Historia, procesos y liderazgos….

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El autor es político y profesor de historia. Reside en Santo Domingo

La historia, vista como ciencia-proceso, no resulta ni se desarrolla en una dinámica lineal sino zigzagueante, es decir, que los procesos históricos están sujetos a leyes socioeconómicas y culturales que podrían explicar coyunturas, de corta o larga duración, sobre determinados hechos o acontecimientos del desarrollo histórico-humano y su interconexión: naturaleza, medio ambiente, recursos naturales y geografía; y en esa confluencia de factores, se producen y se generan resultados o construcciones históricas-humanas que desembocan, al transcurrir el tiempo, en civilizaciones y en ellas las huellas de su pasado y el papel de los pueblos y de aquellos entes sociales -actores-líderes- que esos procesos o coyunturas especificas paren. De modo, que los hombres, cuando intervenimos o participamos en los acontecimientos sociohistóricos, estamos condicionados por determinadas precondiciones naturales-geográficas-culturales, ideológicas y socioeconómicas que, hasta cierto punto, nos limitan pues nuestra propia cosmovisión -conjunto de valores y visiones- responden a esa herencia, si se quiere, antropología-cultural, que, como experiencia previa, orienta hacia una u otra dirección de la historia de la humanidad; incluso, en el contexto de esta espantosa postmodernidad.

Por ello, por ese abanico de resultados, es insuficiente centrar la explicación de un fenómeno o proceso en una sola causal; o peor, confundir causas con efectos. Por ejemplo, cada líder, en una sociedad dada, expresa un determinado resultado histórico y de clase social, por más cuerdo, visionario o desquiciado que se nos presente. Porque, ¿Qué fue la comunidad primitiva, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo, los imperios, las civilizaciones, el ensayo del socialismo, el nacimiento de los estados nacionales, el surgimiento de la burguesía, el renacimiento, los avances científico-filosóficos, el colonialismo, el imperialismo, las revoluciones, el Apartheid, el racismo, las guerras, el fascismo -y de lo que somos testigos de excepción hoy-, sino resultados de procesos históricos-humanos, mitos, relatos o manipulaciones no del todo explicado?

                              

¿O acaso, alguien cree que, cuando Alexis de Tocqueville se maravilló -1831- del entramado liberal-democrático-cultural y de justicia en los Estados Unidos, estaba obviando que algunos, sino todos los fundadores y propulsores de la independencia americana, eran esclavistas o aceptaban tal empresa -inhumana- de buenas ganas? O igual, si hubiese sido contemporánea -o estudiarlo en cualquier tiempo-: la guerra de secesión -1965: abolición de la esclavitud-, las leyes racistas-segregacionistas Jim Grow -1876-1965, que el presidente, demócrata conservador, Woodrow Wilson (191321) las alentó-. O mas reciente: que el fascismo-hitleriano -1933-45, en algunos aspectos de su instrumentalización supremacista, tuvo, como referente histórico-cultural, esas leyes segresionistas o, que, Winston Churchil, a pesar de sus méritos, creía en la superioridad étnica-racial.

Por lo que Donald Trump, aunque no es un santo, tampoco es el anticristo. Y el juicio en su contra -por “incitación a la violencia”-, aunque no objetable, no borra el fin político que persigue: inhabilitarlo políticamente de cara al 2024…, y más allá.

JPM

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