JB versus JB

Joaquín Balaguer y Juan Bosch han sido durante décadas el centro de innumerables analogías como literatos y líderes políticos. Mientras unos ven sombras otros aprecian luces. Son esencialmente contrapesos, dos existencias que equilibran la balanza de la historia, a veces con plomos colocados con malicias en los platillos por sus defensores o contradictores. Pero ambos son dos ríos de métodos, prácticas e instrucciones políticas que corrieron en sentido inverso. Balaguer murió y se llevó su partido a la tumba, Bosch falleció, mas su organización permanece en su mejor momento. JB versus JB: polos opuestos, frente y espalda, noche y día, cordero y liebre, veneno y nutriente, aridez y fecundidad, cualesquiera de estas circunstancias pudieran ser apreciadas dependiendo del color rojo o morado del cristal con que se mire. Las comparaciones suelen ser ricas en matices y tonalidades. La naturaleza sorprende con el misterio de su eterno paralelismo. Los hombres igualmente siempre han comparado las cualidades entre plantas, animales, objetos o héroes de la historia. El método comparativo fue usado en la antigüedad por Diógenes Laercio en su obra “Vidas de los filósofos más ilustres”. También en la Grecia clásica Plutarco saltó a la fama con sus “Vidas Paralelas”, en ella presenta biografías comparadas de personajes griegos y romanos. Modernamente, la genialidad de Stefan Zweig brilló en “La lucha contra el demonio”, en el que dos focos similares se posan sobre los protagonistas de su narración resaltando sus puntos altos y bajos. Juan Bosch y Joaquín Balaguer, dos artistas de la palabra, cada uno desde su taller pulió la prosa a su estilo, los párrafos de Juan Bosch poseen aroma creativo. Sus instrumentos de trabajo no le roban el perfume a la madera y su obra de arte resalta con terminaciones de primera. Balaguer pinta sus escritos con la fuerza de su erudición y con mágicos colores retóricos. La propia sabiduría de este atleta de la pluma elegante da un brillo peculiar a sus páginas, en las que en ocasiones deja caer algunas manchas negras del tintero. Al leer a Bosch se asume la actitud del alumno que escucha al maestro o al profesor que se esfuerza en plasmar todas sus enseñanzas. Balaguer en cambio muestra astucias, trucos y en cierta forma mañas para que sus discípulos aprendan a pelear con el veneno oculto en la sonrisa y las uñas afiladas como los osos. Bosch parece inspirado en Cervantes, Balaguer por Maquiavelo. Las obras de Juan Bosch tienen el grato sonido del violín, las de Balaguer el inquietante ruido de los redoblantes. Hay primavera en Bosch hay duro invierno en Balaguer. No existe peligro de espinas en las flores líricas de Juan Bosch, en Balaguer se disimulan los zarzales. A Juan Bosch se le puede leer sin angustia, a veces Balaguer resulta sofocante. Juan Bosch pudiera ser perfectamente un maestro de literatura de Balaguer pero Balaguer también pudiera ser un maestro de política de Juan Bosch, pero de política sin ética. Balaguer pudo haber sido un predicador. Juan Bosch un profeta. Es difícil que Juan Bosch se extinga, Balaguer se apagará en el tiempo. Juan Bosch es eternidad, Balaguer es una memoria pétrea. Nadie duda que Juan Bosch está en la gloria, Balaguer no logrará llegar a ese lugar sagrado por la barrera de la página en blanco.

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