Hay que preguntar
El Internet de que hoy disfrutamos, de reciente descubrimiento y cada día perfeccionándose y extendiéndose, es la maravilla que nos permite una comunicación casi instantánea, y el poder encontrar casi toda información que buscamos, conformando la biblioteca más grande de toda la existencia humana a la que todos podemos acceder desde la comodidad de sus hogares oficinas y celulares. Nunca había sido más fácil obtener información, documentos, artículos y opiniones de tantos ni tan rápido, como ahora, en una forma totalmente libre, democrática y sin ninguna censura. Esto necesariamente hace que juntos pero no revueltos se encuentre información de todo género, una reales y ciertas y otras necias y mentirosas, pues no toda la humanidad tiene el mismo grado de intelectualidad, moral, ética y comedimiento. Como microbios malignos (patógenos), unos difunden mentiras, buscan engañarnos y es necesario usar el mismo criterio que nos permite vivir en comunidad, para ir abriéndonos paso entre tanta información, y descartar lo malo, errado, necio grosero, interesado, que por suerte es menos que lo útil y valioso. En otras palabras, no todo lo que se escribe y podemos acceder por Internet es cierto. Nada distinto a lo que es la vida. Con todo lo interesante que es, quiero destacar que el Internet es simplemente un medio. Es la forma o plataforma que nos permite comunicarnos, intercambiar y encontrar lo que alguien previamente haya almacenado. Es un mecanismo con el que podemos ingresar a la mayor y muy compleja red del conocimiento y también de la degradación. Algo desarrollado por muchos hombres de mentes brillantes, en múltiples etapas, con la colaboración de tantos, pero a la postre un mecanismo y nada más, susceptible a mejoría y obsolescencia. Y aquí surge la pregunta: ¿Y es que el supremo hacedor, que ha hecho seres tan perfectos en cuanto a sus funciones y biología, no ha creado también un internet perfecto de la vida aun no muy obvio? ¿Acaso no ha creado una forma distinta al grandioso don de la palabra que trasmite sentimientos e ideas, verdades y mentiras, para que podamos comunicarnos en toda su dimensión, profundidad, perfección y sabiduría con los demás seres, que hablando múltiples idiomas, tenemos solo uno mental y universal? ¿Una forma de comunicar realidades internas de los seres que ahora hay que guiarse por manifestaciones secundarias (síntomas) y análisis que deberán ser bien interpretadas, sin tantas confusiones y pérdidas de tiempo como ahora? El ser, y vamos a referirnos solo al humano aunque sea común a todos los animales y vegetales, es perfecto. Aunque lucimos ser solo seres físicos aislados, somos en realidad energéticos, espirituales y universales, y como tal estamos sujetos a tantos fenómenos que aun no develamos, pues el conocimiento científico de nosotros mismos es aún muy limitado e incierto. Hace unos 50 y tantos años se descubrió la Kinesiología de la que he hablado varias veces. Una parte de ella es el “Movimiento Inteligente del Cuerpo”. Yo le llamo el Internet de Dios. Cada día nos maravilla más este sistema que siempre ha existido y como el otro internet, nos da respuesta y permite llenarnos de información, conocer sobre cualquier cosa del pasado y del presente, e incursionar en otras facetas del conocimiento humano y de sus acciones, reacciones y motivaciones. Ahora la usamos con preferencia para comunicarnos con nuestro ser interior, saber sus problemas y necesidades, orientar para la corrección de desbalances, enfermedades, dolencias, con la ventaja, que si se sabe preguntar la causa, la respuesta binaria obtenida siempre será cierta. Hay que recordar que nuestro cuerpo, se cura a sí mismo, y lo ha hecho durante miles de millones de años, por eso ahora estamos aquí. Sin médicos ni medicamentos. Hoy en ciudades, con salud pública, buena agua y comida, vivimos más. Los médicos y terapeutas solo ayudamos, sin que aun se sepa por qué se nos necesitan. Esta aparente limitación humana, que los animales salvajes no tienen, pues se sanan sin medicamentos de doble filo, y sin tantas falsas creencias que a la postre se derrumban.