Hasta que habló Danilo

 

 

Las ollas de presión usadas para cocinar no explotan, a pesar de estar recibiendo calor y generando vapor. Es que tienen una válvula de alivio que permite expulsar parte del vapor cuando la presión sobrepasa su límite de trabajo. Lo mismo sucede con los radiadores de los automóviles y con las grandes calderas que producen el vapor para la calefacción de nuestros hogares. Significa ésto que si tales artefactos funcionan bajo las normas para los que fueron fabricados, siempre serán instrumentos seguros para los usuarios.

 

Con las personas el asunto es diferente. Las personas no “explotan” porque reciban mucha o poca “presión”. Los seres humanos, y en especial los que tienen algún grado de responsabilidad social, activan su “relief valve” en los momentos críticos. Saben “soportar” las tensiones propias de su investidura y por lo general abren las compuertas de alivio en el momento justo. Aunque sabemos, hay unos pocos -o quizás muchos- que son muy volátiles; o sea, “explotan” fácilmente.

 

Pero el presidente Medina no es uno de ellos. En buen cristiano, Danilo ha aguantado estoicamente las bravuconadas de un embajador que desconoce lo elemental del comportamiento que se espera de él; un representante de USA que cree vive en la Edad Media y como tal, supone que es un procónsul, en lugar de un diplomático del mundo moderno. Wally Brewster parece no saber que en abril 24 de 1964, su país firmó unos convenios en Austria, que desde entonces se conocen como la “Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y Consulares”

 

Estos acuerdos definen los protocolos operativos entre los Estados firmantes y definen los deberes, derechos, acciones y comportamientos de los enviados diplomáticos y consulares acreditados ante cualquier Estado receptor. En una palabra, las normas de conducta de los embajadores, están delimitadas con precisión, en el texto que de común acuerdo firmaron República Dominicana y Estados Unidos en su momento.

 

El asunto es que siendo nosotros un país tercermundista y dependiente -bananero, al decir de los gringos- no tenemos las condiciones necesarias para exigir trato igualitario por parte de Estados Unidos. El desparpajo y la informalidad habituales del embajador americano y su consorte, de seguro que no lo exhiben los enviados extranjeros ante Inglaterra, Rusia, o Alemania, por mas gays que pudieran ser ellos.

 

La realidad es que Estados Unidos no envía diplomáticos de carrera a nuestro país desde hace varios lustros; mas bien parece que Washington utiliza su embajada en Santo Domingo para pagar deudas de campaña de sus presidentes con los “inversionistas” que les ayudan a conquistar el poder. De suerte que cualquier fulano que haya financiado la campaña, puede ser nominado a un cargo diplomático y convertirse en toda una personalidad internacional.

 

Pero en eso nuestro Gobierno no tiene nada que hacer. La calidad diplomática de los enviados, es asunto exclusivo del presidente que gane y del Senado que se los confirma. Una vez se le extiende el Plácet correspondiente, estamos forzados a soportar las majaderías y frivolidades de cualquier zutano con ínfulas de “diplomático”.

 

Claro, eso es hasta un punto; y todo parece indicar que hemos llegado a ese punto de inflexión en que el Presidente dominicano tendrá que hacer valer su condición de Jefe de Estado, aunque sea de un país minúsculo, como en efecto lo somos.

 

Danilo Medina ya dio el primer paso para cortar la cadena de burlas y desacatos de este intruso, que está poniendo a la población a pensar en que realmente somos el tras patio de los Estados Unidos, no solo en el sentido figurado sino, en el mas completo alcance de la palabra.

 

Como ya se ha rebosado la copa, lo correcto sería aprovechar el impasse y dar el paso correspondiente, siempre bajo las normas que para tales fines se estilan. Y así evitar que “la sangre llegue al río”, que es lo menos conveniente, geopolíticamente hablando.

 

Dos acciones puede tomar el Ejecutivo para reivindicar el honor de nuestra Nación.  Una, de carácter administrativo y muy usual en estos casos de enviados afrentosos. Consiste en  pedirle, en primera instancia al presidente Obama, que remueva su representante, por el malestar que está generando con sus acciones díscolas y su total falta de tacto diplomático.

 

La otra es un poco mas compleja, pero asegura una solución mas expresa y armoniosa al caso en cuestión. Mientras que al mismo tiempo, coloca el Gobierno nuestro a la ofensiva política interna y fortalece el liderazgo regional del país. Consiste esta acción en recomendar al Senado la ratificación del juez Roberto Rosario como presidente de la JCE.

 

Si se confirma el nombramiento de Rosario, el embajador habrá de ser llamado a consulta de inmediato, porque ya no sería una acción personal de Wally contra Roberto -como parece ser- sino, una respuesta soberana al entrometimiento ya habitual del funcionario, en nuestros asuntos internos. Esta posición estaría por demás, mas que justificada, dados los públicos desplantes, tanto del susodicho, como de su consorte.

 

Ante esta situación, el presidente Obama haría lo que dice el librito: mandar un Encargado de Negocios -como se estila- y dejar la embajada acéfala, para que sea el próximo presidente quien nomine al sustituto del embajador Brewster. Que de seguro  no será un funcionario tan irreflexivo como el actual, con mucho menos exposición pública y mas ceñido a las normas vigentes.

 

Estas son solo ideas de un dominicano residente fuera del país, pero que tiene muy claro que el que manda es Danilo Medina, y que de él y solo de él es la responsabilidad de parar la infamante y descarada intervención de este “señor” en los asuntos internos dominicanos.

 

¡Vivimos, seguiremos disparando!

jpm

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