Gentes tóxicas: lejos, muy lejos…!

Iba a cerrar este año con un tema de política o de sus colindancias mas recurrentes: intrigas, zancadillas, calumnias, etc.; pero algo imperativo me detuvo y mi mente se encarriló hacia otros senderos, mas iluminosos, de la miserable condición humana. Quizás influyó en ello, el que he estado releyendo a Fedor Dostoievski (de quien  Zweig escribió –en su tiempo- que “…y bajo los latigazos de la miseria se pasa las horas, como orfebre, limando y puliendo la finura de su filigrana…”), y probablemente, me ganó el lado filosófico-esotérico de este mundo insondable. O quizás, quien sabe, el espíritu de la Navidad.
 
Lo cierto es –y hay que subrayarlo- que hay personas que son adictos a las mentiras, a la manipulación y la predeposición  diríamos que congénita de dañar a otros. Y parecería mentira, pero esas personas a veces suelen ser aquellas que aparentemente no necesitan de nada; sin embargo, en el fondo, no es así, sino todo lo contrario, están llenos de ambiciones, de avaricias y de un instinto irrefrenable hacia no reconocer nada de nadie, es mas, ni siquiera un gesto humilde de respeto hacia los demás.
 
Son seres engreídos, prepotentes y asaltados por el egoísmo y el yo unipersonal (un  título académico, unos bienes o, una posición de poder). En otras palabras, son hienas que van al partido, a la iglesia, al trabajo o, a la peña política-literaria simulando interés alguno y una solidaridad humana que, a simple vista, es de una sola vía: ¡para ellos mismos! 
 
De esos he conocido y tratado a muchos y en la dinámica de la vida social, política y laboral, no pocas veces, fui victima de algunos de ellos. Y he sobrevivido solamente por la filosofía de un método eficaz: tiempo al tiempo, que la familia es lo mas trascendente.
 
Por ello, a esas gentes los dejo, generalmente, donde las conozco y las trato: en las calles. Y no lo hago por egoísmo o por creerme superior, sino, porque es mi derecho individual e intransferible: el de escoger con quien compartir y abrir el remanso de paz y de tranquilidad que me libera de odios y rencores; pero, sobre todo, de esas gentes tóxicas y sus diabluras diarias.
 
A propósito, y hablando de gentes tóxicas, quiero invitar –como tantas veces- a leer ese libro: “Gente tóxica” de Bernardo Stamateas (psicólogo argentino) un manual que enseña cómo manejar y lidiar con ese tipo de gentes (o mejor dicho, de enfermos) que están en todas partes, pero que a veces se ocultan en la sonrisa o el abrazo mas entusiasta y efusivo. Con él –con el libro- sabrán distinguirlos, evadirlos inteligentemente, y lo mas importante, salir ileso de su zona de influencia, maldad y objetivo.
 
Finalmente, con esas gentes tóxicas no hay ambiente ni convivencia que prevalezca sano y en armonía, pues, en lo general, son gentes volubles, resentidas, envidiosas, iracundas, miserables y dados al chisme, a la intriga y al odio. Y lo peor: suelen actuar por rumores y maquinaciones que fabrican otros de su misma estirpe y linaje, aunque aparenten ser mansas ovejas.
 
Amigo lector, de esas gentes, aléjese este nuevo año -que está al nacer- y  todos los que le toque vivir…
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