Filosofía dominicana: una duda

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EL AUTOR es periodista y escritor. Reside en Miami, Estados Unidos.

Falta de datos que relacionen directamente al autor de «Una carta a Maritain» con el destinatario, el famoso filósofo francés Jacques Maritain (1882-1973), hace pensar que el estilo epistolar de la composición fue solo un recurso para orientar el contenido a los fines perseguidos por el poeta y filósofo Andrés Avelino (1900-1974).

Desde el inicio de la «carta» Avelino establece el tono de su discurso epistolar al referirse a temas de su libro «Metafísica categorial», en el cual dice oponerse «formalmente a la negación de la metafísica de la esencia que ha hecho Kant, y también su metafísica inductiva». En ese orden, informa al destinatario que «he refutado sus ideas [de Kant] sobre el juicio sintético y he pretendido fundar una metafísica “categorial” del pensamiento, que es, según mi parecer, la única metafísica posible, como lo son las metafísicas clásicas de Platón, Aristóteles y Santo Tomás. En este volumen ataco también la metafísica del movimiento de Henri Bergson y la metafísica “existencial” de Martin Heidegger, ambas metafísicas inductivas como la kantiana.»

Al margen de las ideas profundas Avelino aseguró que Maritain leyó y presentó la misiva durante el Primer Congreso Interamericano de Filosofía, celebrado en 1944 en Puerto Príncipe, Haití, pero ningún documento a mano parece indicar que eso sea cierto, por lo que es probable que el «destinatario» nunca se enterara del sesudo texto del dominicano; y si se enteró, no le dio ninguna importancia.

He llegado a esa conclusión, y ojalá alguien aclare si existe versión contraria, luego de analizar los pormenores alrededor del texto de Avelino. Primero, partimos del supuesto de que la «carta» fue escrita originalmente en francés, fechada 13 de septiembre de 1944, para ser enviada al mencionado Congreso que se celebraría del 24 al 30 del mismo mes de septiembre.  Se presume que Avelino la escribió con ocasión del encuentro («Aprovecho la estadía de usted en Puerto Príncipe para enviarle mis obras. Hace tiempo que buscaba la ocasión, pero por falta de dirección postal segura no había podido hacerlo»). Segundo, la «carta» fue publicada en formato de libro o folleto, en francés, por Editora Montalvo, en Ciudad Trujillo, entre la mencionada fecha que figura en el encabezado y el 20 de diciembre de 1944, día en que el autor dedica un ejemplar al historiador y filólogo Max Uribe. Y tercero, el traductor de la «carta» al español, el sacerdote Jesús Hernández, asegura no haber encontrado «relación biográfica entre Andrés Avelino y Jacques Maritain».

Otro dato desconcertante es que pese a la importancia que pueda tener para los filósofos de la isla, es probable que «Una carta a Maritain» no lograra la repercusión anhelada por su autor, y que eso explique el porqué tardó tanto (63 años) en ser traducida al castellano para una edición del Archivo General de la Nación, donde figuran ambas versiones: un escaneo del texto original en francés de 1944 y la traducción de 2007.

Al traducir la «carta» el octogenario padre Jesús, un profesor de filosofía retirado ya de las aulas, comenta que en el texto de Avelino nota «la confusión entre concepto y juicio (entre la primera y la segunda operación del conocimiento) cuando exige que la categorial se defina por la intervención del juicio problemático». En ese sentido, el traductor-filósofo concluye que «la “categorial” de Andrés Avelino no aporta nada nuevo, es un concepto vacío de significado, desligado de toda realidad física o metafísica, pura creación lógica, de la cual no se da una explicación coherente».

Sin embargo, el padre Jesús Hernández reconoce que la «treintena de páginas» del texto son «un buen retrato de Avelino, donde se presenta como un pensador de altos vuelos». El padre subraya además que todo eso «deja traslucir su afán de ser conocido en un mercado de ideas más amplio, al escribir en francés». Y yo añado que el uso del nombre de Maritain en el título podría verse como una posible obsesión del dominicano por hacerse escuchar por uno de los filósofos más influyentes del siglo XX.

Aunque siempre ha sido válido por lo que representa en el plano personal, el discurso epistolar es antiquísimo; se remonta a la época antes de Cristo y luego durante y después de los tiempos bíblicos se ha utilizado de todas las maneras, tanto, que llegó a convertirse en un estilo literario, o en lo que yo llamaría un «discurso de intención» con el que algunos escritores dieron forma a géneros como la novela, el cuento, la poesía, el ensayo. Es sin duda un buen recurso para expresar sentimientos profundos o para decir cosas que no precisan de los sonidos de una voz; lo mismo para instruir, discutir o exponer ideas con seriedad. También, en ciertos casos se lo considera antídoto contra la depresión y la soledad.

De literaturas religiosa y profana recuerdo textos epistolares como «Cartas Paulinas», «Cartas de Santiago»; «Cartas a Lucilio» de Séneca, «Cartas marruecas» de José Cadalzo, «Cartas a un joven poeta» de Rainer Maria Rilke, «Carta al padre» de Franz Kafka, «Carta a un niño que no llegó a nacer» de Oriana Fallaci, «Cartas a un joven novelista» del premio nobel Mario Vargas Llosa, «Cartas a Evelina» del dominicano Francisco Moscoso Puello. El estilo epistolar sirvió asimismo al uruguayo Mario Benedetti para armar su celebrada novela «La tregua», y al cuentista puertorriqueño de origen dominicano José Luis González para escribir su famoso cuento «La carta». En fin, los ejemplos podrían resultar infinitos.

En realidad, lo que da especificidad al texto de Avelino es que está dirigido a una persona en particular (nombre y apellido), un pensador famoso, y por lo tanto el lector asume un intercambio de ideas —o por lo menos un acuse de recibo— entre el autor de la misiva y el destinatario. De ahí las interrogantes, mis dudas sobre si Maritain recibió o no la carta del filósofo dominicano. La nota del propio Avelino permite descartar que en su caso fuera solo un recurso literario abierto a la multiplicidad de lectores que habría conquistado con solo mencionar a Maritain en el título. Es decir, si la envió directamente a Maritain y éste la recibió y la presentó en el Congreso celebrado en Haití, lo de Avelino tuvo intención de intercambio de ideas con el filósofo francés, pero hasta donde llegan los documentos a mano, no hay indicios de acuse de recibo ni de que Maritain leyera el texto de nuestro filósofo insular.

El padre Jesús Hernández describe a Maritain como «un clásico escolástico moderno que asume su rol histórico con su fe y con su tomismo. En sus obras plantea problemas, los viejos y los nuevos, usa instrumental clásico y aporta luces en sus tesis».

El padre también se hace algunas preguntas: «¿pudo Maritain, leyendo la carta, comprender a Avelino? ¿En qué posiciones se siente Avelino a la par de Maritain? ¿Qué hay realmente además de la simpatía entre ambos?»

Las preguntas del traductor son válidas, pero tampoco prueban que Maritain leyera la carta de Avelino, ni que hubiera simpatía entre ambos filósofos. El padre Jesús Hernández intuye que «Maritain fue grande para Avelino y Avelino lo fue para Maritain». Sin embargo, lo primero se deduce de la enjundiosa carta del dominicano al filósofo francés, pero lo segundo hay que ponerlo en duda por falta de datos y documentos que lo avalen.

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