Hostos y el viacrucis inmerecido
Eugenio María de Hostos fue grande
entre los grandes de América. Los dominicanos veneran su legado porque fue
paladín de nuestra educación.
Su talento, abnegación, luchas, patriotismo
y desvelos cobran vigencia en nuestros días como
referente de las mejores causas.
Hostos escogió la patria dominicana y la
hizo suya. El magisterio, que fue su gran pasión, lo elevó a figura
de relieve universal en nuestra América. Como
muestra de gratitud el pueblo dominicano le reserva a Hostos un
sitial de héroe que ningún otro país le otorga.
Pero eso no es todo, la capital honra su legado
con una de sus calles; un parque fue edificado a su memoria y dos municipios
llevan el nombre de este ilustre prócer de las aulas, como muestra de
respeto al glorioso legado del maestro de generaciones, y orgullo de
todo un continente, que había nacido en
Puerto Rico.
Se cumple los 111 aniversarios de su muerte y la generación
actual siente que la memoria sacerdotal de Hostos merece el
tributo de forjador de la educación.
Pero se hace justicia a su gloriosa
vida al decir que Hostos, antes de morir, pasó por
penurias inmerecidas. Su alma, que debió partir en paz, fue
sometida a un viacrucis a causa de las intrigas políticas que
llevaron al incendio de San Carlos.
En aquel sector vivía humildemente el
coloso de nuestra historia escolar, sin ostentaciones, en una casa de madera,
techada con zinc, la cual quedó convertida en cenizas debido
a la renuencia de los políticos, que ponen sus intereses
personales por encima del bien del país. Pocos saben que el fuego
devastador de San Carlos fue ordenado por los seguidores de Horacio Vásquez,
en un intento por recuperar el poder, luego del golpe de Estado el 23 de
Marzo de 1903.
El siniestro destruyó el sector la
noche del 12 de Abril de 1903 cuando fuerzas horacistas entraron y lo incendiaron,
convirtiendo en escombros 150 casas y decenas de muertos y heridos.
El maestro Hostos afectado de fiebre infecciosa, fue sacado de su
hogar en una litera y refugiado en la iglesia de San Carlos, donde fue
recogido por sugerencia de una junta médica compuesta
por Ramón Báez, Salvador B. Gautier, José
R. Luna y Alejandro Cabral.
Moribundo lo condujeron al Centro Asistencial Padre Billini,
donde permaneció hasta el 11 de Agosto cuando se produjo su muerte. Murió Hostos
con amargura. Las pocas cosas materiales que tuvo quedaron convertidas en
cenizas por actos de caudillos que siempre criticada, orientados por los que
reclamaban ser discípulos suyos. Ironía humana.