La calle El Conde en los años 30 y 40
Horacito
Álvarez Perdomo me ha hecho llegar unas memorias de su niñez y adolescencia,
desarrollada en la Zona Colonial de Santo Domingo, cuyo eje comercial
vertebrador fue El Conde, Isabel la Católica, Arzobispo Meriño y sus contornos,
que editaremos por entregas.
Empresario
industrial casi de cuna, su padre Horacio Álvarez Saviñón, con el auxilio
inicial de su madre Angélica Perdomo Frier, fue un pionero en 1931 en la
fabricación de refrescos con sus marcas Agua Mineral Enriquillo y La Toma (de
sabores), embotellando en esa década Pepsi-Cola para el mercado local.
Horacito, ya en la pista de los 80, cultiva una memoria prodigiosa.
Fue
estudiante fundador del Colegio de La Salle en 1933, sito entonces en Meriño
con Billini. Sencillo y afable, desarrolló pasión como piloto de carreras de
auto, destacándose además como radioaficionado. Casado en los 70 con Patricia
Cocco Guerrero, hermana del entrañable Miguel, mi compañero desde el 3ero de
primaria de La Salle y en la Escuela de Sociología, con quien compartí sueños
redentores.
Arranca su
narración geográficamente de Este a Oeste -tal la numeración de la vía-,
conectando El Conde con otras arterias comerciales.
Al cruzarse
con Las Damas, señala el Instituto Cartográfico Militar y el diario El Caribe,
fundado en 1948. Alude a la Torre del Homenaje, que en una ocasión debió
visitar tres veces al día a llevarle la comida a su padre, apresado al llegar
en el Coamo desde Puerto Rico, acusado de entregar una mecedora a un enemigo
del régimen.
Allí compró
una finca a don Lico Álvarez -abuelo de Nancy, Celsia y Jocelyn-, ubicada en
Mango Fresco, donde nuestro narrador descubrió el sancocho de gallina de campo,
«el mejor manjar ingerido hasta el día de hoy».
Describe la
Isabel la Católica o Calle de los Bancos, «llamada así porque en la esquina
con Mercedes estaban los tres únicos bancos existentes en la época: First
National City Bank, Royal Bank of Canada, y Bank of Nova Scotia, sin otra
sucursal en la capital. En la esquina Padre Billini residía Mon Saviñón con su
esposa doña Julieta, hermana del dictador, quien nunca se metió con nadie, y
sus hijos Gracita y Pacho.
En esa misma
casa años después vive y se suicida enajenado mental Aníbal Trujillo, hermano
del dictador, casado con doña Pura Nivar.
Al Sur, casi
al llegar a la Arz. Portes, la Clínica de Dr. Pardo, donde a muy temprana edad,
luego de unas vacaciones en Haina, en casa alquilada al padre de los Rojas
Alou, constructor de ruedas de carretas, fui operado de amigdalitis.
«Subiendo,
a la derecha, la Universidad de Santo Domingo, en la parte frontal trasera de
la Catedral (calle Pellerano Alfau, actual Palacio del Arzobispado).
Mirando al
parque, la sede del Congreso, y en la esquina El Conde la Papelería del Sr.
McFarlane. Casi colindando con el Royal, del lado izquierdo, la Casa Vicini,
todavía hoy con su letrero. Donde estuvo el Correo y Telecomunicaciones, antes
fue ocupado por la Plaza, espacio abierto en el que se vendía de todo, menos
ropa y electrodomésticos. Al final, la Ferretería Miguelón, de don Lucas
Guerra.
La iglesia
Santa Bárbara y la Avenida España, iniciando la bomba de gasolina de Natalio
Yeara (Yearita, abuelo de Jorgito Yeara). Al cruzar, la pulpería del padre del
Coronel Piloto Ángel Ramos Usera, esposo de Carmenchu Brusiloff.
Más adelante
los garajes de don Juan Ortega Frier frente al taller de Nando González, padre
de Fernandito, la 'biblia deportiva'. Muy amigo de papá y un excelente
mecánico, nadie mejor para el mantenimiento de nuestra 'flota' (un solo
vehículo).
La Ave.
España era vía obligatoria para cruzar el Puente Ulises Heureaux sobre el río
Ozama y dirigirse hacia el Este de la república.
«En la
Meriño con El Conde había una barra, más adelante algo de lo mismo, El Gato
Negro, por un tiempo propiedad de mi primo Carlos Sánchez Perdomo. Cerca, la
imprenta y papelería Pol Hermanos, seguida de la Insular Trading Co.
importadores entre otras líneas de las afamadas plumas fuentes Scheaffer.
Su dueño el
Sr. Molinari, esposo de doña Poupe Soler, fundadora del Golfito. Un poco hacia
arriba la residencia de Julio Ortega Frier y doña Carmita Peña, padres de
Maruja y Pepé, quien casó con Mariucha Tous, padres del economista Ortega Tous.
Casi en
Mercedes, All American Cable, la competencia de la RCA. En la época, las
comunicaciones internacionales se hacían vía cable y las locales por telegrama.
Si Ud. era
amante de los caballos y propietario de uno, sus visitas a Kuinlam, próximo a
All American, eran obligatorias. Allí, las mejores sillas y frenos importados.
Enfrente, la Casa Velázquez, que junto al Elah eran los mejores colmados.
A mitad de
cuadra, frontal a Pol Hnos, la sombrerería de los hermanos Menéndez, con los
famosos sombreros de paja dura y panza de burro confeccionados en su fábrica,
más los Panamá y Stetson importados.
«El
Parque Colón era cita obligada de la juventud capitalina los domingos por la
tarde. Dirigiendo la orquesta del Ejército Nacional, el maestro Cerón nos
brindaba un excelente concierto de música clásica mientras los varones
circulaban en una dirección y las damitas a contrario. Una vez terminada la
retreta, previamente anunciada por campanas del majestuoso reloj público
instalado por tío Angelito Perdomo, la visita al restaurante de los chinos al
lado del Teatro Capitolio era parte de un ritual, si se disponía de los 5
cheles para el pudín de pan u otro de los tantos dulces -el agua iba gratis.
Otros preferían llegarse hasta los Imperiales en la Hostos -frente a la familia
del Castillo Morales, cuyo hijo más destacado, Luis Rafael, fue uno de los
abogados más serios del país-, a disfrutar sus sabrosos helados.
«En la
Hostos con Nouel estaba la tienda de canje del jabón Octagón. Las amas de casas
con las envolturas las cambiaban por excelentes artículos del hogar. En el
mismo local operó años después una oficina de la Nestlé. Las tablas de chocolate,
con nueces o sin ellas, valían 5 cheles y pesaban el doble de las de hoy,
trayendo postalitas a color con temas instructivos. Allí también nos daban el
álbum para pegarlas.
«A media
cuadra, en la acera opuesta, estaba el Garaje Hostos con su moderna bomba de
gasolina. Consistía en una columna con un recipiente de cristal en su parte
superior, debidamente calibrado y visiblemente rotulado desde 1 a 10 galones.
Para llenar
el recipiente, el operador hacía oscilar manualmente en doble dirección una
palanca de unos 4 pies, sirviéndose por gravedad el combustible. Ya casi en la
última cuadra vivía la familia Velázquez: los padres, Evangelina, Liquito,
José, Luis, doctor en retiro y la hembra menor, madre del querido Mundito. Al
frente, en la plata alta, la familia Jiménez:
Milo, su
hermano menor y las hermanas -la más conocida Marianela, por sus excelentes
obras pictóricas. Abajo, la familia García, español de origen funcionario de
Cochón Calvo y Cía, aplatanado y casado con dominicana. Padres de Milagros, esposa
del Dr. Otto Pou y hermana de los bien conocidos mellizos García.
«En
Hostos con El Conde estaba originalmente en una esquina la Lotería Nacional,
administrada por el pariente Mon Saviñón. En otra la Ferretería Baquero de los
hermanos del mismo nombre. Llamaba la atención el novel sistema de despacho y
cobro a los clientes.
El amplio
salón estaba dividido en 4 ó 5 departamentos y desde cada uno, una especie de
trolley aéreo suspendido por unos cables, iba directo hacia y desde la cajera.
Al
dependiente recibir el dinero del cliente, lo colocaba en el trolley junto a la
factura y tiraba de una cuerda, desplazándolo hasta la cajera. Quien, si debía
devolver dinero, hacía lo propio retornándolo al departamento con el cambio.
«En una
tercera esquina, el Restaurante Hollywood de don Quico Pou, padre de Luis,
Carlos (la Cotica) y la hembra, futura esposa de Juan Tomás Mejía Feliú, primer
Rector de la UNPHU. El local estaba totalmente forrado de espejos y cuando
alguien le preguntó ¿por qué?, don Quico le contestó: 'para que vea que es el
único negro y se vaya'. Al lado del Hollywood, el Lic. Duluc, Doña Catalina su
esposa, con sus hijos Rómulo, Pupey y Sarita, quien casó con el abogado don
Pipí Turull, 'hermana' de mi hermana Olguita.
«En El
Conde recuerdo las joyerías Prota, Di Carlo y la de Oliva, quien en algún
momento fuera Jefe de los Bomberos. Tiendas de tejidos, La Opera y Cerame. Las
farmacias de Lolón Guerrero, la Raldiris, la de don Fellito Veloz, otra frente
a La Margarita de don Gilberto Pellerano. Y por último la de don Humberto Gómez
Oliver casi al final de El Conde, muy próximo al salón de exhibición y venta de
los famosos carros Packard distribuidos por don Manuel Alfaro y usados en su
época por el dictador.
Las
jugueterías La Mariposa, cerca de las oficinas de la Cía. Eléctrica de Santo
Domingo, entre José Reyes y 19 de Marzo, y la de Andrés Pérez.
«Encima
de La Cafetera se hallaba la Escuela de Educación Doméstica, donde las futuras
amas de casa aprendían a coser, bordar, cocinar y demás obligaciones de madres
y esposas. Al frente, La Bombonera propiedad de un señor puertorriqueño. En la
esquina 19 de Marzo, El Moroquito del Sr. Cohén con cerveza de barrica. Al
cruzar, El Ariete de don Higinio. Las barberías de Chico, quien me dio el
primer corte, Titico en la esquina Sánchez, y frente al Baluarte el Salón
Marión.
«Las
ferreterías Read en la esquina a Isabel la Católica, la citada Baquero, Morey
en El Conde y Duarte, mas El Candado ante el Baluarte. En la esquina NO de la
José Reyes, en el Edificio Saviñón, se mudó la Lotería Nacional, más tarde
ocupado por R. Esteva & Co., siendo su propietario el caballero don Fello
Esteva, con sus hijos Jaime y Rafaelito.
Entre muchos
electrodomésticos, ofrecían los famosos radios Philips holandeses, con su ojo
mágico garantizando una sintonización perfecta. La zapatería del maestro
Cordero confeccionaba zapatos a la medida. Con un par de éstos me embarqué para
el colegio en New York en 1944.»
¡Ah, qué
tiempos aquellos!

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