¿Inmigrantes o Refugiados?

Los tratadistas o especialistas en la materia deberían deslindar con exactitud sobre si un inmigrante que deja su país acosado por vicisitudes, miserias, injusticia social e inequidad; indistintamente, también podría tipificarse como un refugiado.

  Esto, porque el inmigrante que huye de su tierra contrarrestando las exclusiones, de forma biunívoca, también busca refugio en otro país al margen de los protocolos y tratados internacionales que, parecen orquestar antojadizas normas de protección, a favor de gobiernos aparentemente democráticos.

  Si en República Dominicana hay casi tres millones de personas que han partido de sus lares, casi la mitad de la gente adulta quiere emigrar, es decir, salir del país, y el 60 por ciento de los jóvenes también desea largarse; es evidente que el fin ulterior es buscar amparo ante la falta de oportunidades y las miserias que los victimizan.

  Y ello, entre otros factores, no necesariamente tiene que estar condicionado a persecuciones políticas ni judiciales; odios raciales, acosos por diferencias de sectas religiosas, y amenazas de muerte.

 Basta con las malhadadas políticas públicas del Estado y la inequitativa distribución de las riquezas que devienen en desesperanzas y hostigamientos. “O te aguantas o te vas”, parecen sentenciar.

  El reafirmar que somos un país de simple inmigrantes es cuasi un eufemismo si partimos de que la mayoría de los que residimos en el exterior, al margen de un futuro mejor, no lo hacemos por placer, recreo, turismo, estudios, u otros objetivos.

  Y si es cierto lo que recientemente dijo Luis Abinader, sobre que los dominicanos “nos crecemos ante las dificultades”, a ello están compelidos  los que no les queda de otra, y no pueden partir.  Y, tal parece, que los desposeídos están atrapados y consideran que: “los muertos están en cautiverio, y no nos dejan salir del cementerio”, como dice la canción de Joan Manuel Serrat.

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