La arrogancia en el hombre

«Arrogancia n. f. Calidad de arrogante».  Arrogante: «Orgulloso, soberbio. Hablar en tono arrogante.2. Gallardo, airoso: una figura arrogante» Dicc. Encl. L. 2000.
El ser humano, como ente social se ha dejado engañar de la vanidad, la cual le hace creer que puede ser superior a los demás. Por eso es que, algunas personas son capaces de discriminar a los otros, ya que tienen algunas cualidades físicas, económicas, social, y hasta espiritual que otros no tienen. El blanco discrimina el negro; el rico, al pobre; el intelectual al analfabeto; el profesional, al jornalero y; hasta el de una comunidad mayoritaria, al que es de una minoritaria. Esta conducta, en sí manifiesta pequeñez mental del que la practica, debido a que nadie es menor que nadie como ser humano. Lo triste es que generalmente la sociedad en su mayoría actúa de esa manera.
Cada persona al ser única, debe sentirse apreciada, valorada y respetada, pero así debe verse a esa persona, por el resto de la sociedad. El valor humano no debe ser como una simple expresión psicológica, sino como una manifestación de una conciencia social y espiritual natural y normal. Lamentable es, que el que se  considera superior, no sea capaz de mirar a la misma altura del otro, sino siempre  hacía abajo; pobre espíritu encarcelado en su propia apreciación. La arrogancia es el producto de un ser carnal e ignorante, puesto que los hombres todos son iguales en esencia y ante Dios. La desigualdad, simplemente es un aspecto social degradante y ridículo.
La dignidad humana no se pierde ni se disminuye por la discriminación de otros, pues es intrínseca a la persona; sólo la misma persona puede afectar su dignidad de ser persona y de ser social. Lo del otros, simplemente obedece a un enfoque equivocado de ella. La palabra de Dios, quien es nuestro Creador, nos dice: «Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro. Porque cada uno llevará su propia carga» Gál. 6:3- 5.
La lucha del hombre contra el hombre, es la responsable y culpable del desastre social que existe en todo el mundo. El hombre perdió el rumbo correcto, por causa de la arrogancia. El más fuerte esclavizaba al más débil. Ese fue el caso que le aconteció al pueblo de Israel en Egipto. Durante mucho tiempo, por la razón de José hijo de Jacob, quien declaró la visión al Faraón sobre los siete años de abundancia  y los siete años de escasez, debido a esa hazaña, fue muy importante en Egipto y sus familiares gozaron de paz, aceptación y prosperidad en Egipto. Sin embargo, después vino un rey, quien se inventó un peligro donde no había ninguna posibilidad de peligro, y por eso esclavizó al pueblo de Israel, en Egipto.
La arrogancia no ayuda a la convivencia social, pues es antagónica a la armonía, por querer sobresalir ante los demás. Las virtudes que Dios le da a alguien, y aquellas que pudo adquirir, deben estar siempre al servicio de los demás. Los mediocres se auto- proclaman grandes, porque son pequeños en su interior, y la manera de esconder su pequeñez, es humillando, degradando, murmurando y dañando en todo sentido a los demás. La arrogancia debe considerarse como una enfermedad psicológica, puesto que esto es una patología anormal en el individuo.
Dios siempre ha buscado al ser humano y su voluntad es que el ser humano se supere y adquiera la condición inicial desde donde cayó. De ahí que, Jesucristo vino al mundo con un propósito determinado, como lo manifestó: «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» Lc. 19: 10. Si Jesús hubiese sido arrogante no habría venido al mundo, sin embargo, escribió el apóstol Pablo:»Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,no escatimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» Fil. 2: 5- 8.
Siendo Jesús, el Hijo de Dios, y siendo Dios no fue arrogante, entonces porqué el ser humano se ha dejado engañar con ese comportamiento incorrecto. Aprendamos de los grandes hombres, quienes entendieron el secreto de la vida: la humildad es el fundamento de la convivencia humana,  es la base de la prosperidad espiritual de la persona, y es la condición obligatoria para poder entrar y permanecer en el reino de Dios. Por eso Jesús, dijo a sus discípulos: «De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este , a mí me recibe» Mt. 18:2- 4.
La arrogancia es «una enfermedad,» es un mal comportamiento social, es una obra carnal y sobre todo destruye la convivencia entre los humanos. El remedio de la arrogancia es la humildad; el que la perdona son los hombres; pero, el que quita la sentencia condenatoria del arrogante es Cristo. Y sólo la persona es quien puede decidir negarse a ser arrogante.
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