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La fórmula
Pudiera ser por un asunto genético-creo que por parte de mi padre-, por mi modesta existencia y el hábito de ejercitarme regularmente aunque mañana me desplome como le he dicho a algunos amigos que, hasta el momento, no aparento los años que tengo.
También algunos colegas me han preguntado sobre cómo, físicamente, me mantengo en forma. Bien, al margen de mi disciplina física, a éstos les comentó que distinto a otros he trabajado periodismo, pero nunca proponiéndome ser un periodista “brillante” todo el tiempo, ni vivir del pluriempleo. Además, he sido objetor de conciencia de mi sector.
Me explico, no he pretendido nunca, no por incapacidad, ser una estrella del periodismo, si tengo que ser cómplice de ciertas injusticias y coquetear con el sistema. Como periodista, sin chantajes, he recibido muy escasos favores que suelo revelar quién o quiénes los prodigaron, pero nunca me he sostenido de mamandurrias. Mis relaciones no rebasan el deber profesional, ni he dependido del Estado.
Porque otros con ninguna trayectoria ni conciencia laboral la han recibido; lo único que he reclamado en los últimos tiempos, es una pensión que aunque creo merecerla, por ahora, se me ha negado. Como periodista nunca he pretendido ser de los concupiscentes y exquisitos, si me tengo que prosternar ante actos de corruptelas.
Pero tampoco tengo ínfulas de intelectual, ni pretendo serlo, si con ello tengo que arrastrarme y conciliar con los más lesivos intereses.
En ocasiones escribo “extrañísimos” artículos; comparto con la gente de los barrios; no asisto a rueda de prensa si no estoy ejerciendo. Mi código como periodista tal vez se diferencie del de los demás.
No busco notoriedad; pero no sufro de alexitimia, es decir, sé reconocer los méritos de otros. Soy tan sensible como los demás, pero siempre manteniendo la coherencia. En otras palabras, hasta ahora nunca me he despendolado, y vivo como me da la gana y a nadie le importa, sin cargos de conciencia ni presiones de nadie. Ahí está la fórmula; eso creo.