La gaviota aún vuela alto

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

 

Aquella ave despegó sutilmente en vuelo libre desde los arrecifes cultos de un ser extraordinario cuyos latidos de su corazón prisionero parecían florecer bajo las aguas color rubí de unas olas impetuosas que se retiran y regresan suavemente a la orillas cautivadora de una isla de encantos primorosos.

 

Las voces encantadas de las sirenas de la mar borrascosa se situaron frente a aquella celda blanca, despertaron los espíritus durmientes que vivían y viven en una ínsula rodeada de palmeras, de dulces riberas y de versos hermosas escritos en cuadernos de oro detrás de unos barrotes cuyas páginas gloriosas descuajadas de la carpeta del escritor irían a alojarse en las almas nobles de una colectividad humana deseosa de libertad.

 

La gaviota de esta iluminación, con sus plumas blancas y grises expuestas a las brisas sedosas, vuelan sobre el infinito huerto de una patria en cuyo fondo marino se observan perlas desnudas de variados colores salidas de conchas de nácar tratando de seducir con su brillo y su encanto al dios Poseidón, que ha decidido venir a residir en medio de las aguas sensuales de una isla del Caribe llamada Quisqueya.

 

Un ser humano de extraordinarios vuelos literarios como Juan Bosch, encarcelado en una celda de rejas imaginarias frente a un hermoso mar azul, olor a esperanza, a vuelo libre de gaviota, se sienta encantado y absorto en una esquina de su vida y comienza a escribir iluminado desde aquella prisión como de novelas.

 

Aquel señor de las letras antillanas, de ojos cetrinos, alto y esbelto,  como un cedro de gran tamaño, a quien la brisa del mar despeina, escribe como si se tratara de Lucas el Evangelista escribiendo sus dos libros famosos: el tercer Evangelio y los Hechos de los apóstoles y del manantial de su pluma encendida y prodigiosa brota anhelante la tinta perfumada de un poema hermoso y La gaviota, con sus plumas blancas y gris alza vuelo y cruza los aires desde aquel arrecife de mi ensueño, veamos:

 

«Junto a la reja de mi blanca celda el mar despeina su melena azul. Veo cómo se alza la gaviota y vuela como afanosa de volverse luz, como afanosa, como afanosa de volverse luz. Indecible anhelo de tener las alas, del ave grácil que se eleva así. Desentumirlas, levantar el vuelo, cruzar los aires y llegar a ti, cruzar los aires y llegar a ti».

 

Son versos de anhelos de liberación los que escribe Juan Bosch desde aquella celda blanca: «Junto a la reja de su blanca celda su indecible anhelo de tener las alas/ del ave grácil que se eleva».

 

Me parece que este «a ti» es un a ti enardecido de un inocultable amor paralelo al amor de la libertad que evapora una pasión que se resiste a permanecer en una celda blanca y detrás de unos barrotes que no pueden impedir que vuele el fuego incandescente del amor que con los años si no fue hombre alado fue gaviota que voló de aquel arrecife de ansias reprimidas.

 

Con toda la condición vital que juega las cartas de la vida sin fronteras, cuán orgulloso estaría Mandela por los dos caminos paralelos de la gaviota del gran escritor dominicano.

 

En el transcurso de su vuelo la gaviota de Bosch se transforma dulcemente en una hermosa criolla universal que «en el aire limpio, las gaviotas blancas parecen cometas con flecos de plata». Las blancas gaviotas —como escribiera el poeta Manuel Jurado— «vuelan, gritan, rajan el aire azulado de las tardes claras» y yo agregaría como escritor que parten en vuelos libres y descienden a la larga bufanda de arena blanquecina que calienta sus pasos hacia la plena libertad.

 

Pero esta gaviota tiene la fuerza de su canto subliminal y su vuelo grácil, sus alas suaves de largas fantasías traza ruta hermosa de libertad por los aires antillanos y abren espacios sobre los cielos universales de las almas nobles que aguardan tranquilas en las orillas de los azufrados mares azules, en los farallones míticos de América Latina, a que se abra la celda blanca de la esperanza en la que Bosch escribió aquellos versos sugerentes de indecibles anhelos.

 

Imagino a un Bosch que fantasea alegremente desde su celda blanca ilusionante y con su alma  de poeta alto, desde aquella fortaleza «ve  cómo se alza la gaviota y vuela como afanosa de volverse luz, como afanosa, como afanosa de volverse luz. Indecible anhelo de tener las alas, del ave grácil que se eleva así. Desentumirlas, levantar el vuelo, cruzar los aires y llegar a ti».

 

La gaviota de Bosch ha volado desde aquella celda abriendo sus plumas grises y blancas de la libertad y de la esperanza en una isla del Caribe de cocoteros y de palmeras, de olas espumosas y de arenas plateadas que le dan forma a tu isla de un paraíso tropical fascinante.

 

¡Oh gaviota de vuelo soñoliento! ¿Por qué te deslizaste sin despedirte y te perdiste en la niebla del cielo cuando más te necesitábamos en la dulce alameda de tus delirios? Mira desde tu alto vuelo donde parece que duerme —como escribió el poeta Machado— «en la fulgida niebla del sol blanquecino» donde palpita tu gaviota.

 

En este tu aniversario tu gaviota desciende a reposar serena sobre tu blanco mausoleo y desde allí se eleva de nuevo sobre la mar azul con el cetro que ganaste por tu lucha secular y animosa por un pueblo aspirante de libertad y de gloria.

 

JPM

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