La hegemonía grupal del PLD

“El honor no se gana en un día para que en un día pueda perderse. Quien en una hora puede dejar de ser honrado, es que no lo fue nunca”, reflexiona el dramaturgo español, Jacinto Benavente, quizás dejando este mensaje como marco de referencia para aquellos políticos que se consideran vitalicios en los gobiernos hasta convertirse en una obsesión descontrolada para la sociedad.

Estudiosos de la neurociencia, al referir sobre el fanatismo hegemónico grupal, también lo relacionan con las limitaciones de ciertos actores en cuanto al manejo de las leyes y el Estado, los cuales se contraponen y menosprecian al ciudadano común, sobre todo, cuando se interesa en formar parte de la administración pública.

Existe una obsesión apestada por el fanatismo político con ciertos rasgos derrotistas cuando se trata de sepultar al partido que podría superar las aspiraciones de un potencial candidato extremo, que no cuenta con el apoyo de los votantes y ambiciosamente se inspira en el dinero sucio para obtener el porcentaje requerido y ganar las elecciones.

El referente de estas valoraciones le queda al Partido de Liberación Dominicana (PLD), como un traje a la medida en el que todos sus ministros, senadores y diputados se consideran dueños absolutos del país. Estos utilizan los recursos del Estado para garantizar su permanencia en el poder por encima de los porcentajes de popularidad que arrojan las encuestas políticas.

Además de centralista, en el gobierno del PLD existe un fanatismo grupal que ha sido diseñado para enfrentar todo el que está en su contra, sin importar los métodos a utilizar para defender derechos superfluos y si es necesario hasta responder con acciones violentas, anteponiendo sus responsabilidades y convirtiéndose en víctima, cuando realmente son victimarios  del desplome brutal del Estado.

En el gobierno dominicano existe un sentimiento sin mácula diseñado para enfrentar en grupo al que está contra su postura desenfrenada. El discurso defensivo de todos los funcionarios está dirigido a garantizar y conseguir inmunidad emocional aunque haya que distorsionar la realidad de los hechos y atribuir sus frustraciones a los demás, deshumanizando al ciudadano y considerándolos como obstáculos que se interponen a sus ideales y al mal manejo de los recursos públicos.

Cuando desde la adolescencia se crece en un grupo que justifica la violencia mediante un discurso propio de sus ideales se comete el grave error de excluir con instinto al que se expresa a favor del buen manejo de las instituciones. Es ahí donde descansa la mala fe y el oportunismo constante del gobierno de Danilo Medina.

Es una pandilla de funcionarios que no piensa en el que está detrás o a su alrededor. Es un grupo  que aun estando en las directrices del Estado se cuestionan a sí mismo; y eso se aprecia hasta con sus declaraciones en los medios de comunicación, debido a que carecen del sentido común y no saben los mecanismos que deben adoptarse para que el barco pueda dirigirse por el camino establecido por las brújulas y las finanzas sean transparentadas. Su referente por excelencia es amasar fortunas para mantener la impunidad.

¿Quiénes somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el marco legal y organizacional de esta cartera pública? Se preguntan. ¿Cuál es la causa? Sencillo, los funcionarios del gobierno no están preparados para dirigir con transparencia el Estado. Es un grupo orquestado por la dirigencia peledeista para manipular las emociones, destruir los lazos afectivos y deshumanizar al adversario mediante mentiras y triquiñuelas.

Los cargos en el gobierno de Danilo Medina no fueron otorgados tomando en cuenta la capacidad intelectual del individuo, sino asumiendo los compromisos acordados en campaña y las inversiones que hicieron los alabarderos del presidente para garantizar la reelección, razón por la cual los funcionarios no son sustituidos de las instituciones públicas.

El actual gobierno está siendo dirigido por un presidente rodeado de ministros y legisladores inseguros para trabajar por el desarrollo y la estabilidad económica del país. Sin embargo, tienen un máster para apoderarse de los recursos públicos, chantajear y hablar mentiras, a pesar de la escasa capacidad de razonamiento que poseen para generar ideas y convencer las masas con un discurso afectivo, no populista, que sirva para desviar la atención del fracaso.

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