Guido: un David en la Cueva de Adulam

El militante político siempre vive con una tensión. La tensión entre lo que se puede transformar y lo que se debe evitar. Por ejemplo: hay muchas estructuras buenas dentro de cualquier sistema. Tomando las definiciones y clasificaciones sociológicas que van desde el matriarcado hasta el único que existe el Capitalismo y algunas variables internas; lo económico, social y político.

Con raras excepciones, en todos los sistemas de organización social; lo económico ha determinado el rumbo. En este aspecto Karl Marx estuvo bien claro. Y permítanme citarle un ejemplo: La esclavitud como fenómeno que tiene el fin de enriquecer a unos pocos en desmedro de los muchos. No está basado en el color de la piel. Pensar eso es caer en un simplismo ideológico.

Tal como dejé entender implícitamente el afán de lucro lleva a explotar a otro por beneficio financiero. Aquí entra lo que una vez dijo Thomas Hobbe: que el hombre actúa de manera egoísta y que solo hace el bien obligado. “Por tanto el ser humano es avivado, falta de gloria y de poder”. (Leviatán)

Aunque muchos creen que El Príncipe de Maquiavelo, es la primera fuente de la ciencia política, yo digo que no. Pero lo que él afirma en cuanto a la naturaleza del hombre; fue lo mismo que cientos de años antes había dicho el Apóstol Pablo y el mismo Jehová en Génesis 6.

Si tomamos y hacemos de todos los elementos subjetivos tangibles en sentido general la cultura —el arte, la musica, la economía, deportes, trabajo, estudios, salubridad, vocaciones—, notamos que siempre existen las distorsiones malvadas de esas estructuras buenas —la pornografía, la avaricia, exceso de trabajo, idolatría y el autoritarismo, etc…

Por tanto, el militante político debe identificarse con las buenas estructuras y buscar su transformación, pero también debe separarse de esas distorsiones “aberrantes o  pecaminosas». (lenguaje homilético).

No hay ninguna fórmula simple para vivir con esta tensión o para resolverla. Encontrar la respuesta no es siempre posible.

Al aplicar los principios partidarios e ideológicos y montarse en las leyes, estatutos, reglas o finalmente normas; producen juicios considerablemente diferentes.

La responsabilidad del militante es conocer su derecho y la mente del que quiere despojarlo del mismo.

Siendo, este derecho, algo sagrado no debe aceptarse acciones que cercenen esa voluntad

Haciendo un paralelismo de la política y tomando escenas de un libro de religión; cuando Saul por los designios de Dios y al mismo tiempo del pueblo, había sido desechado por la violacion de principios y leyes que fueron métrica, mucho antes de su nacimiento y el profeta, juez y sacerdote Samuel lloraba esta “desgracia” cómo si fuese un hijo.

Fue necesario que el nuevo ungido tuviera que salir a buscar refugio y no podía ser amparado por las leyes, al retumbar en los oídos del potencial homicida: “Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil». (1 Samuel:18). 

Este episodio está considerado cómo la envidia de un rey.

El nuevo ungido, quien después se convertiría en rey, por los designios de la providencia y la soberanía popular, aunque conocías andar por lugares inhóspitos, hubo de hacerlo otra vez,  con las diferencias de que allí aprendió, vio y vivió que no solo él era el producto de la voluntad egoísta y envidiosa de un ser totalmente transformado por el poder, a pesar de ser alto, hermoso y diferente a todos los demás.

Desde la misma entraña de la sociedad, boca de la cueva de Adulam, con 400 hombres desechados: “David se fue de allí y se refugió en la cueva de Adulam. Cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, descendieron a él allá. Todo el que estaba en apuros, todo el que estaba endeudado y todo el que estaba descontento se unió a él, y él vino a ser jefe sobre ellos. Y había con él unos cuatrocientos hombres”. (1 Samuel 22). 

Y con estos desechos sociales conquistó el Palacio y construyó una Nación poderosa.

Al tratar de identificarse con las estructuras de una cultura partidaria,  mientras se separa de sus distorsiones pecaminosas, ¿un militante debe tener un derecho? ¿Debe escuchar y ser escuchado ? ¿Debe elegir y ser elegido?

¿Debe reparar sus medias rotas o botarlas en la basura?

Obviamente, los militantes tendrán distintas respuestas y la manera en que cada uno contesta estas preguntas representa la variedad de expresiones dentro de la estructura partidaria.

La Tensión debe producir una tolerancia sana, una actitud de agradecimiento por las múltiples expresiones que devolvieron el poder.

No es fácil resolver la tensión entre el identificarse con las instituciones y estructuras del instrumento ideológico y el separarse de las distorsiones de cada una.

Algunos militantes elegirán no tener un derecho, no elegir ni ser elegido y botar sus medias viejas en vez de repararlas.

La capacidad de aceptar el hecho de que no estén de acuerdo nos llevará a un legalismo enfermizo y si no se produce un diálogo sano acerca de cómo vivir en una situación tensa habrán “400 hombres” dispuestos llevar el instrumento a sus orígenes.

Los militantes debemos reconciliar la tensión entre identificarse con las instituciones, separarse de las distorsiones, y buscar una transformación del instrumento ideológico.

Cómo vivimos con esa tensión es una marca de madurez.

Ante el deseo de una madre que emulando la del Nazareno, clama:

“adelante hijo mío los humildes te esperan”. 

¡¡Y la firme convicción de la Victoria!!

jpm-am