Guillo Pérez

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Cuando un artista de la plástica agita sus alas al aire y decide volar en un encuentro con la gloria del cielo deja a su paso por el universo una creación de recuerdos perdurables en lo temporal que produce en los seres humanos que quedaron sobre la tierra una especie de suspenso desgarrador.
Esto es lo que ha sucedido con la partida del gran pintor Guillo Pérez, cuyas obras sobrevivirán a través de los originales, como también sucedió con Fidias, el escultor y pintor ateniense que diseñó la estatua monumental de Zeus en Olimpia y de la diosa Atenea, que se halla en la Acrópolis de Atenas.
El maestro Guillo Pérez se distinguió por su creatividad artística, perfilando su excepcionalidad estilística por la que llegó a ser admirado. La calidad de las obras pictóricas de este pintor nacido en Villa Trina, Moca, y quien vivió su hermosa infancia en Santiago de los Caballeros, hasta hacerse un pintor consagrado y con grandes proyecciones de coronarse por ese talento tan a flor de piel, ha sido tan admirada como aquellas pinturas de Leonardo de Vinci pintadas al óleo sobre tabla llamada el “Retrato de Cecilia Galerani” o “La dama del armiño”, el cual es una exégesis de la “Virgen de las rocas”, la cual se encuentran en el museo del Louvre, de París.
Recuerdo a Guillo en la escuela de Bellas Artes de Santiago de los Caballeros cuando comencé a estudiar pintura de estimulación temprana en ese templo de las bellas artes, donde también estaban los artistas de la plástica don Federico Izquierdo y Yoryi Morel. En aquel entonces los estudiantes éramos llevados por el propio Yoryi a Gurabo a apreciar la belleza natural con sus flamboyanes, uno de los árboles de mayor colorido del mundo por sus flores rojas-anaranjadas y follaje verde brillante. Para llegar a la escuela los estudiantes pagábamos de transporte la suma de dos centavos, en plena era de Trujillo.
En aquella época estaba en su fase de formación definitiva nuestro gran retratista y pintor Virgilio García, quien vive en la ciudad capital.
Guillo siempre mostró una gran admiración por el reconocido pintor y muralista español José Vela Zanetti. Era tanto su reconocimiento por ese gran maestro que su evocación era trasmitida a todos los estudiantes de dibujo y pintura. Representaba un dulce sueño de Guillo poder colaborar algún día y convertirse en asistente especial del afamado pintor español nacido en Burgos, José Vela Zanetti, cosa que logró más luego cuando ya entra de lleno en su carrera y Vela Zanetti se encontraba en ese momento realizando los trazados básicos y bocetos para plasmar toda una belleza muralista de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre.
Me parece escuchar a una generación cimera de pintores y escultores que eran nuestros profesores en la escuela de Bellas Artes, como Jacinto Domínguez y Mario Grullón, definiendo a Guillo como un joven pintor que se perfilaba como astro y que iba a llegar lejos en las artes plásticas. Su éxito posterior y sus obras pictóricas tan brillantes confirman que Guillo Pérez triunfaría.
Sus obras han sido expuestas en los grandes museos del mundo. Ese discipulado de Guillo con Yoryi Morel y Federico Izquierdo podría parangonarse con aquel alumnado de Vela Zanetti con Manuel Bartolomé Cossio y de José Ramón Zaragoza en Madrid.
Habiendo conocido desde su comienzo en Santiago de los Caballeros la obra pictórica de Guillo, puedo decir de éste como lo expresado por el crítico e intelectual dominicano Rafael Díaz Niese, de la pintura de Vela Zanetti la cual despedía “una visión dramática de la existencia, predilección por los temas solemnes, reducción de la paleta al mínimo de color compatible con una técnica voluntariamente escueta. Hay en sus obras—continuó afirmando el intelectual dominicano—un aura en que reconocemos las enseñanzas de los grandes y viejos maestros españoles y tal vez de algunos florentinos ilustres”.
La fuerte personalidad artística de Guillo Pérez lo coloca como uno de los exponentes más colosales de la pintura dominicana contemporánea. El estilo de su obra ofrece un excelente conjunto de armonías y valores espaciales. Su narrativa y obras pictóricas integran el folklore dominicano y antillano al interés del humanismo pleno del hombre.
El pintor y dibujante colombiano Fernando Botero dijo que cuando comienzas una pintura es algo que está fuera de ti. Al terminar, parece que te hubiera instalado dentro de ella.
Siempre admiré a Guillo Pérez por su jovial personalidad y porque fue un estudioso de la evolución del arte a través del tiempo. Rememoro a Guillo estudiante de violín en su amado Santiago de los Caballeros, instrumento que luego dejó prefiriendo en cambio la pintura y el dibujo.
Guillo nos decía a los estudiantes de pintura que el arte es toda obra que exprese lo que el hombre desea exteriorizar, obedeciendo a sus propios patrones de belleza y estética. Yoryi Morel entonces intervenía expresand «Ustedes deben siempre tener en cuenta lo que explica Guillo, pero jamás olvidar que el artista, para crear, requiere ante todo estar dotado de imaginación, a través de la cual responde al vasto y multiforme mundo externo expresando sus sentimientos por medio de palabras, formas, colores y sonidos». Y Domínguez y Grullón señalaban casi al unísono que el dibujo era la representación de un objeto por medio de líneas que limitan sus formas y contornos.
«Se trata de una idealización de nuestro espíritu, recalcaba Guillo, «que permite fijar la apariencia de la forma, ya que el ojo humano sólo percibe masa coloreadas de diversa intensidad luminosa. El hermosísimo dibujo de Yoryi es el arte de representar gráficamente sobre una superficie de dos dimensiones objetos que, por lo regular, tienen tres».
Una vez tuve la osadía de preguntarle a Yoryi por qué se comía las uñas cuando dibujaba y el maestro me respondió, mirándome fijamente con sus ojos grandes y cetrinos, con una frase de Pablo Picass «Dibujo como otras personas se muerden las uñas».
Guillo Pérez siempre trató de inventar cosas que estaban más allá de su capacidad, como sucedió con el pintor impresionista francés Auguste Renoir. Yo creo que la paleta de Guillo fue vibrante y luminosa, que hizo de él un artista muy especial de la plástica dominicana. Para mí la pintura de Guillo fue un poema sin palabras, como dijera el poeta lírico y satírico romano Quinto Horacio Flaco.
Me despido de este pintor celeste, quien vivió entre nosotros para que nos regocijáramos de la naturaleza, con una frase del escritor, periodista y costumbrista peruano Ricardo Palma Soriano “¿dices que no se siente la despedida? ¡Ay! Di al que te lo dijo que se despida».

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