Isidro Sánchez Taveras mi caro «Chocorroca»
A la familia Sánchez Taveras
CONSTANZA, EL EDÉN DOMINICANO.- Acabo de enterarme de la muerte de Isidro Sánchez Taveras. Ayer me encontré con Rubén Sánchez Taveras. Rubén que nació en 1956 me recordaba que Isidro era de mi edad y desde jóvenes estudiantes caminamos las calles de Cotuy aun no asfaltadas; los guayabales de su familia frente al Cabaret de Piro Méndez por aquellos años de la década de 1960 antes de que asesinaran al presidente norteamericano John F. Kennedy por la mano aviesa del aparato norteamericano.
Para decir la verdad, pensé que César Sánchez Taveras se iría primero que Isidro, pero los designios de Dios no son los nuestros. Asi se lo dije a Rubén. Me dijo que Pancho, el fiel Pancho, vino al sepelio de su hermano y que todavía el Seratti estaba sin Emerson Fitipaldi en el país y mucho menos con buenas gafas para seguir la tradición grandiosa.
La familia Sánchez Tavera es algo que nos unió y nos ha unido por años. Con la partida de Isidro se va parte de mi generación. Una generación empeñada en mejorar la situación de vida del propio Cotuy que a la larga, como decía el Gran Chocorroca, «esto no hay quien lo arregle».
Pancho fue mi mejor amigo en materia deportiva. Éramos dos escogidistas furibundos y en la esquina de Mendoza el Barbero se formaban las trifulcas deportivas. Nosotros apostando con numeritos de que Mateo Rojas Alou era mejor que Manuel Mota y que Guayubin Olivo no era mejor que Juan Marichal; que Pedro González no era mejor segunda base que Julián Javier. En eso Francisco (Cachimba) Rincón nos apoyaba en lo de Javier como era un eterno aguilucho; asi como Ruddy «Pechuguita» Sánchez admiraba a Víctor Ramírez era su héroe cuando jugaba el béisbol. Estos recuerdos me vienen a la mente con la muerte de Isidro. Isidro nunca fue un buen jugador de pelota. Algunas veces en el play de Espallalito le decía que se pudiera a jugar pelota y nunca quiso jugar pelota.
Pancho fue el pelotero de la familia. Fue un guardabosque derecho bueno en la novena deportiva de Cotuy. Jugué pelota con Pancho en muchas ocasiones en diversos puntos de la República. Estuvimos también en el estadio Cibao juntos en series regionales del equipo Casino del Cotuy de ayer. Además jugamos mucho baloncesto en la cancha de la escuela Juan Sánchez Ramírez donde en muchas ocasiones nos fuimos a los puños (pleito) por el fanatismo que teníamos encima. Discutíamos más de lo que jugábamos.
Isidro se quedó viviendo en la periferia de la casa paterna y de un juego llamado Musa Tataramusa hizo su restaurante y lo nombró Tataramusa. Se mantuvo ahí hasta lo último. Según Rubén, su hijo sigue con el empeño.
La última vez que lo vi fue en la puesta en circulación del libro de Antonio de Jesús Cassó García (La Rata) y hablamos por un momento luego del saludo afectuoso como siempre.
En dos ocasiones que visité el restaurante nunca pude comer la pasta que preparaba doña Lucha, aunque William Sánchez decía que era Fátima la que preparaba ese manjar. Raysa está en deuda conmigo desde hace nueve años con eso de la pasta. Con Rubén le envié su recado cordial.
En nombre de la familia Raimundo Vargas nuestras condolencias a toda la familia que también son nuestra. Dios da y Dios quita.
Un fuerte abrazo «Chocorroca» muy pronto nos veremos.
Tras la cortina permanece muda,
y hasta el secreto de su Tataramusa tibia,
llega el rumor doliente
del austro que se parte en mil suspiros,
y de la lluvia que se queja triste
como un llanto de amor en los caminos…