OPINION: La cara rota de los  diputados de ultramar

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El autor es periodista. Reside en Filadelfia.

Como reza el refrán: “De buenas intenciones está empedrado el camino que lleva derecho al mismo infierno”. Nada pudo estar más equivocado que la imposición por los partidos mayoritarios de unos candidatos a “diputados de ultramar”. Este proceso dejó como consecuencia grandes disgustos,  acusaciones de fraudes y desavenencias internas en los partidos mayoritarios en el momento de sus escogencia como candidatos oficiales.

La modificación a la constitución dominicana en el 2010 introdujo la modalidad del diputado de Ultramar mediante la cual se determinó que a partir de las elecciones del 2012, los dominicanos residentes en el exterior iban a  elegir 7 candidatos a diputados con la idea y finalidad de que la poderosa diáspora pudiera tener una representación congresual.

Este proceso culminó  con la elección de Rubén Luna (PRD), Adelis Olivares (PRD), José Morel (PRD), Aurelio Moscat (PRD), Alfredo Rodríguez (PLD), Marcos Cross (PLD) y Levis Suriel Gómez (PLD), distribuidos entre Estados Unidos, Puerto Rico, Canadá y España.

Estos candidatos,  hoy diputados,  fueron elegidos en convenciones internas de sus propios partidos bajo serios cuestionamientos,  denuncias de fraudes,  manipulaciones e imposiciones antidemocráticas. La misma diáspora dominicana fue sorprendida en su buena fe cuando después de ser electos como diputados de ultramar, salió en diversos medios de prensa que los flamantes legisladores, lejos de ser auténticos representantes del dominicano de apie, de ese inmigrante que se debate en el día a día, trabajando de sol a sol para sobrevivir y enviar dinero a sus familiares que quedaron en RD, sino que pertenecían a un grupo de multimillonarios, cuyas declaraciones de vienes ascienden a más de 200 millones de dólares.

Probablemente lo malo de esto no es que sean millonarios; por el contrario, eso pudo ser muy bueno. “Lo peor de todo esto es que no pueden mostrar evidencias de haber legislado en  beneficio de una diáspora tan necesitada de asistencia, protección y al menos reconocimiento en su propio país, desde donde sale su más inhumana explotación”.

Desconectados de la realidad objetiva y de los problemas que afectan el diario vivir de los dominicanos residentes en el exterior, los diputados de ultramar se pasaron los primeros 4 años legislativos  paseándose en   vuelos de primera clase, volando tan alto como desconectados de la realidad objetiva para lo que fueron elegidos. Eso si, sin renunciar a un solo de los privilegios que les otorga la investidura de uno de los congresos más derrochadores del mundo. La diáspora dominicana lo tiene bastante claro: Los diputados de ultramar resultaron ser un fiasco, cuya reelección solo fue posible gracias al arreglo de los partidos mayoritarios e intereses establecidos,  “reelección por reelección”.

Han sido más actores que legisladores. En su afán por demostrar todo lo que no son, cuando han sometido un proyecto de ley de  bajo impacto y poca significancia, le dan una enorme publicidad en los periódicos y medios de comunicación, todos saturados de titulares que aluden a sometimientos de proyectos, sin presentar resultados de que alguno haya sido aprobado con evidencia de mejorar la situación del residente en el exterior.

Definitivamente, los diputados de ultramar, no han podido conectar con la comunidad que representan, a pesar de todos sus millones, hacen que los contribuyentes dominicanos les paguen 330,974 pesos mensuales, también reciben 87 mil pesos extra a sus salarios; 35 mil en gastos de representación y una cuota mensual de 20 mil en combustible, también gastos de celulares, oficinas, exoneraciones por 100 mil dólares para importar vehículos, secretarias, personal de seguridad y otros  privilegios, como hoteles, restaurant de lujo y club para legisladores con todo incluido, entre otros. También  reciben 500 por asistir a las asambleas legislativas y 2 000 por cada reunión de las comisiones, así como 2 mil por cada espacio que visiten en un día. Eso quiere decir, que entre los 7,  le han costado al pueblo dominicano más de 300 millones de pesos en el tiempo que llevan como legisladores.

El fracaso de los diputados de ultramar rosa los confines de lo absoluto, en un principio los dominicanos residentes en el exterior vimos con un alto grado de esperanza y pensamos que al estar representados en el  Congreso Dominicano, nuestra voz se iba a levantar para que las clases políticas criollas empezaran a analizar y reconocer el verdadero poder de la Diáspora. Nos equivocamos cuando creímos en nuestros diputados y delegamos la confianza en ellos para que hagan valer el poder económico que representa la inyección de               US$ 5 ,911.8 millones de dólares  que enviamos en remesas a nuestro país, representando la importante cifra de un 7% del Producto Interno Bruto de la nación. Nos equivocamos al elegir a nuestros diputados en la creencia de que encaminarían proyectos de leyes serios que llenaran las expectativas de una serie de demandas históricas de la diáspora.

Nos equivocamos cuando creímos que nos iban a representar y no hemos visto ni siquiera una oficina de orientación de esos diputados, no los vemos por ningún lado y como no han legislado para la diáspora, no tienen nada que presentar. En su mundo legislativo no existen, las consultas públicas, no hay rendición de memoria de proyectos de leyes ejecutados, en consecuencias, no hay cuentas que rendir, tampoco proyecciones planificadas de trabajos, ni resoluciones…nada…nada, al fin de cuenta para ellos, esta diáspora está compuesta por borregos, que aceptan todo.

 

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