ESPAÑA: Ana Julia, retrato de una asesina

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Ana Julia Quezada se abraza a Ángel, el que fuera su pareja y padre de Gabriel, durante la búsqueda del pequeño los días que estuvo desaparecido

Cada vez que Ana Julia Quezada llama a Juana en la República Dominicana desde el teléfono de la prisión de El Acebuche repite: “Mamá yo no quise matar a Gabriel. Fue un accidente y luego ya no supe qué tenía hacer”.

Lo que hizo tras asfixiar y golpear a Gabriel Cruz de ocho años el 27 de febrero del año pasado, fue fumar un cigarrillo tras otro y pintar una puerta. Después cavó un hoyo junto a la piscina. Utilizó la pala para romper las extremidades del pequeño que impedían meterlo por completo en aquel agujero. Echó tierra encima y cubrió el lugar con un palé de maderas.

A partir de ese instante hasta su detención doce días después, la mujer fingió y mintió. Interpretó el papel de una novia desconsolada que apoyaba a un padre destrozado que junto a la madre de Gabriel y la ayuda de 3.000 voluntarios y 2.000 profesionales buscaban al pequeño desaparecido.

Este lunes arranca en la Audiencia Provincial de Almería el juicio a la mujer que, tras su detención, confesó haber matado a Gabriel, el único hijo de su pareja, pero asegurando que fue un accidente. Que lo hizo sin querer. Que no quería matarlo y que aquello fue un arrebato de ira porque el niño le dijo aquella tarde que era “fea”, “mala”, “con la nariz gorda”, que siempre le estaba dando órdenes, que no la quería y que regresara a la República Dominicana para que su papá pudiera volver a vivir con su mamá.

Un relato imposible para cualquiera que en los ocho años de una vida interrumpida a golpes conoció a un niño que amaba el mar, al que le gustaban los peces y jugar con sus primas y sus amigos de Las Hortichuelas. En ese pequeño pueblo del Cabo de Gata sigue viviendo su abuela Carmen. Allí estaba su nieto la tarde que Ana Julia se lo llevó en coche a la finca familiar de Rodalquilar y donde le mató y mantuvo enterrado doce días.

Un jurado popular de nueve personas se encargará de dictaminar si es o no culpable del delito de asesinato y de otros dos por las lesiones psíquicas ocasionadas a los padres. Durante la instrucción, el juez Rafael Soriano puso en valor el daño gratuito que la mujer infligió a los padres. No sólo ocultó durante doce días insoportables el cadáver del niño, sino que permaneció al lado de Ángel Cruz Patricia Ramírez mostrando una falsa esperanza de que en cualquier momento el niño podría aparecer con vida. La madre sigue de baja desde entonces y, al igual que el padre, recibe ayuda psicológica. El hombre sí se ha reincorporado al trabajo aunque en más de una ocasión ha reconocido que le angustia y le paraliza el sentimiento de culpa.

Tanto la Fiscalía como la acusación particular piden la prisión permanente revisable para Ana Julia Quezada; su defensa solicita tres años por homicidio imprudente, o diez si se considera doloso.

Durante estos diecinueve meses en prisión, los primeros seis en aislamiento para protegerla de la ira de las setenta mujeres que comparten módulo en El Acebuche, Ana Julia Quezada no ha mostrado ni arrepentimiento, ni empatía. Es más, en una de las cartas que envió al juez de instrucción le exigió que ordenara al padre de Gabriel que cesara de llamar por teléfono a su madre en la República Dominicana amenazando con que su hija se pudriría en prisión como las ratas.

También escribió una carta a Ángel con el que llevaba poco más de un año viviendo y al que le aseguraba le había arrebatado “su tesoro más preciado” pero en un accidente: “Le puse la mano en la boca para que dejara de gritar y cuando se la quité ya no respiraba”.

En su momento, la Guardia Civil de la comandancia de Almería y la Unidad Central Operativa (UCO) que acabó liderando la investigación no concretó si Ana Julia Quezada premeditó el crimen o actuó aquel día por pura casualidad. Aquella tarde de febrero, Ángel estaba trabajando y en la casa de Las Hortichuelas habían comido la abuela, Gabriel y Ana Julia. Al terminar, el niño dijo que se iba a casa de unas primas a jugar y que regresaría para la hora de la merienda. No era la primera vez que recorría los escasos metros del camino de arena que conducía hasta la vivienda de sus familiares. Era un paseo sencillo en un pueblo donde las puertas de las casas siempre estaban abiertas, en el que todo el mundo se conoce y en el que nunca había pasado nada.

Ana Julia se despidió de la abuela para hacer “unas cosas”. Se subió al coche y en el camino encontró a Gabriel. No se ha sabido cómo le pudo convencer para que subiera. La relación de ambos nunca fue del todo buena. El niño hablaba a su madre que no le gustaba la novia de su papá. Que era muy mandona. Cuesta creer que Gabriel prefiriera ir con Ana Julia a la casa de Rodalquilar que con sus primas a jugar.

¿Por qué le mató? Porque le estorbaba, le molestaba, le restaba horas con Ángel que tenía devoción por su hijo y que le anteponía en su relación. Los investigadores no encontraron nada más que celos.

Mañana lunes, Ana Julia Quezada tendrá la oportunidad de volver a contar su versión.

Fuente: LAVANGUARDIA.com

 

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