Es muy ardua y compleja la tarea de quien asume el oficio de comunicar
Existen muchas confusiones y gran desconocimiento sobre la comunicación. Con todo y tratarse de lo que nos mantiene humanos, estamos viviendo una etapa en la que a cualquier flujo de mensajes se le llama comunicación.
Pero ahí no para la cosa. También se ha puesto de moda una “profesión” que abre puertas y hasta se presta para ciertas malas artes. Sobran los ejemplos en los cuales, al referirse a alguien que interviene en medios de difusión, se le llama “el comunicador” o “la comunicadora”.
Ser arquitecto o ingeniera implica haberse formado para ello; hacerse llamar abogada o médico es exclusivo para quienes agotaron un proceso que les hace merecer sus respectivos títulos.
Pero los términos “comunicador” y “comunicadora” se han convertido en salida rápida para quienes sencillamente hacen uso de las facilidades que ofrece esta etapa para “hacer saber”, con o sin preparación para ello y sin importar valores como la utilidad, verdad o bondad de los contenidos de sus mensajes.
Ya sabemos que se trata de “quien comunica”. Pero de ahí a que se le dé tratamiento de profesión, la diferencia es clara y mucha. Lo que ocurre es que ahora contamos con “San Google”, a modo de disco duro externo para la humanidad, y con “copy–paste”, como expresión de un facilismo que conecta muy bien con esa modernidad líquida referida por Zygmunt Bauman.
También se sabe que “comunicar” es una actividad propia de todos los seres humanos. Independientemente de que alguien se dedique a estudiarla, toda persona cuenta con habilidades para realizar esa actividad. En consecuencia, ¿cómo justificar que alguien quiera tomarse la atribución exclusiva de distinguirse por hacer lo que toda persona realiza?
Quizás convenga que iniciemos por reparar en planteamientos como el de John Dewey, filósofo, pedagogo y psicólogo estadounidense. Según este estudioso, “la sociedad no solo existe por la comunicación, sino que existe en ella”. Dicho de otro modo, sin comunicación deja de existir la sociedad. Y esto vale para una pareja, para una empresa o para la sociedad en sentido general.
Hace falta que entendamos esa relación dialéctica entre comunicación y sociedad. Hace falta reconocer claras diferencias entre realizar una acción y haberse dedicado al estudio que permite conocer y mejorar cada aspecto de esa tarea hasta convertirla en profesión. Hace falta llegar hasta aquella raíz que nos ayuda a entender que comunicar es poner en común, hacer de manera conjunta, hasta lograr entendimiento.
En esta etapa, en la que todos decimos y casi nadie escucha, hace falta recordar que la comunicación no es “curalotodo”, pero sí es la única herramienta para provocar entendimiento entre las personas.
Comunicar de verdad, gestionando la comunicación y logrando propósitos sostenibles con ella, resulta bastante complejo en estos tiempos de sociedad “hipercomunicada”. Cada vez es más necesario hilar bien fino para gestionar la construcción de consensos mínimos, como clave para avanzar.
Es que ya pasó la etapa en que la gente solo escuchaba. Ahora las personas se van tomando cada vez más en serio aquello de “prosumer”, como productoras y consumidoras de mensajes. Eso ha provocado que tengamos esas clásicas confusiones, con olvidos y hasta con vicios, que caracterizan el trabajo de “comunicar”.
Entre las confusiones destaca la del todo con sus partes o con algunas de ellas. Ello provoca que procesos como informar, anunciar, persuadir y hasta manipular, entre otros que forman parte de la comunicación, sean confundidos con ella.
Entre los olvidos resalta el hecho de perder de vista que lograr entendimiento implica una labor sistemática que inicia por escuchar. También suele olvidarse que quien trabaja la comunicación aprende más que lo que enseña.
Entre los vicios destaca ese que lleva a creer que “hacer saber” es suficiente. Lo real es que brindar información es una acción que precisa de otras, siempre que se quiera lograr entendimiento. Para comunicar hay que recrear y hacer vivencial lo informado. Pero todavía más: si se trata de comunicación para el desarrollo o para el cambio social, entonces se necesita que cada ente involucrado pase de “ser parte” a “tomar parte”, en procesos participativos.
Comunicadoras, comunicadores, es muy ardua y compleja la tarea de quien asume el oficio de dar soporte a la sociedad.