclusión social y desarrollo institucional. Ojalá que su propia lucha por el poder no los obnubile.

edwardverasdiaz@gmail.com

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NUNCA MORAO
NUNCA MORAO
8 Años hace

cuando depositamos nuestros votos en las urnas debemos tener plena conciencia de lo que hacemos, dar a ese momento, la sobriedad, la calidad, la importancia y sobre todo la responsabilidad que asumimos en ese acto tan sencillo, pero de singular valor , porque no solo comprometemos nuestra propia suerte, sino la de todo un pueblo que pudiera padecer las consecuencias de nuestra ligereza y poco juicio.