La ADP y el futuro de la educación

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El autor es comunicador. Reside en Nueva York

POR LUIS M. GUZMAN 

La Asociación Dominicana de Profesores (ADP), fundada en 1970, es el sindicato más representativo del magisterio en la República Dominicana. Su lucha histórica ha estado enfocada en mejorar las condiciones laborales de los docentes, exigiendo salarios dignos, infraestructura escolar adecuada y acceso a recursos pedagógicos actualizados.

Sin embargo, sus constantes protestas y paros docentes han generado un amplio debate nacional. Mientras la ADP defiende su derecho a la huelga como herramienta de presión, muchos sectores cuestionan el impacto de estas medidas en la educación de los niños y jóvenes.

El derecho a la protesta está protegido por la Constitución dominicana (Artículo 47) y por tratados internacionales como el Convenio 87 de la OIT. La ADP ha ejercido este derecho de manera recurrente, organizando movilizaciones y huelgas para visibilizar demandas urgentes.

En 2024, el sindicato llevó a cabo varias huelgas nacionales y marchas, incluyendo una gran manifestación el 1 de mayo frente al Ministerio de Trabajo. Según la ADP, estas acciones buscan presionar al Estado para garantizar mejores condiciones para los docentes y, por ende, para la educación pública.

A pesar de la legitimidad de sus reclamos, las huelgas han afectado significativamente el calendario escolar. Un informe del Ministerio de Educación indica que en 2024 se perdieron más de 20 días lectivos debido a paros docentes, afectando a más de 1.4 millones de estudiantes.

Esta interrupción constante del proceso de enseñanza-aprendizaje contribuye al bajo rendimiento académico y aumenta el riesgo de deserción escolar, especialmente en comunidades vulnerables donde la escuela es el principal espacio de desarrollo.

Además, el impacto económico de las huelgas es considerable. Según la organización Educa, cada día sin clases en las escuelas públicas representa una pérdida de 760 millones de pesos para el Estado.

Este costo incluye salarios pagados a docentes sin que se impartan clases, así como gastos administrativos desperdiciados. Los críticos argumentan que estas huelgas, en lugar de solucionar los problemas estructurales de la educación, terminan profundizando la crisis del sistema educativo dominicano.

Daño colateral

El derecho a la educación, garantizado por la Constitución (Artículo 63) y por tratados como la Convención sobre los Derechos del Niño, se ve amenazado por la pérdida recurrente de clases.

República Dominicana ya enfrenta serios desafíos en su sistema educativo: el 40% de los estudiantes no alcanzan competencias básicas en lectura y matemáticas al finalizar la primaria. Las interrupciones provocadas por huelgas agravan esta situación, dejando a miles de niños rezagados en su aprendizaje y aumentando la desigualdad educativa.

Frente a este dilema, el gobierno y la ADP mantienen posturas enfrentadas. Mientras el sindicato insiste en que el Estado no ha cumplido acuerdos previos, como la inversión del 4% del PIB en educación, el gobierno argumenta que existen limitaciones fiscales y que se han hecho esfuerzos significativos para mejorar las condiciones docentes. La falta de consenso ha llevado a un estancamiento en las negociaciones, con consecuencias directas para los estudiantes y el futuro del país.

Retos y soluciones

Para evitar que el conflicto se repita año tras año, es fundamental establecer mecanismos de diálogo permanente. Una opción es la creación de mesas técnicas de negociación con mediación internacional, donde las partes puedan discutir sus demandas sin afectar el derecho a la educación.

Experiencias en otros países han demostrado que el diálogo estructurado y continuo puede generar acuerdos sostenibles que beneficien tanto a los docentes como a los estudiantes.

Otra alternativa es la implementación de protestas creativas, que no interrumpan las clases pero visibilicen las demandas del sector. Jornadas pedagógicas en espacios públicos, campañas de concienciación o la llamada «huelga de administración» (en la que los maestros trabajan pero suspenden funciones burocráticas) podrían ser estrategias efectivas. Estas acciones permiten que el reclamo sea escuchado sin perjudicar directamente a los alumnos, minimizando así el impacto negativo en la educación.

El Estado también debe asumir su responsabilidad y garantizar los recursos necesarios para mejorar la calidad educativa. Una propuesta viable es la creación de fondos de contingencia para asegurar que, incluso en tiempos de crisis económica, los docentes reciban salarios justos y las escuelas tengan la infraestructura adecuada. Además, el cumplimiento del 4% del PIB para la educación debe ir acompañado de una gestión eficiente que garantice la correcta distribución de los recursos.

El problema no es simplemente una disputa laboral, sino una cuestión de justicia social y desarrollo nacional. Un país que no invierte en la educación de su juventud compromete su futuro. La ADP y el gobierno tienen la responsabilidad de encontrar soluciones que no sacrifiquen el derecho de los niños a aprender. Las huelgas deben ser el último recurso, no la norma, en la lucha por mejores condiciones laborales para los docentes.

Construir un pacto social entre el Estado, los docentes y la sociedad civil es fundamental para garantizar una educación de calidad. El diálogo, la innovación en las formas de protesta y la inversión estratégica en educación pueden ser claves para resolver este conflicto histórico. Como señaló el experto en educación Leonardo Díaz: «Un maestro valorado es un aliado para transformar las aulas; un niño sin clases es una deuda que el país no puede permitirse».

En definitiva, la solución no radica en silenciar la voz de los docentes, sino en atender las causas de sus reclamos sin que esto afecte el derecho a la educación. Es urgente que el país avance hacia un modelo en el que la dignidad laboral de los maestros y el acceso a una educación inclusiva y de calidad no sean objetivos opuestos, sino complementarios. Solo así se podrá garantizar un mejor futuro para la República Dominicana.

jpm-am

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