Evolucionemos, pero correctamente

Por CESAR AYBAR

 

 

Si las sociedades del mundo estuvieran organizadas como propone el cristianismo, sobre la base del altruismo y la caridad, obteniendo cada uno según lo que necesite, y repartiendo equitativamente el excedente, entonces la seguridad social fuera automática, nadie moriría por no tener acceso a la medicina y los avances médicos, o por no tener acceso a la alimentación.

 

Todos tendrían acceso también a la educación y la espiritualidad sería la norma en nuestras vidas. Se eliminaría la violencia. Habría problemas, pero serían problemas de otra índole.

 

Los que estoy diciendo es algo lógico; compruébelo usted mismo, deténgase un momento a pensar y analícelo, y llegará a la misma conclusión que yo he llegado. El problema es el egoísmo que nos ciega, y no deja que el amor se instale y reine en nosotros.

 

Los comunistas han tratado en la historia de imponer ese tipo de sociedad, pero el remedio termina siendo peor que la enfermedad, porque el amor no se puede imponer, si algo se intenta imponer, será lo que sea, pero nunca amor.

 

El amor tiene que vencer al egoísmo amando. Es la herramienta que nos dio Jesús para que el nuevo ser humano se vaya forjando con el tiempo, y con él la nueva sociedad. No es cuestión de un día ni de dos, es cuestión de tiempo.

 

Pero si nos damos por vencidos, si desertamos, si nos cansamos, si le cedemos el espacio el egoísmo, a la maldad, a las tinieblas, esa evolución se detiene y vendrá la catástrofe. Por eso dijo Jesús: «Y al crecer cada vez más la iniquidad, la caridad de la mayoría se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.» (Mt. 34, 12-13).

 

Es un trabajo paciente. Trabajemos primero con nosotros mismos, quitándonos la viga de los ojos, pues ella no nos deja ver para ayudar a quitar la paja en el ojo del hermano; reconociendo lo que somos y de quien venimos, poniendo  a Dios, nuestro Padre, en primer lugar, acudiendo a Él para el oportuno consejo.

 

Amando a todos, incluyendo las personas que no nos agradan, las que no comparten nuestros criterios y nuestro credo, las que roban; amando a los orgullosos, egoístas egocentristas, crueles, necios, poco amables, como dice Jesús resumiendo: Amando a los enemigos.

 

El amor no admite imposición, ni limita libertades, no menosprecia al hermano, ni es soberbio, el amor es el camino de perfección, es el motor que lleva a la humanidad a la santidad y a la felicidad verdadera.

 

Si nos ponemos de acuerdo, creo que podemos iniciar ese proceso de transformación basado en el amor. Para eso el primer paso lo tienen que dar los que dirigen la sociedad, los que dirigen el Estado. Ellos tienen que poner el ejemplo.

 

No es empezar a cambiarlo todo de repente, señalando a unos como buenos y a otros como malos, pues “bueno solo hay uno y ese es Dios”, dijo Jesús; sino actuando con honradez, dirigiendo con justicia, cumpliendo y haciendo cumplir la ley.

 

Distribuyendo los impuestos de los ciudadanos de forma tal que los derechos fundamentales (salud, educación, alimentación, vivienda, transporte) puedan asegurarse con calidad a los más necesitados, eliminando los lujos y privilegios en la administración pública.

 

En pocas palabras, poniendo al ser humano en el centro de las políticas públicas, respetando la libre expresión del pensamiento humano, estimulando el desarrollo de los valores humanos fundamentales y diciendo la verdad, refrendando lo dicho con lo que se hace. Ese sería un lindo y esperanzador comienzo (El autor es científico-investigador y pequeño empresario. Ha recibido premio como emprendedor en el año 2015).

 

c.aybar@nikaybp.com

 

 

 

 

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