Elon Musk y George Soros: la paradoja antisistema
POR FELIX REYES
En nuestro país, similar a otros países de Latinoamérica y del resto del mundo, existe un culto irracional al término antisistema entre algunos integrantes de ciertas élites culturales cómodamente alojadas en centros académicos.
Este culto llega a tal punto que entienden debe ser defendido todo actor que se reclama ser promotor de acciones en esa dirección, no siendo significativo para ellas hacia dónde conducen esas acciones; es decir, si permiten lograr sociedades más libres y justas, donde sus ciudadanos pueden satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, el ejercicio de derechos y, en consecuencia, tener una vida digna.
Para esas élites, es suficiente ir en sentido contrario al orden mundial prevaleciente, el consenso de Washington, el neoliberalismo, la globalización, etc; no siendo relevante para ellas si las alternativas anti-sistemas que se promueven son menos justas y en muchos casos reaccionarias con relación a avances logrados en el pasado, como fue el caso de la derogación de la ley Roe v. Wade, que ha afectado derechos reproductivos de las mujeres en Estados Unidos y tendrá efectos negativos, por emulación, en otros países del mundo, en particular en Latinoamérica.
Por ello, no es extraño encontrar coincidencias entre esas élites con promotores de corrientes anti-sistemas reaccionarias que se oponen a políticas, identificadas bajo las siglas DEI y ESG, dirigidas a promover la protección de sectores vulnerables y del medio ambiente.
Como he explicado en un anterior escrito, las siglas DEI, que son un acrónimo por diversidad, equidad e inclusión, entre otros propósitos, están encaminadas a lograr lo que se denomina paridad de género, lo cual se expresa de manera concreta en mayor representación política de las mujeres e iguales oportunidades económicas y educativas, así como en el ejercicio de sus derechos reproductivos.
También, esas siglas refieren el establecimiento de disposiciones que procuran impedir que una persona sea discriminada en el trabajo o cualquier espacio social, debido a su orientación sexual o su origen étnico.
Por su lado, las siglas ESG son también un acrónimo en idioma inglés referidas a la gobernanza social y medioambiental de las empresas, lo cual se expresa en disposiciones internas de estas que, armonizando con normativas nacionales e internacionales, regulan sus actividades, procurando su sostenibilidad ambiental y social. Entre las normativas internacionales se incluyen aquellas relacionadas al Acuerdo de París sobre Cambio Climático y aquellas que disponen el derecho al trabajo digno, establecidas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
George Soros, un multimillonario, sobreviviente del Holocausto, mediante el financiamiento de iniciativas vinculadas a la Fundación Sociedad Abierta, ha sido probablemente el actor privado que más ha apoyado las políticas identificadas bajo esas siglas (DEI y ESG).
Por ello, ha sido demonizado tanto por partidos ultraderechistas y fundamentalistas religiosos, como por sectores de izquierda que no le perdonan su apoyo, por más de 45 años, a organizaciones sociales y políticas que se han opuesto a regímenes autoritarios, como los del antiguo bloque socialista y los actuales regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Por su lado, Elon Musk, el hombre más rico del mundo, se ha colocado en las antípodas de George Soros, apoyando en los últimos siete (7) años a fuerzas sociales y políticas que se han declarado abiertamente en contra de políticas orientadas a promover la equidad social y la protección del medio ambiente.
En el caso de su apoyo a fuerzas políticas que se oponen a la protección del medio ambiente, ciertamente resulta paradójico que este se realice, a pesar de que gran parte de su riqueza se debe a incentivos recibidos, desde los gobiernos de Barack Obama, por la implementación de tecnologías verdes en la industria automovilística, iniciativa a la que los republicanos siempre se han opuesto, incluyendo el Presidente electo Donald Trump, quien ha prometido revertir esos incentivos desde el primer día.
Resulta aún más paradójico el alineamiento político de una parte de esa élite antisistema, supuestamente progresista, con esos actores conservadores y reaccionarios de los que Elon Musk y Donald Trump son expresión.
Ese alineamiento de esos sectores “progresistas” con sectores conservadores resulta más paradójico cuando se observa que hasta instituciones financieras internacionales del “viejo orden”, demonizadas por esas élites, como el Banco Mundial, han incorporado en sus políticas y normas de desempeño, esas líneas definidas bajo las siglas DEI y ESG, que el sentido común indica debieran ser promovidas por ellas mismas, si sus propósitos fueran verdaderamente lograr sociedades más libres, más justas y ambientalmente sostenibles.
jpm-am