"Interstellar": el nuevo futuro de la humanidad

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En la última década Christopher Nolan ha probado que es un cineasta con ideas visionarias, y, aunque en ocasiones su ambición se sobrexcede, las premisas de sus películas son enormemente provocativas. En el caso deInterstellar, se traslada al espacio con una alucinación abre-ojos, hipnótica y rebosada de metáforas sobre la humanidad. Nos hace pensar en preguntas y respuestas, y siempre las contesta. Para Nolan, es la reinvención que subyace en la complejidad de una facundia científica con el intelecto de «Solaris», de Tarkovsky; el corazón de «2001: A Space Odessey», de Kubrick; y la astucia de «The Right Stuff», de Kaufman. Para mí, una de las películas de ciencia-ficción más audaces que he visto en mi vida; tanto en términos narrativos como en los visuales, junto a una puesta en escena ejecutada con precisión. En un futuro lejano el planeta tierra, inhóspito y polvoriento, está privado de todos sus recursos naturales y los humanos subsisten ante la adversidad. Ahí, Cooper (Matthew McConaughey), un antiguo astronauta, y su hija de 10 años, Murphy (Mackenzei Foy), descubren señales extrañas de seres inteligentes que los lleva a una base secreta de la NASA, y son abordados por el Dr. Brand (Michael Caine), quien elucida el propósito de dicho descubrimient una misión interestelar para hallar un planeta habitable donde los humanos puedan vivir. Esto quizá suene a mucho charloteo, pero el motor narrativo de Interstellar metodiza los rompecabezas para reservar todo el tiempo posible con la trama. Y todo es impresionante. Los personajes -sacando a TARS el robot sarcástico- expresan las emociones a través de las situaciones de las escenas, y cada una de las actuaciones son realistas sin ceder la coyuntura de lo que pasa; como el monólogo del amor Hathaway, los sentimientos de culpa de Murph adulta (Jessica Chastain) y hasta el lloriqueo de McConaughey. Sentimos lo que ellos sienten. En el mundo de Nolan hay una conexión entre la historia que se cuenta y las imágenes que se ven. De esa manera se produce más escepticismo que planteamientos de lugar; sin embargo, cuando se le añade ciencia a esa ecuación, la solución es intelectualmente orgásmica. Por ejemplo, si por un segundo olvidamos la relatividad de Einstein, la evolución, la quinta dimensión, la dilatación del tiempo, o la paradoja de los gemelos; este sería un film sobre el desarrollo de la naturaleza humana y la relación padre-hijo cuando se ve perjudicada por factores externos que retan la intuición, el instinto de supervivencia y la fuerza de voluntad. Por eso todo aquí funciona en los agujeros negros de la apoteosis: una fotografía satisfactoria, la edición de 2 hrs. 49 min. de metraje, la banda sonora y hasta los efectos especiales durante las secuencias más grandiosas. Sospecho que algunos espectadores encontrarán el argumento de Interstellar con un cliché Hollywoodense que obstaculiza su matiz. Pero, ¿por qué no? Si es necesario para conectar el estrinque; y el concepto de la película, además de entretener, es explicar con bases científicas los aspectos desconocidos de nuestro universo que podrían pasar. Y claro, pasará algún día. La humanidad quizás pueda cambiar la consciencia ante las adversidades del futuro, pero, como no lo sabemos con certeza, es mejor disfrutar las experiencias del presente mientras viajamos hacia allá, a esa catarsis titulada: «Interstellar».

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