El pulso fiscal de la Nación: Entre números y realidades

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

Durante el primer trimestre del año 2025, el gobierno dominicano recibió ingresos fiscales por un monto de RD$291,033.7 millones, de un total presupuestado de RD$1,246,914.5 millones. Esta cifra, aunque imponente, refleja una disminución del 0.8% (RD$2,305.6 millones) respecto al mismo período del año anterior, una leve pero significativa señal de desaceleración en la recaudación. Así lo consigna la Dirección General de Presupuesto.

De ese total, los ingresos corrientes —la savia que mantiene en movimiento el aparato estatal— alcanzaron los RD$290,587.6 millones, mientras que los ingresos de capital apenas rozaron los RD$62.5 millones, y las donaciones se limitaron a RD$383.6 millones. Detrás de cada número, late una realidad económica que no puede ignorarse.

El 94.4% de los ingresos corrientes provino de impuestos, el precio social del orden. El resto se dispersa entre ventas de bienes y servicios (3.3%), otros ingresos (1.2%), contribuciones a la seguridad social (0.6%) y otras fuentes menores. Sin embargo, el ingreso real se situó 0.3% por debajo de la meta trazada, dejando una brecha sutil, pero elocuente, entre lo planeado y lo alcanzado.

Mientras tanto, los gastos del Gobierno Central ascendieron a RD$337,879.3 millones, es decir, un 22.8% del total presupuestado para el año. Aunque el crecimiento interanual del gasto fue de apenas 1.8%, la diferencia entre ingresos y egresos produjo un déficit de RD$46,843.8 millones, un aumento del 23.8% respecto al mismo período del 2024. Más se gasta que lo que se percibe; más se compromete que lo que se recoge.

La mayor parte del gasto (91.5%) fue corriente: sueldos, bienes y servicios, transferencias. Las instituciones con mayor ejecución fueron el Ministerio de Educación (RD$65,062.9 millones), Salud Pública, la Presidencia, Interior y Policía y Obras Públicas. Paradójicamente, mientras se alimentan los pilares del Estado, también se abren grietas en sus finanzas.

Cabe destacar que, en el primer trimestre del 2024, el gasto comprometido alcanzó el 44.74% del presupuesto anual, un exceso atribuible al año electoral, en el que las promesas pesan más que los balances. Esta distorsión, afortunadamente, se ha corregido en el presente año, mostrando mayor disciplina fiscal.

El presupuesto nacional no es simplemente un conjunto de cifras frías; es la carta de navegación de un país. Es promesa, contrato y deber. Está construido sobre leyes que, en teoría, garantizan un uso racional y equitativo de los recursos. Pero cuando el gasto supera los ingresos, se activa una espiral peligrosa: el endeudamiento, el desequilibrio en la balanza de pagos y, eventualmente, la devaluación del peso dominicano, con su inevitable impacto sobre los precios de los bienes esenciales.

Hoy más que nunca, en un contexto internacional marcado por alzas en los aranceles y volatilidad económica, la prudencia fiscal no debe ser solo una meta, sino un principio rector. No se trata solo de sumar ingresos y restar gastos, sino de sumar bienestar y restar desigualdades. Un Estado fuerte no se mide por cuánto gasta, sino por cómo lo hace.

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Josephine
Josephine
1 mes hace

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