Esta democracia

La democracia se va tornando cada día en un festín muy difícil de estar al alcance del pueblo. Al parecer sólo una élite está en posibilidades de disfrutar plenamente de la democracia, en cualquiera de sus manifestaciones. Fue la democracia en una ocasión un gobierno del pueblo y para el pueblo, pero la marcha de los años sembró el camino de mercantilismo y opresión, y un puñado de privilegidos se auto-proclamó voz del pueblo sin pedirle su permiso al soberano. Para una mujer o un hombre sencillo del pueblo aspirar a un simple cargo de regidor tiene hoy que tener un gran respaldo económico detrás. Un aspirante de una comunidad pobre, no puede ni siquiera presentarse con una simple posibilidad de inscribir su nombre. Para aspirar a una pre-pacandidatura presidencial, se torna necesario contar con empresarios amigos y disponer de recursos económicos y logisticos ilimitados, que organizaciones populares no pueden obtener. Las modernas elecciones ya no se hacen con el tradicional mano a mano, las caravanas de vehículos o el gran mitin de cierre de campaña; ahora hay que invertir millonarios recursos para cubrir a los medios electrónicos de comunicación. Es al mismo tiempo una campaña más aerea. Hoy se puede votar en la República Dominicana por la sonrisa, el tinte de los cabellos, los colores de la corbata, el saco a la moda, o el golpe de cámara que se observa a tiempo. Los programas de gobierno que esgrimían los partidos políticos en la campaña electoral, eran posteriormente letras muertas. Su vigencia finalizaba el día de las votaciones. Hoy ni siquiera es importante un programa de gobierno, sino un debate insustancial, donde todo lo que se dice es para consumo de la audiencia cautiva, donde todos están seguros de que nada se va a cumplir. La votación seguirá siendo determinante para que un candidato gane las elecciones, pero talvez insustancial en que se produzcan cambios sociales e institucionales necesarios par que el país se desarrolle. En una campaña electoral, los empresarios están más seguros y cercanos al poder, que los votantes anónimos que depositaron su conciencia en las urnas. Con o sin ley de partidos, queda por delante probar hasta donde se puede ser representativo. Pero entre todas esas imperfecciones, el pueblo tiene la oportunidad de escoger a un buen candidato a la presidencia de la República. Solo necesita tranquilidad y serenidad al momento de tomar sus decisiones. Por lo menos, en las doce horas en que los colegios electorales están abiertos, todos tienen el mismo poder de voz y conciencia de elegir, aunque sean material desechable al cierre de votaciones.

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